miércoles, 30 de mayo de 2007

Los espectros de la televisión

La palabra ingenua, 30/05/2007
por runa, comunidad del río hablador

Los espectros de la televisión

No, por favor, no me entiendan mal: no me estoy refiriendo a ningún personaje de la televisión en particular (aunque haya varios espectros, monigotes y maniquíes en nuestras pantallas). Lo que estoy haciendo es señalar el que, pienso, es el problema central acerca del cual es indispensable discutir luego de lo que ha ocurrido en Venezuela esta semana. Se trata de un tema que en el Perú es tabú o, al menos, así lo ha parecido en las dos oportunidades en que se debió debatir a profundidad en los últimos años: cuando se descubrió la mega-corrupción televisiva del fujimorismo y cuando se aprobó la nueva Ley de Radio y Televisión. Por eso tenemos que aprovechar el pánico y evitar que el debate se limite a la inútil monserga acerca de si Hugo Chávez es “bueno” o “malo”, “progresista” o “populista”, “autoritario” o “socialista”. El asunto es el siguiente: aquí tenemos los seres humanos un recurso escaso y de gran importancia pública que se llama “espectro radioeléctrico”. ¿Cómo lo utilizamos de la mejor manera posible a fin de que todos –y no solamente algunos- tengan voz en los medios masivos de comunicación?

El espectro radioeléctrico es el soporte físico a través del cual se transmiten las señalas de radio y televisión abiertas. Su principal característica es que es un bien escaso. Por ejemplo, el VHF no puede soportar mucho más de 7 u 8 señales sin que éstas pierdan calidad. Es decir, al hablar de la radio y más aún de la televisión, debemos de tener en cuenta que NO son medios de comunicación comparables a la prensa escrita o a los medios alojados en la Internet como, por ejemplo, este blog. Si no me gustan las noticias que difunde un determinado sitio web o un periódico, lo que me corresponde hacer es emitir un medio alternativo que presente la otra cara de la moneda. En cambio, si yo quisiera hoy día emitir una nueva señal de TV para presentar las noticias que no se ven en los canales de las familias Ivcher, Miró Quesada – Mohme o Delgado Parker… no tendría muchas opciones. Por eso la pregunta acerca de cómo la colectividad administra un bien de esta naturaleza es tan pertinente y por eso han existido diversos modelos al respecto, no solo el privatista que nos presentan hoy día como “lo normal”.

El contexto a raíz del cual este tema está siendo puesto en agenda es, por decir lo menos, espinoso y quizás dificulta una discusión en base a argumentos. Chávez despierta pasiones de todo tipo. Y cuando un Presidente reeleccionista cuyos correligionarios usan polos que dicen “Chávez al 2031” cierra un canal de TV que era abiertamente de oposición, parece dejar de ser la persona indicada para procurar que todos los sectores “tengan voz”. Menos aún visto desde el Perú, donde hace diez años tuvimos una experiencia que a primera vista resultaría parecida: el “secuestro” de canal 2 por parte de Fujimori y de los hermanos Winter. Sin embargo, si miramos con más cuidado encontraremos que las cosas no son tan sencillas y que una analogía con el caso Ivhcer puede resultar arriesgada. En el Perú circula poca información acerca de lo que ocurre en Venezuela, y casi toda esa poca información está parcializada en contra de todo lo que haga Hugo Chávez.

¿Qué es exactamente lo que ocurre en Venezuela? Muchas cosas. Muchísimas, “buenas” y “malas” como es usual en cualquier proceso conflictivo de alta polarización y de transformación de las estructuras políticas, sociales y económicas. Así que precisemos más la pregunta: ¿qué es lo que ocurre en el ámbito de las comunicaciones y de la libertad de expresión en Venezuela, y especialmente en el medio televisivo?

Pues ocurren, al menos, dos cosas notorias. La primera, no en orden de importancia sino de difusión, es el permanente enfrentamiento entre el gobierno de Hugo Chávez y los grandes canales privados de televisión. El ejemplo que más se conoce es el de RCTV. Al respecto, lo poco que sabemos en el Perú es que Radio Caracas Televisión es un medio histórico con 53 años al aire, opositor al régimen, y que ha sido “cerrado” de manera autoritaria por Chávez. Precisemos un poco más la figura legal: RCTV no ha sido “cerrada”: se le ha acabado el período de licencia que había sido renovado en los años 80 por un plazo de 20 años. El Gobierno, cumpliendo de manera estricta con el marco legal venezolano, decidió no volver a renovar la licencia. Esta decisión corresponde con las facultades que tiene el Ejecutivo (también en el Perú) porque, digámoslo claro, el espectro radioeléctrico a través del cual de transmite una señal de TV no es propiedad de una empresa, sino “de la nación”, y es administrado por el Estado. Si el Estado otorga una licencia temporal para usufructuar de un determinado bien público, también puede no renovar dicha licencia una vez que el plazo establecido ha terminado.

Ahora bien, que sea una decisión legal no significa de manera automática que sea legítima. ¿Por qué el Estado venezolano ha tomado la decisión de no renovar la licencia a RCTV? La versión de parte, la del canal que es un adalid de la democracia y que es censurado por un Gobierno autoritario, está disponible en todos nuestros medios de comunicación. Así que prefiero introducir elementos que no están tan difundidos y que son importantes para hacerse un juicio más completo.

