miércoles, 31 de octubre de 2007

El síndrome del estatizador arrepentido

La Palabra Ingenua 31/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador

El síndrome del estatizador arrepentido

¡Alan! ¡Qué bueno que por fin te hayas animado a explicarnos a dónde va tu Gobierno! Con ese artículo tan bueno que has escrito el domingo 28 en El Comercio, ¡por fin tenemos con quién debatir! Espero que comprendas mi emoción: casi durante un año y medio de tu segunda presidencia no sabíamos con quién debíamos discutir: había tantas contradicciones entre los rollos de los distintos funcionarios, y más aún entre vuestros rollos y vuestra práctica, que uno quedaba desconcertado. Y, bueno, en tu último mensaje a la Nación nos atosigaste con cifras y datos duros que no permitían comprender el kid del asunto. Pero ahora has delineado punto por punto tu estrategia para el desarrollo del país, y no puedo sino felicitarte por eso. Te confesaré, además, que es mucho más interesante comentar tus nuevas posturas sobre política económica (tan distintas de tus tiempos de estatizador de la banca) que investigar por qué demonios tus ministros no pueden comprar ni una bomba lacrimógena.

La primera pregunta que me surge es qué hubiera pasado si el contenido de tu artículo del domingo hubiera sido tu propuesta de campaña en las elecciones. Ya pues hombre: en lugar de plantear que la segunda vuelta era entre el salto al vacío y el “cambio responsable”, nos hubieras dicho con franqueza que tu opción era la de radicalizar las reformas que impuso Fujimori en los 90. Cuando asumiste la presidencia anunciaste pomposamente el fin de las privatizaciones. Hubiera sido más transparente de tu parte decir “se acabaron las privatizaciones de empresas porque ya rematamos todo. Ahora viene la privatización de los bosques, la tierra, el subsuelo y el mar”.

Tarde, pues, compañero. Pero más vale tarde que nunca. Así que habremos de responderte y continuar con el debate que ha iniciado ayer en La República Pedro Francke. Pero antes de contarte lo que pienso sobre tu plan estratégico de venderlo todo al mejor postor, déjame pedirte un favor: la próxima vez que quieras iniciar un debate con los que no pensamos como tú, trata de no decirnos ni “perros” ni “comechados” ni “grupúsculos”. ¿Puede ser?

Lo primero que te diría es que tus propuestas no son tan novedosas que digamos. Desde que Raymondi dijo eso de que el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro venimos oyendo hasta el cansancio que somos unos tontos o unos flojos que no sabemos usar nuestros recursos. “Que me den más sin que yo haga ningún esfuerzo”: esa frase es de tu último artículo. ¿Esa es la visión que tienes de los peruanos, tus gobernados, aquellos a quienes representas?

Lo segundo que te diría es que siempre llegas tarde, compañero. Cuando el neoliberalismo ya había hecho su ingreso arrollador en América latina, a tí se te ocurre estatizar la banca. Y ahora que más bien está de retirada y que a todos nuestros vecinos les ha quedado claro que el Estado debe cumplir un papel muy activo para orientar la inversión, a tí se te ocurre plantear la privatización de todo.

Porque, ojo, lo que estás planteando se llama privatización. En tu artículo dices que las concesiones, que son figuras por las cuales el Estado entrega un recurso en usufructo a un privado por un tiempo y en unas condiciones determinadas, no han servido para nada. Y propones bien clarito que lo que se necesita es la propiedad. Es decir, que cosas que ahora son públicas o tienen muchos dueños (los bosques, la tierra, el subsuelo, el mar) deberían pasar a unas pocas manos privadas. Y para ponerlo más bonito nos dices “empresas colectivas”, como para que no creamos que quieres favorecer a los malos capitalistas de siempre. ¡Ja! ¡Que buena! Tus “empresas colectivas” son los “fondos de pensiones”: las AFP. Es decir, tu propuesta consiste en vender los recursos de la Nación a Dionisio Romero, al BBVA o a la AFP del gordito simpático de Raúl Vargas.

Si tu propuesta es que unos pocos grupos económicos transnacionales que tengan en propiedad los recursos naturales para ponerlos “en valor”, pues eso ya lo hemos tenido antes. Por ejemplo, durante la República Aristocrática: para luchar contra ese modelo nació el APRA. Otro ejemplo: el odriísmo; ese fue el contexto de las guerrillas surgidas (también) en el seno del APRA Rebelde. Es decir, lo hemos tenido casi siempre y tamaña concentración de la propiedad no se ha traducido en bienestar para la población, lo que ocasiona contradicciones de clase muy fuertes, golpes, revueltas y revoluciones. Además, se trata de un modelo de desarrollo artificial, que nos hace dependientes del precio internacional de las materias primas. Pedro Francke señala que tu artículo demuestra que no te interesa promover la industria: para tí es suficiente que venga el capital extranjero a invertir en este país primarioexportador.

Tu primer ejemplo es la Amazonía. Planteas, para la extracción de madera, algo que probablemente nadie puede contradecir: “respetemos los bosques vírgenes (...) pero comencemos por los 8 millones de hectáreas que han sido convertidos en desierto” por la tala. ¡Bacán! A lo Antonio Brack, reforestamos, vendemos y la hacemos linda. Solo anoto dos elementos. Uno: ¿cómo te vamos a creer lo de “respetar los bosques vígernes” si acabas de presentar un proyecto que recortaría la reserva de Candamo para facilitar la extracción de petróleo? Dos: dices “comencemos”. ¿Por donde continuamos, señor ideólogo?

