La Palabra Ingenua 05/11/2007
Por runa, comunidad del río hablador
¡Qué tal con....stitución!
Este artículo va dedicado a todxs lxs que, como yo, ven con simpatía el proceso “bolivariano” que se desarrolla en Venezuela pero que no han leído y quizá no lleguen a leer el proyecto de reforma constitucional aprobado por el legislativo y que será sometido a consulta popular dentro de poco. Va dedicado con especial cariño a mis hermanxs venezolanxs, que son finalmente quienes decidirán hacia dónde conducen la que ha sido llamada alguna vez “la revolución bonita”.
Entusiasmado, ingresé a la página de la Asamblea Nacional de Venezuela y descargué tanto la Constitución vigente (de 1999) como el proyecto de Reforma aprobado para saber de qué iba. Leí artículo por artículo la versión original y la modificada, anotando los cambios más importantes. Los resultados de ese trabajo han dado lugar a un documento de comparación: invito a quien quiera entrar en detalles a revisar dicho documento aquí. Así que me excuso de hacer un análisis exhaustivo y quedo libre para comentar mi apreciación general y las preocupaciones que me asaltan. Antes de comenzar debo aclarar que no he leído ni un solo comentario ni a favor ni en contra (más allá de la monserga que sale todos los días en los periódicos); y que no soy abogado y tengo nociones muy elementales de derecho constitucional; así que lo que sigue son únicamente mis opiniones. Como ciudadano latinoamericano, las comparto.
Primero, un breve resumen. A grandes rasgos son cuatro tipo de reformas: las políticas, las socioeconómicas, las de política internacional y las de promoción de la organización popular.
Las reformas políticas tienden a exagerar el presidencialismo y el centralismo. Se restan facultades a los Gobiernos municipales y estadales, y a otros órganos públicos, y se las trasladan al Presidente. Se la ponen más fácil a la Asamblea Nacional para nombrar y suspender magistrados, fiscales y otros órganos electorales y de control: antes se requería de la aprobación de dos tercios de legisladores; ahora podrán hacerlo por mayoría simple. Al mismo tiempo, se la ponen más difícil a los ciudadanos que quieran presentar iniciativas legislativas o de referéndum o revocatoria, pues en todos los casos se ha aumentado el porcentaje de electores que deben presentar una solicitud para ello. Además, hay algunas reformas de carácter inocuo, como reducir la edad para votar de 18 a 16 años; y un par que sí son avances: se exige la paridad de género en las organizaciones y cargos políticos, y se incorpora una mención explícita al derecho a no discriminación por orientación sexual. Por último, se eliminan los límites a la posibilidad de reelección presidencial.
Las reformas económicas establecen un nuevo régimen y lo denominan “socialismo”. Uno de los cambios concretos: se ha eliminado la siguiente frase: “la inversión extranjera está sujeta a las mismas condiciones que la inversión nacional”. Como sabemos, esta supuesta “igualdad de trato” era una exigencia ideológica del neoliberalismo: casi una religión durante los años 90. Otros cambios concretos: se elimina la autonomía del Banco Central, con lo que el Presidente podrá usar recursos provenientes de las reservas internacionales para promover el desarrollo socialista de la Nación; se prohibe la privatización total o parcial del petróleo y se considera estratégica la administración estatal de los recursos naturales y servicios públicos; se promueve con mucho énfasis la producción comunitaria a través de cooperativas, empresas sociales, etc; y se constitucionaliza la existencia de varios tipos de propiedad además de la privada: la propiedad social, la colectiva, la pública y la mixta. También se declara de interés la soberanía alimentaria, se prohibe el latifundio y se fomenta la expropiación de tierras ociosas para pasar a manos de asociaciones de productores. Además, las reformas económicas incluyen la ampliación de algunos derechos. El derecho a la vivienda y la ciudad son garantizados a través de créditos públicos y la prohibición del desalojo; y los derechos laborales se fortalecen con la reducción de la jornada laboral a 6 horas y la creación de un fondo de seguridad social para los autoempleados.
Las reformas de política internacional son más sencillas. Se establece que la diplomacia venezolana estará orientada a la democratización de los organismos internacionales y a la creación de un mundo multipolar sin ningún tipo de imperialismo. Y, sobre Latinoamérica, se establece como objetivo no solo la integración sino la “confederación”, a fin de crear un bloque de poder regional.
Por último, un amplio espectro de reformas está dedicado a promover la organización popular. Se incorpora a la Constitución el llamado “Poder Popular”, la base de todos los poderes, que se organiza mediante Asambleas y consejos locales. Estos organismos tendrán participación en las decisiones municipales y estadales; serán invitados por el Ejecutivo y el Legislativo para dar su opinión; podrán ejecutar proyectos económicos y de desarrollo gracias a una partida propia de al menos 5% del presupuesto nacional. Además, se promueven muchos mecanismos para la creación de empresas comunales, cooperativas y otras fórmulas de participación directa. Esto va de la mano con un reordenamiento del territorio, en el cual las células básicas serán las comunas y las ciudades autogobernadas. Lo malo es que no se detalla mucho acerca del funcionamiento de estos mecanismos.