RCTV ha violado de manera sistemática todos los límites posibles entre periodismo y política, involucrándose de manera activa en el golpe de Estado del 2002, montando escenas falsas a fin de justificar las acciones de la cúpula militar y ocultando la reacción popular que tuvo lugar luego. Estas no son opiniones. El que quiera corroborar la fuente de la que extraigo la información puede descargar dos videos muy recomendables: “Puente Llaguno: Claves de una masacre” (http://www.venezuelaenvideos.com/pt01v01.htm) y “La revolución no será televisada” (http://www.venezuelaenvideos.com/pt01v03.htm). En esos videos se podrá ver paso por paso cómo la famosa imagen que aún circula en nuestro inconciente colectivo acerca de la masacre del 11 de abril del 2002 fue inteligentemente construida para justificar el golpe. Si hacemos un poco de memoria, en esa época la tele nos vendió la noticia de que “huestes armadas” de chavistas habían disparado contra una pacífica manifestación opositora. En estos dos buenos documentales veremos la misma escena pero desde otro ángulo, y nos sorprenderá descubrir que debajo del puente donde debían encontrarse las inocentes víctimas… ¡no hay nadie! También podrá verse cómo al día siguiente del golpe presentadores de televisión y golpìstas celebraban al aire el éxito de la operación y cómo luego, mientras miles de personas salieron a las calles a reclamar que la persona por la cual habían votado regrese al poder, la tele pasaba dibujos animados. No digo más: espero que lo dicho cause suficiente curiosidad como para, cuando menos, animar a mis queridos lectores a ver con sus propios ojos estos videos y sacar sus propias conclusiones.

Mientras tanto, hago algunas preguntas sueltas. Si fuera cierto lo que estoy diciendo (vean los videos y luego discutimos el punto), ¿qué sería lo natural en un gobierno autoritario? ¿No sería probable una reacción feroz, con cierre inmediato de las señales de TV aliadas con la insurgencia y con cárcel para los responsables intelectuales de la estrategia? Pues bien, nada de eso ocurrió. RCTV y otras cadenas de oposición han seguido emitiendo durante estos 5 años, mezclando verdades con mentiras y oponiéndose a cada nueva decisión del Gobierno venezolano. Y, ¿qué debiera hacer un Estado una vez que finaliza la licencia de un medio de comunicación que ha tenido un comportamiento tan reñido con la ética periodística?

En fin. Esa no es sino una incompleta pintura acerca de la confrontación entre el Gobierno de Venezuela y los grandes canales de televisión privados. Mi única intención es hacer notar que tenemos muy poca información y que no debemos creernos a pies juntillas todo lo que nos dicen acá, ni tampoco dejarnos llevar por si el personaje nos cae bien o nos cae mal. A mí, sinceramente, Chávez me cae mal. Y como he dicho en otra oportunidad, me parecen peligrosísimas las propuestas de reelección indefinida y partido “unificado” que están circulando. Pienso que esos delirios de grandeza pueden mandar al diablo todas las transformaciones interesantes que nuestros hermanos venezolanos están impulsando en su país en los últimos años.

Pero decíamos que en Venezuela ocurren al menos dos cosas notorias en el campo de las comunicaciones y la libertad de expresión. Así como hay este conflicto con los medios privados, hay también una fabulosa explosión de medios alternativos y comunitarios. En los últimos años se han habilitado unas 85 experiencias de radio y televisión comunitarias, y están en camino quizás 100 radios y 28 televisoras más de este corte (ver http://www.narconews.com/Issue33/articulo955.html para una visión general y http://www.voltairenet.org/article128116.html para conocer la experiencia de Catia TV, cuyo lema es “no vea televisión: ¡hágala!”). En muchos de estos casos, estas estaciones (pequeñas y administradas por grupos locales en decenas de ciudades, barrios y pueblos) son apoyadas con financiamiento del propio Estado. En otros casos, no. En muchos de estos casos, es cierto, estas estaciones se manifiestan a favor del régimen. En otros casos, no. Por ejemplo, numerosas estaciones han servido de plataforma para las luchas de comunidades locales opuestas a la explotación petrolera o carbonífera, uno de los temas más sensibles en Venezuela. A estos experimentos se suman Vive TV (http://www.vive.gob.ve/), un canal estatal cuya función es dar el protagonismo a las comunidades y en el cual tienen voz las organizaciones sociales, indígenas, de género, etc., y Telesur (http://www.telesurtv.net/) , un canal que trata temas internacionales desde una óptica muy distinta que, por decir, CNN. Recomiendo mirar con atención estos medios antes de definir cualquier juicio acerca de la libertad de expresión en Venezuela. Y, al mirarlos, recomiendo también hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué los sectores que tienen voz en la nueva televisión venezolana no la tienen en nuestra “plural” y “democrática” TV peruana?

Lo que nos trae de vuelta al inicio: ¿cómo debe administrarse el espectro radioeléctrico? Es posible que luego de ver los videos que, según mi opinión, describen muy bien la vileza de la tele privada en Venezuela, y que luego de echarle un vistazo a los medios comunitarios y alternativos que están floreciendo en el país de Bolívar, aún muchos digan: “no me convenzo, así no debe manejarse este tema”. Muy bien. Sin embargo, cualquiera que prenda su televisor en el Perú puede llegar a la misma conclusión. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cuál debe ser el rol del Estado en la cautela de que la televisión, que utiliza el escaso espectro radioeléctrico, dé voz a todos los sectores? ¿Cómo hacer para que este bien de todos no sea utilizado para beneficio de unos cuantos empresarios privados? ¿Cómo aseguramos la pluralidad en la televisión? ¿Hasta cuando vamos a permitir que los Ivcher, Genaros y demás hagan lo que quieran pensando solo en sus intereses comerciales y políticos y no en las numerosas necesidades de comunicación que tenemos los peruanos?

Termino citando una consigna vieja pero que está siendo reutilizada por muchos hermanos venezolanos: “ni Estatales ni privados: medios comunitarios”.

domingo, 27 de mayo de 2007

Santa Anita: ¿Qué sabe la televisión de conflictos sociales?

El desalojo de los comerciantes que ocupan el mercado mayorista de Santa Anita puede ocurrir en cualquier momento y los costos son imprevisibles. En momentos en que hay un consenso abrumador en la prensa (básicamente: "Sáquen a los invadores YA... ¡y si hay mucha sangre mejor!") nos tomamos la libertad de reproducir un excelente artículo de Rocío Silva Santisteban aparecido hoy domingo en La República. También pueden encontrarlo en su blog: http://kolumnaokupa.blogsome.com.


¿Qué sabe la televisión de conflictos sociales?
Rocío Silva Santisteban


Al escribir estas líneas aún no se ha realizado el desalojo anunciado del mercado de Santa Anita. La opinión pública no comprende del todo por qué los persistentes “invasores” siguen alegando un derecho si, por lo expuesto en todos los programas de televisión vespertinos y nocturnos, no son más que delincuentes que usan a sus hijos como escudos humanos. Eso es lo que ha declarado, entre otros, el periodista de Canal 7 César Campos con un énfasis digno de causas como la extradición del dictador. Con la única autoridad de ser una voz con parlantes amplificados por la señal del canal del Estado, ha repetido dos veces la palabra “delincuentes”, e invitado a un abogado, que ha leído en voz alta los artículos pertinentes del entrevesadísimo Código de Procedimientos Civiles, para que todo quede como el agua cristalina. Dura lex, sed lex. Y sanseacabó.

Pero la vida es más dura que la ley, desgraciadamente. Los agazapados en los inmensos terrenos de Santa Anita son, en primer lugar, estafados y si permanecen ahí, no es porque ejerzan la delincuencia y quieran matar a sus hijos, sino porque el Estado pretende primero resolver el problema jurídico y luego apagar el incendio social con un desalojo de miles de policías y, esperamos, pocos muertos. Es cierto que no se trata de un conflicto que aparezca de repente, por el contrario, los propios comerciantes bajo la lógica de la invasión —que reconózcanlo el Estado o no ha constituido la forma de acceder a la propiedad privada de millones de personas desde hace cincuenta años— ingresaron a un terreno que pertenecía a la Municipalidad de Lima y desde el año 2002 están exponiéndose. ¿Pudieron haber pensando realmente que esos terrenos eran posibles de invadir?, ¿cuál es la diferencia entre los abuelos de las reporteras de TV que invadieron San Martín de Porras y estos desaforados comerciantes? Las hay, por supuesto, porque no es lo mismo invadir para poder vivir que hacerlo para tener un negocio. Pero las diferencias también tienen nombre propio.

Herminio Porras, el estafador, excongresista, mafiosos de las invasiones y demás adminículos de la vileza criolla, se encuentra a buen recaudo y fuera de los muros del mercado. Sus tentáculos han podido funcionar de tal manera que, aún ahora a punto de la batalla campal, los comerciantes persisten en creerle. Un recurso desesperado de los inmigrantes se convirtió, para Porras, en la manera de hacerse de poder, dinero y cargos públicos. Si el Ministerio Público registra una decena de denuncias contra Porras desde estafa hasta homicidio, ¿qué hace cosechando nabos en las afueras de Lima? Existe una gran diferencia entre la viveza criolla y la vileza criolla: si los comerciantes atrincherados en el mercado han apostado por la alegalidad en un país de retruécanos legales; Herminio Porras ha apostado por aprovechar todos estos retruécanos en beneficio propio. Pero asimismo entre viveza y vileza sólo hay grados que pueden recorrerse a la velocidad de la luz y al compás de decisiones erradas, culposas o dolosas.

La televisión, una vez más, ha azuzado el combustible con su propia presencia y su poco tino para diferenciar un conflicto social de un talk-show. Según me comentan algunos colegas que han estado haciendo guardia en las puertas del mercado, la propia idea de “usar a los hijos como escudos humanos” les surgió a los insensatos e irresponsables dirigentes de ver, uno de los primeros días del conflicto, un microondas donde los periodistas reclamaban por los niños. Dicho sea de paso, los colegas en la puerta del mercado están también esperando el espectáculo, porque hoy una noticia poco espectacular no es noticia, ¡hasta intentaron poner andamios cerca del muro perimetral para poder visualizar el campo de batalla con mejores ángulos! Caín, Caín, ¿qué has hecho de tu hermano?

¿Cuál es el papel que cumple la televisión en el análisis de los conflictos sociales para orientar al espectador hacia una idea más o menos clara de las razones de éste y otros conflictos? Con dos excepciones que confirman la regla, la actuación de los reporteros y directores de noticieros peca de ignorancia, de pereza analítica, de homogenización y esencialización de los actores de las noticias, de frivolización del escenario, de banalización de los problemas agudos por los cuales atraviesan los pobres de nuestro país. No hay pensamiento crítico, sólo ideas fijas vinculadas con su propia supervivencia mediática, ganas de captar el golpe en el ángulo más cercano al lente para que le duela al espectador. Los micrófonos de las reporteras son como los palos de guachimanes: sirven para enrostrar el precario poder que tienen contra todo ser humano. ¿A título de qué libertad de prensa es posible asediar, tratar de imponer una opinión, y pretender que el entrevistado —intentando librarse del micro— sólo confirme lo que se da por supuesto?