Ese fue el reumen. Quizás es un poco largo... pero siendo 69 artículos, creo que es comprensible.
Ahora bien, ¿a dónde va esta reforma? Es evidente que el objetivo es radicalizar el camino que ha tomado el Gobierno, y ponerle candados constitucionales. Pero la pregunta es: ¿a dónde conduce este camino? He escuchado que las acusaciones de la oposición son que con esta reforma se pretende instaurar el “socialismo”. ¡A nadie debe sorprender esto! Es el objetivo expreso de la reforma, y, además, la promesa que hiciera Chávez cuando ganó las últimas elecciones. En ese marco, hay cosas excepcionalmente buenas. La promoción de muchos tipos de propiedad comunitaria, el apoyo a iniciativas económicas alternativas, la adhesión a conceptos de comercio justo, la ampliación de los derechos sociales, la organización popular como base de todo poder... Y no puedo dejar de festejar la reducción de la jornada laboral. Si quieren detalles sobre por qué esto es formidable para ir superando las contradicciones del capitalismo y promover el pleno empleo, recomiendo leer los últimos textos de Carlos Tovar, Carlín.
Sin embargo, me veo obligado a reconocer abiertamente que, si fuera venezolano y tuviera que votar en bloque sobre esta propuesta, tendría que marcar el casillero del “No”. Las reformas económicas no son tan maravillosas como para justificar las reformas políticas, que aparecen como absolutamente inmotivadas. No es una necesidad para “el socialismo” hacerle más fácil al oficialismo el nombramiento y suspensión de jueces, fiscales y contralores. No hay ninguna necesidad de aumentar las vallas para la iniciativa ciudadana de referéndum: al contrario, con ello se contradicen los objetivos de “participación”. No hay explicación para reconocer un “Poder Popular” local y, al mismo tiempo, transferir un montón de funciones de los gobiernos locales al Ejecutivo. Tampoco hay ninguna garantía de que los fondos utilizados para promover los proyectos del “Poder Popular”, que serán administrados por el Presidente, no serán usados para reproducir formas de clientelismo. El rol y funcionamiento de dicho “Poder Popular” y de las “organizaciones sociales” no es suficientemente detallado, con lo que hay una enorme discrecionalidad para que terminen siendo aparatos para apoyar las iniciativas del Presidente. Por otro lado, en lugar de apostar por transformar la burocracia estatal para ponerla al servicio de la revolución, opta por constitucionalizar las “misiones” sociales, que también dependen del Presidente. Estas debían ser respuestas de emergencia, no soluciones de largo plazo.
En resumen, el camino por el que parece estar optando el Estado Bolivariano es confiarle todo el poder al Presidente. El socialismo ya transitó antes por esos caminos, con resultados lamentables. Decía que empecé a leer la propuesta de reforma con entusiasmo; cuando terminé, no podía estar más decepcionado. Yo temía encontrar varias iniciativas progresivas y, “de contrabando”, despropósitos como aquel de la reelección. Fue al revés: encontré decenas de artículos destinados a fortalecer las atribuciones presidenciales y a “denfender” la revolución; aquellos que “instauran” el “socialismo” son menos y están poco detallados, quedando muchas veces en declaraciones de principio. En todo caso, se podría alegar una honesta “buena voluntad” de construir un Estado de bienestar que garantice todos los derechos socioeconómicos a los ciudadanos y con fuerte énfasis en la inicativa colectiva... pero bajo el control indiscutible de Hugo Chávez.
No solo me preocupa lo que ocurra con el proceso bolivariano, que es finalmente creación heróica del pueblo venezolano y es a este al que le corresponde lucharla hasta el final para que no le roben su revolución. Me preocupa, también, lo que puede ocurrirle al proceso latinoamericano. Hoy como nunca, nuestra patria grande está (¿re?)conquistando su independencia. Experimentos de cooperación regional como la ALBA, basados en la complementación y el comercio justo; la recuperación del control sobre nuestros recursos naturales; la posibilidad de tener un Banco de Sur (recomiendo el artículo de Javier Diez Canseco sobre el tema) que sea nuestro propio instrumento de fomento del desarrollo... Muchos de estos cambios aún dependen del impulso firme que reciben de parte del Gobierno venezolano. Miro al otro lado y veo a Alan García proponiendo terminar de entregarle los recursos naturales el poder financiero transnacional. ¿Esas son las dos opciones que tenemos?
Es una noticia verdaderamente triste que el proyecto personal, napoleónico más que bolivariano, de Hugo Chávez, tienda a arruinar esta oportunidad histórica de demostrar que otro socialismo es posible. Un socialismo que no sea neoliberalismo maquillado (como el chileno), pero que tampoco sea reedición de desvaríos caribeños.
Pero bueno, como siempre, la lucha continúa.
Nota: este documento ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!
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