La televisión no refleja la realidad: es obvio que en esta historia no hay ni buenos ni malos, ni héroes ni víctimas, sino un complejo entramado basado en lógicas perversas. Desgraciadamente la única certeza en el horizonte es la de una batalla campal.

jueves, 24 de mayo de 2007

Error: No es la Convención de Viena, es la de NY

Nuestro amigo y maestro Baldomero Cáceres publicó en Perú.21 una carta aclarando de manera muy pertinente que la Convención que los movimientos cocaleros deberían cuestionar NO es la de Viena (1988) sino la de Nueva York (que sí es la "Convención Única Sobre estupefacientes -1961):

Me extraña que con tantos asesores se repita el error de pedir "RETIRAR LA HOJA DE COCA de la convencion de Viena que declara a la Hoja de Coca como "estupefaciente", según pedido de la FEPCACYL". (Acta aclaratoria de Cuzco). El error se asume en las comunicaciones como verdad y amenaza ser clásico en el periodismo.

La lista 1 de sustancias fiscalizadas (no "penalizadas"), en la que figura la hoja coca, lo es de la Convención Única de Estupefacientes, eleborada en Nueva York (1961) y "perfeccionada" por sucesivas convenciones. La Convención de Viena de 1988- al menos- precisó el respeto al uso tradicional en la región andina.

Con todo lo escrito y dicho, no creo que necesite aclarar cual es mi posición al respecto: sólo la liberación internacional de la hoja de coca permitirá su industrialización.

Baldomero Cáceres Santa María
08250229


Agradecemos la aclaración a Baldo. Sin querer y por no haber investigado el tema con más cuidado, yo también asumí que la Convención de Viena era la de 1961. Pido disculpas por el error (o por el horror).
(runa)

lunes, 21 de mayo de 2007

¡Grande chiquitín!

La palabra ingenua, 21/05/2007
por runa, comunidad del río hablador

¡Grande chiquitín!
La coca y la Convención de Viena

Mientras se escriben estas líneas, parece haberse concretado la previsible renuncia del popular Juan José “chiquitín” Salazar a su cargo como Ministro de Agricultura. Aún falta confirmar si el Presidente acepta la dimisión, pero la cosa parece cantada. Esta salida ha producido un fenómeno muy poco común en nuestro país: ha suscitado la solidaridad de propios y extraños. Tanto la congresista aprista Nidia Vílchez y la opositora Nancy Obregón han lamentado la renuncia y afirman que Salazar es el único ministro que comprende el problema cocalero. Pero un sector de la prensa ya hizo leña a “chiquitín”, pintándolo como un mal negociador, bienintencionado pero débil de carácter, que se dejó manipular y presionar por las enardecidas masas de agricultores.

Fieles a nuestra costumbre, en este artículo pretendemos ir al fondo del asunto (o a lo que creemos que constituye el verdadero fondo del asunto). Dejemos los entretelones y las anécdotas para la gran prensa, que tanto disfruta la menudencia. En este momento, lo que constituye realmente una novedad es que por primera vez se ha puesto en la agenda política peruana un punto que movimientos campesinos y expertos cocólogos han venido cuestionando por años: la Convención de Viena. Desde esta ingenua tribuna agradezco de todo corazón a “chiquitín” por haber dado en el clavo al comprometerse, mediante el Acta de Quillabamba, a “viablizar” el retiro del Perú de dicha Convención. Que ahora se desdiga y “acepte” que fue un error de redacción es lo de menos: el tema ha sido planteado y es momento de discutirlo abiertamente.

Leyendo los diarios y escuchando las declaraciones de los políticos en los últimos días puede uno darse cuenta que hay una pregunta que no ha sido suficientemente tratada: ¿qué es la Convención de Viena? (¡PLOP! ¿No parecía esta la pregunta central?). Pues bien: la llamada “Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes” es el principal instrumento internacional que define en términos generales LA política antidrogas que se aplica a nivel mundial. Recomiendo consultarla en www.unodc.org/pdf/convention_1961_es.pdf. No vamos a hacer aquí un análisis detallado de dicho instrumento, pero sí quisiera mencionar que en el primer párrafo de su Preámbulo, las partes dicen estar “preocupadas por la salud física y moral de la humanidad”. ¡Gracias! Pero alguien podría irle diciendo a los Estados que NO es su función preocuparse por la salud moral de nadie.

Esta Convención tiene cuatro listas de sustancias. La lista uno especifica cuáles son los alrededor de 100 productos sometidos a los controles internacionales más rígidos, e incluye la morfina, la heroína, el opio, el cannabis, la cocaína... ¡y la hoja de coca! Más aún: una nota al pie de página explica que se considera dentro de esta lista cualquier preparado “hecho directamente de hoja de coca”. No me queda claro si con esto se refieren al mate de coca (¡espero que no!), pero según entiendo cualquier caramelo, galleta, torta, etc., enriquecido con harina de coca puede ser considerado, según esta Convención, como un estupefaciente que debe ser controlado. Este es el punto central que ha llevado a campesinos y expertos a denunciar esta tratado: la inclusión de la hoja de coca en esta lista es un despropósito desde todo punto de vista científico.

Este documento es fiel reflejo de la visión conservadora y prohibicionista de los sucesivos gobiernos norteamericanos y es el argumento legal al amparo del cual se ha desarrollado durante los últimos 40 años una feroz “guerra contra las drogas”. Por ejemplo nuestra Ley 22095, “Ley de represión del tráfico ilícito de drogas”, que fue emitida por el Gobierno Militar de Morales Bermúdez el año 1978 y que sigue vigente, es producto de la misma lógica. En su primer Considerando afirma que “la producción ilícita de drogas (...) y la masticación de la hoja de coca constituyen un grave problema social que es necesario superar”. No comprendo por qué aún no ha habido una iniciativa formal de parte de nuestros políticos (algunos de ellos, reputados dirigentes del movimiento cocalero) para derogar o adecuar una norma que destila tamaña carga eurocéntrica y racista, amén de su falta de seriedad científica. Afortunadamente, cada día somos más los que sabemos que la hoja de coca no es una droga sino una planta, que contiene entre otras cosas numerosos alcaloides de diverso uso, y que puede ser aprovechada inteligentemente para la salud y la nutrición.

¿Es posible “salirse” de la Convención de Viena? Varias voces se han levantado en los últimos días para decir que no sería conveniente que el Perú denuncie un instrumento internacional como ese, gracias al cual recibimos millones de dólares en ayuda para combatir el narcotráfico (genial argumento, ¿no? No podemos denunciar un tratado erróneo porque gracias al mismo nos cae un billetito). Pero en cualquier caso, no es indispensable retirarnos y, quizás, no es buena idea fomentar una decisión de esa naturaleza (no se le vaya a ocurrir luego a Alan aprovechar el pánico y retirarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos...). Basta con que se demuestre que la hoja de coca no debe estar incluida en la lista I. Para ello, podemos sumarnos a los esfuerzos que el hermano país de Bolivia está haciendo en ese sentido, con escaso eco internacional hasta el momento. Por cierto, la propia Convención establece un mecanismo por el cual dichas listas se pueden actualizar de manera permanente.

Queriéndolo o sin querer, “chiquitín” puso el dedo en la llaga. Al abrir una ventanita para discutir abiertamente sobre la Convención de Viena, el ahora ex ministro no ha hecho sino cuestionar de manera integral la política “antidrogas” anticientífica, represiva y conservadora que ha asumido el mundo por consejo y presión de los norteamericanos. No importa que dicha ventanita haya sido rápidamente cerrada por Jorgito del Castillo: el tema está planteado.

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Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

domingo, 13 de mayo de 2007

4 ideas sobre la izquierda

La Palabra Ingenua
Por runa, comunidad del río hablador

4 ideas sobre la izquierda

La “izquierda”, hoy día, está de moda. Tras 15 o 20 años de haber sobrevivido al borde de la inexistencia, hoy la “izquierda” es nuevamente protagonista de la escena contemporánea. En el mar Latinoamericano navegan confusamente “izquierdas” nuevas y viejas, oficiales y populares, gobernantes e insurgentes, “democráticas” y “autocráticas”, “modernas” y “arcaicas”, “responsables” e “irresponsables”.

Tratando de aclarar la ruta, los ideólogos encuentran respuestas para todos los gustos a la pregunta sobre “qué es ser de izquierda hoy”. Para unos, la “izquierda” debe saber “insertarse” en la globalización de manera pragmática; para otros, debe ser una fuerza “antiglobalización” o a favor de “otra globalización”. Para unos, la “izquierda” debe ser profundamente democrática; para otros, debe ser principalmente antiimperialista. Para unos debe buscar mayor “justicia social” regulando los excesos del capitalismo; para otros, debe luchar en contra del capitalismo. Algunos hablan ya de construir un “socialismo del siglo XXI”, sin que quede muy claro en qué se diferenciaría este de los socialismos de los siglos XIX y XX.

Pese a la creciente fuerza de las izquierdas y al intenso debate que existe al respecto, las respuestas a la pregunta sobre “qué es ser de izquierda” se encuentran lamentablemente confinadas a unos cuantos ejes, importantes pero insuficientes. Si se está a favor o en contra de los TLC, o qué tipo de relación se establece con el sistema formal de la democracia liberal, no son criterios suficientes para identificar a una postura “de izquierda”. Más aún: este tipo de elementos programáticos no definen qué cosa es “la izquierda”: son debates que se dan al interior de fuerzas políticas que ya se consideran a sí mismas como “de izquierda”.

Quiero enumerar de manera libre 4 elementos que considero centrales para definir lo que sería una “actitud de izquierda” previa a las posturas propiamente programáticas. Estas 4 preocupaciones iniciales de toda inquietud política de “izquierda” pueden ayudar a aclarar un poco el panorama, y a encontrar la brújula que parece perdida en este mar de “izquierdistas” de todo tipo.

La anomalía. Primero que nada, la izquierda es una anomalía. La izquierda es la mano alternativa en un mundo en el que casi todos utilizan la mano derecha en su vida cotidiana. En una época, ser zurdo era visto casi como una “enfermedad” y a los niños se les obligaba a aprender a escribir con la mano derecha. Es una enorme casualidad de la historia que a la postura política crítica se la haya terminado por llamar “izquierda”. Esto es así probablemente desde que los franceses más radicales se sentaron en los asientos ubicados a la izquierda durante las asambleas de la revolución de 1789. Más de 300 años han pasado desde entonces, y hoy en día las críticas radicales al sistema siguen sentadas “a la izquierda”.

El punto de partida de lo “izquierdista” es una actitud crítica, una profunda insatisfacción con la lógica que ordena el mundo y que aparece como “normal” ante los ojos de la mayoría. La izquierda es el virus de la computadora, es una falla que el sistema busca limpiar, eliminar. Un izquierdista es un crítico ácido de las cosas que ve a su alrededor, es un burlón, un irrespetuoso, un irreverente. Un jodido.

La crítica no basta. Hay muchos niños críticos por allí, ácidos cuestionadores de las costumbres sociales y valientes que se atreven a vivir la vida que se les viene en gana. Jaime Bayly, Alfredo Bryce y Beto Ortiz son excelentes ejemplos de burlones y críticos. Pero a nadie se la va a ocurrir ubicarlos a la “izquierda” del espectro político sólo por eso. Su crítica, muy aguda y divertida siempre, es hábil para reírse de las verrugas del sistema social pero no tiene capacidad para transformarlo de manera significativa, porque no ve el todo, solo sus partes. Por su parte, Le Pen y la derecha europea son críticos radicales del sistema: se oponen a la Constitución Europea, a la apertura comercial y a muchas cosas a las cuales los izquierdistas europeos también se oponen. Esto es así porque la crítica no basta para definir a “la izquierda”. Hay otros elementos.

La crítica no basta… Pero es imprescindible. Cuando un izquierdista pierde la irreverencia, lo pierde todo. Cuando pierde la capacidad de burlarse y reírse, deja de ser una fuerza de transformación y se convierte en una fuerza conservadora. Cuando un izquierdista ya no puede criticar a su líder, o ya no puede criticar sus propias ideas o autocriticar su propia acción política, es porque ha empezado a utilizar la mano que todos usan. “La izquierda” es la fuerza que cuestiona, y debe serlo siempre porque siempre hay cosas que cuestionar.

Lo popular: el componente “de clase”. Un crítico jodido empieza a construirse como “izquierdista” cuando entiende que el protagonismo de las luchas que hay que librar lo tienen los sectores populares. Que la prioridad la tienen los sectores marginados y explotados, los que no tienen voz. Un rasgo inseparable de la actitud izquierdista es la cercanía al mundo popular, a sus maneras de ver el mundo, a sus preocupaciones cotidianas Una frase acuñada por la izquierda católica de Latinoamérica fue la “opción preferencial por los pobres”. Una manera más ortodoxa de decir casi lo mismo es la marxista “visión de clase”.

Quizás alguien puede pensar que este es un elemento que no sirve para definir a “lo izquierdista” sino a los izquierdistas que tienen un origen acomodado o “pequeñoburgués”, como se decía antes. Pero no es así. Por supuesto: para los “izquierdistas” que provienen de los sectores sociales más favorecidos el acercamiento con lo popular es fundamental. Es el elemento que puede convertir a un Jaime Bayly en un Javier Heraud, por decirlo de alguna manera. Pero la visión de clase es mucho más importante para los “izquierdistas” que provienen de los mismos sectores populares. Una creencia “izquierdista” muy extendida antiguamente era aquella fe casi religiosa en la orientación natural de los sectores populares hacia la izquierda. Lenin decía que “las masas siempre avanzan” pensando en lo mismo: en la sabiduría política de los pueblos. La historia ha terminado demostrando que no es así. Nadie nace “izquierdista”: es muy común hoy en día en sectores populares una actitud acrítica y pragmática de progreso individual.

Mucho izquierdista hay por ahí que sabe muy bien utilizar su ubicación en partidos, organizaciones sociales o puestos del Estado para tejer redes de influencia que le permitan mejorar su posición personal o familiar. Hay veces que los más radicales a la hora de hablar son los que con más eficiencia cautelan sus intereses personales en la arena política. Por esto es importantísimo el compromiso con lo popular: para “la izquierda”, la mejora de las condiciones de vida no es una apuesta individual, sino colectiva.

La injusticia y la utopía. Para la actitud “izquierdista”, el origen de la pobreza, la exclusión y la explotación no está en la voluntad divina, en la naturaleza humana o en las reglas de la economía: está en la injusticia. La lucha por la igual dignidad entre los seres humanos pasa por una búsqueda de justicia. Es aquí donde alguien que se preocupa por los pobres se convierte en un agente de transformación social: cuando comprende que en lugar de regalos para los pobres o “buenas obras” el mundo necesita organizarse de otra manera.

Y cuando cree que puede organizarse de otra manera. Cuando se convence de que la estructura social, como cualquier otra creación histórica, puede ser modificada porque no depende de la naturaleza humana. Si la injusticia tuviera su origen en la naturaleza humana, entonces no sería injusticia: si algo es natural, no puede ser calificado con criterios éticos o morales. Saber que no es así es indispensable para tener esperanza; y sin esperanza es imposible imaginarse que otro mundo es posible.

La utopía, el diseño de mundos mejores, la libertad para que la mente vuele y la imaginación llegue al poder, son elementos indesligables de la “izquierda”. Es otro rasgo que diferencia a las “izquierdas” de los muchachos críticos y de los que tienen inquietudes sociales básicas. Si la estructura social es natural, entonces no se puede hacer nada. Por ello, unos se limitan a pasarla bien y burlarse de las cosas que miran; otros, queriendo hacer algún tipo de bien social pero sin fe en una transformación general, simplemente se dedican al asistencialismo y de esa forma tranquilizan su conciencia.

El trabajo colectivo y la distribución del poder. ¿Dónde está la raíz de la injusticia? ¿En la desigual distribución de qué? ¿De cosas? ¿De dinero? ¿De conocimientos? ¿De beneficios sociales como salud, educación o pensiones? Una actitud “izquierdista” encuentra que la raíz de la injusticia está en la desigual distribución del poder. Otros elementos sólo pueden entrar en juego en la medida en que son formas de poder, como el conocimiento o los recursos económicos.

¿Por qué esto es así? Porque la injusticia del sistema reside en que unos tienen el poder para organizar el sistema social (es decir, las actividades económicas, las estructuras políticas, los canales de comunicación social, entre otras cosas) y otros con las justas pueden adaptarse y sobrevivir, siendo fichas que los otros utilizan para su beneficio. La utopía “izquierdista” es la de un mundo construido entre todos y todas para beneficio de todos y todas. Es decir, la utopía izquierdista es un mundo radicalmente democrático, donde las decisiones que tengan repercusiones colectivas sean también tomadas colectivamente. Por ello decíamos más arriba que la emancipación no es una apuesta individual, sino colectiva.

Este elemento está directamente relacionado con las formas de la lucha “izquierdista”. Si la meta es que el poder sea un bien social y no un privilegio de elites, mal podría un “izquierdista” querer acumular todo el poder en las manos de su grupo creyendo que esa es la única forma de llevar a cabo las verdaderas transformaciones. Si la “izquierda” es un amplio espectro de fuerzas movidas por las inquietudes que estamos enumerando, podríamos considerar “más de izquierda” a quien propone mecanismos democráticos más amplios para tomar decisiones, y menos de izquierda a quienes quieren mantener el poder en pequeñas camarillas o en la figura de un gran líder.

***

Estas cuatro condiciones son imprescindibles cada una por sí misma. De poco sirve un izquierdista comprometido pero sin capacidad de criticar sus líderes. De poco sirve un crítico ácido que no comprenda que el sistema es medularmente injusto. De poco sirve un intelectual que desarrolle una compleja teoría del cambio social, si no tiene ninguna cercanía con los actores de ese cambio, es decir, con su propio pueblo. De poco sirve una revolución izquierdista exitosa si no viene de la mano con la participación popular más amplia en las decisiones colectivas que son las que van a ir diseñando ese otro mundo que queremos.

runa, junio del 2006
Comunidad del Río Hablador

(artículo escrito en junio pero que recién ve la luz)

jueves, 10 de mayo de 2007

Spiderman y el capitalismo

Spiderman y el capitalismo

Esta semana fui a ver “El hombre araña” en su tercera entrega. No es una película tan buena como la primera: el argumento deja mucho que desear, es bastante predecible, se hace lenta y puede aburrir. Sin embargo, los efectos especiales y las escenas de pelea son espectaculares... y para todos los que le tenemos cariño al personaje es un gusto verlo nuevamente colgando de los rascacielos.

Ahora que ya he visto el paquete completo, quiero darme el gusto de hacer unas reflexiones que me daban vueltas en la cabeza desde la primera película. Obviamente, no le voy a pedir a “Spiderman” que sea una película de alto contenido social hecha para “hacer pensar”. Nadie va a ir a verla con esa expectativa. ¡Y, sin embargo, es una película que permite hacerse tantas preguntas! Resulta ad hoc para un cine-forum sobre el capitalismo. El esloveno Slavoj Zizek dice que, en estos tiempos en los que supuestamente ha llegado el fin de las ideologías, es cuando más encerrados estamos dentro de formas de ver la vida que son eminentemente ideológicas. Por ello, dice, en las películas norteamericanas vemos que los gringos pueden imaginarse de todo: desastres naturales, invasiones extraterrestres, el fin de la humanidad, el fin del mundo... pero nunca, jamás, el fin del capitalismo.

Spiderman” es, precisamente, la historia de un buen muchacho que se cuestiona permanentemente acerca de todo: de lo correcto, de lo incorrecto, del sentido de la vida, de la justicia... Pero que nunca, jamás, es capaz de dirigirle esas preguntas a la manera en que está organizado su mundo. Lo interesante de las películas de superhéroes es que ellos “luchan por la justicia”. Esa es la misión y la razón de ser de estos personajes. Pero, ¿alguna vez se han preguntado qué es la justicia? ¿Se han preguntado si su sociedad y sus reglas son justas?

¡Por dios, hace tres películas que Peter Parker trabaja sin contrato y sin ningún tipo de estabilidad! Cuando era empleado de una pizzería, como millones de trabajadores “temporales” de los fast foods alrededor del mundo, era presionado todo el tiempo por su jefe para cumplir con su tarea de la manera más rápida y más eficiente. Me pregunto: ¿su empleador le había contratado algún tipo de seguro médico? Dadas las arriesgadas maniobras que realizaba para entregar el pedido en el tiempo indicado ¡tenía que tratarse de Spiderman para no sentirse preocupado por la carencia de seguridad social! Y, a pesar de todos sus esfuerzos... ¡fue despedido! ¿Le habrán pagado alguna indemnización? ¿O eso ya no se estila?

Cuando entró al periódico Daily Bugle lo hizo en calidad de free lance, de manera que su jefe el simpático JJ Jameson no estaba obligado a firmar ningún contrato con él ni a asumir ninguna responsabilidad como empleador. Las empresas suelen recurrir a esta figura aduciendo que si pasan a planilla a más personas van a dejar de ser “competitivas”. Sin embargo, en la tercera película nos enteramos que la planilla tenía una vacante pues otro trabajador... había sido despedido. Por supuesto, a JJ Jameson no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de cubrir ese puesto con alguno de sus fotógrafos estrella. Cuando finalmente las circunstancias lo obligan a hacerlo, elige al más oportunista de ellos, cometiendo un acto que por primera vez es presentado por el guionista como una injusticia patente.

En este punto, el bueno de Peter Parker “lucha por sus derechos”, demostrando el fraude de su rival y consiguiendo la vacante que deseaba... Lo curioso es que lo hace estando inmerso en un estado que el mismo guionista se encarga de dejar en claro que es “negativo”: su actitud “firme y dura” nace gracias a la simbiosis con aquella sustancia alienígena que luego dará origen al personaje Venom y que es descrita por el profesor de Parker (una voz de autoridad dentro de la historia) como un elemento que potencia lo peor de sus víctimas, volviéndolas agresivas.

Pero en esta película la inestabilidad laboral es moneda corriente. La propia novia de Peter, Mary Jane Watson (interpretada por la guapísima Kirsten Dunst) es despedida sin previo aviso, sin mayores explicaciones y sin ningún trámite. Un día llega a su centro de labores (un teatro en Broadway) y se encuentra con que hay otra persona cumpliendo su papel. El único comentario al respecto, de una de las personas que dirigía el ensayo de la nueva actriz, fue referido a los encargados de Producción: “han manejado pésimo esta situación”. Solo queda preguntarse si la Producción de la película ha sabido manejar mejor ese tipo de casos. Esperemos que ningún camarógrafo haya llegado al estudio para encontrarse con que había un chico nuevo y seguramente más barato operando los equipos de grabación.

Ahora bien, el caso más interesante es el del ladrón Flint Marko, quien resulta ser el verdadero asesino del tío Ben. Esta historia es fascinante por las cosas que no se dicen... y que nadie pregunta. Marko tiene una hija que sufre algún tipo de enfermedad grave. Como necesita dinero para la operación, decide robar. La moraleja final de la película es “siempre tienes otra opción”, con lo cual se le resta validez a la excusa “robo por necesidad”. Por supuesto, Marko podría haber escogido otro camino para obtener el diinero que requería. Pero la pregunta interesante es: ¿por qué tenía que conseguir una gran cantidad de dinero para operar a su hija? ¿Por qué dicha operación no era gratuita? O, en todo caso, ¿por qué él, su esposa o la hija no tenían algún tipo de seguro médico que les facilitara las cosas?

Este caso lleva al pobre Spiderman a malbaratear sus elevados conceptos de la justicia cuando, en su primer enfrentamiendo con Marko, trata de rescatar unos dineros robados al banco. El problema aquí reside en que con ello logra hacer coincidir exactamente su ideal justiciero con las normas legales vigentes en su país. Estaremos de acuerdo en que no tiene por qué haber una coincidencia plena entre ambas cosas, ¿verdad? Si el Hombre Araña va a gastar su tiempo y arriesgar su vida para defender los derechos de propiedad de los banqueros, que ya tienen sus propios guardias de seguridad además de a toda la policía de la ciudad cautelando sus intereses, entonces uno no entiende cuál es la gracia. En una ciudad tan grande como Nueva York, podemos estar seguros que en el mismo momento en que Spiderman perseguía a Marko había muchas otras personas con problemas quizás más graves que los del dueño del banco robado. Por ejemplo, una pequeña niña enferma que no puede pagar su operación. Cae mucho más simpático el Chapulín Colorado, a quien no recuerdo nunca tan burdamente identificado con intereses privados de esa naturaleza.

En una de las últimas escenas de la película, Marko explica a Peter Parker su caso y éste, en una muestra de su gran calidad moral, “perdona” al asesino de su tío. Pero lo que a mi no me quedó claro es por qué, si Parker es tan buena onda y se preocupa tanto por los problemas de los demás, nunca se le ocurrió preguntar “Oye, pero ¿qué tiene tu hija?, ¿cómo la podemos ayudar? Mira, la otra vez salvé a la hija del capitán de la policía, quizás él nos pueda hechar una mano...”. No. Simplemente lo perdonó y dejó que Marko se desvaneciera para siempre.

Una mirada superficial a Spiderman ayuda a desnudar algunas lógicas del capìtalismo y, en particular, del capitalismo norteamericano, que hoy por hoy parecen tan obvias que a nadie se le ocurre cuestionarlas. Haz lo correcto. Tú tienes el poder de decisión. Trabaja, estudia, sácate el ancho para ser un triunfador y cumplir todos tus sueños: ser físico, ser actriz, ser fotógrafo. Sé bueno. Y no infrinjas la ley ni te dejes llevar por la ira: toma las cosas siempre por el lado amable. Ayuda a los demás, pero jamás preguntes por qué están en problemas. Y, si quieres luchar por la justicia, ¡ponte del lado de la policía, ayúdala a atrapar ladronzuelos y derrota a tus archienemigos!

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

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