Sobre la amazonía dices también que hemos “inventado” al nativo no contactado. ¿Inventado? ¿Inventado? Oye, al menos podrías chequear las noticias: hace solo un mes pudimos ver imágenes de nativos en aislamiento voluntario cerca a la frontera con Brasil. Por último, afirmas que no deberíamos dejar que el petróleo peruano se quede “bajo tierra”. Pues bien: en Ecuador están promoviendo hoy día la figura de dejar el petróleo “bajo tierra” a sabiendas de que mucho mayor valor tienen los bosques si no se les destruye con la explotación del crudo. ¿Sabes por qué? Porque el petróleo es un recurso arcaico, obsoleto, que poco a poco representará el pasado de la humanidad (a menos que querramos que represente la tumba de la humanidad). Si tu propuesta de desarrollo consiste en entregarle la selva a las petroleras y zurrarte en los críticos porque, según tú, solo sabemos inventar obstáculos porque nos gusta joder... entonces tú estás en el siglo pasado.

Dejemos de la selva su encanto y analicemos tus planes para la sierra. Allí hay tres recursos que te apetecen y que no te dejamos comer: la tierra, los minerales y los ríos. Para la tierra lo que propones se llama contra-reforma agraria. Yo estoy seguro que muchos estarán felices: los antivelasquistas, los que creen que fue la reforma agraria (y no la crisis de la deuda, la destrucción del modelo de sustitución de importaciones, la guerra interna o esos pequeños detalles) lo que jodió al Perú. No voy a defender aquí la reforma de Velasco porque no viene al caso y porque supongo que para todos es evidente que la repartición de la tierra no significa de manera automática socialismo ni desarrollo. Menos aún cuando se hace tan antitécnica y burocráticamente como en el gobierno militar. Pero sí te voy a contar lo que vi hace poco con mis propios ojos y que me dice suficiente sobre los efectos de la concentración de la propiedad de la tierra. Estuve hace menos de un mes en Ica, en el caserío llamado “Camino de Reyes”, donde casi el 100% de las tierras es propiedad de “unos ingenieros”, como me decía la población. Allí se produce uva de la que se hace vino y pisco; también se cultiva espárragos y alcachofas que son para exportar. Casi todos los pobladores de Camino de Reyes trabajan allí, a destajo: los llaman cuando hay campaña y les pagan 12 soles por 12 horas de chamba, de 5 de la mañana a 5 de la tarde. No hay sindicatos. Tampoco hay agua ni desagüe. La única presencia del Estado es un colegio primario, unidocente y multigrado. Para los pobladores, la gran concentración no ha traído mucho beneficio que digamos: allí son los ingenieros los que se lo comen todo y no dejan comer a nadie más. ¿O pobreza o injusticia? ¿Esa es la dicotomía triste que nos planteas? No, Alan, así no son las cosas: hay formas de crear riqueza en equidad.

Un detalle, por cierto: es una mentira histórica decir que fue el Virrey Toledo quien “creó” la comunidad campesina. Toledo (el virrey) inventó las reducciones, pero la comunidad como forma de tenencia de la tierra es muy anterior. Y tampoco te creas que eres el primero que quiere destruirla: ese rollo de individualizar la propiedad lo venimos escuchando desde que Bolívar y San Martín quisieron “modernizarnos” e implantar el “liberalismo”. Y hasta ahora sigue allí, a pesar de todo. ¿Por algo será, no?

¡Y la minería! Según dices, es un tema del siglo pasado discutir si la minería contamina o no el medio ambiente. Pues no, fíjate: denuncias por contaminación minera las hay HOY DÍA en Estados Unidos (sí, sí), en Sudáfrica, en Indonesia, en Venezuela... ¡en todas partes! Si tú crees que no contamina allá tú: no es una cuestión de fe. Pero hay algo en lo que sí tienes razón: “eso depende de lo estricto que sea el Estado en la exigencia tecnológica”. Y justamente ha sido tú Gobierno, este año, el que ha relajado las exigencias para las mineras. ¿Cómo te vamos a creer, por favor? Otra cosa en la que tienes razón: en la mayoría de casos, el principal problema no es la contaminación sino la mínima participación de la localidad en los beneficios económicos que se generan con sus minerales. Pero ¡fuiste tú quien no se atrevió a poner el impuesto a las sobreganancias que habías ofrecido en campaña! Preferiste pasar el sombrero y crear un fondo que las propias mineras administrarán según les parezca. No te pases, pues: ¿ahora tú hablas de “negociar mejor”?

Para continuar dándote la razón, concluyo con los ríos. Dices, y es cierto, que ampliar la generación hidroeléctrica es una excelente opción pues se trata de energía “renovable, casi eterna y limpia”. Bacán. Lo que no comprendo es la necesidad de plantear modelos privatistas para ello. Dices: “eso tienen que hacerlo grandes capitales privados o internacionales que necesitan una seguridad de largo plazo para invertir miles de millones (...) Pero el perro del hortelano (sic) dice: ¿Por qué van a hacer dinero con nuestras caídas de agua? Mejor que lo haga el gobierno regional. Pero no dicen con qué dinero”. Pues sí: ¡mejor que lo haga el Gobierno regional! ¿Sabes por qué? No es un capricho: se trata de que hay algunas cosas que son mercancías (las medias, los caramelos, las computadoras) y otras cosas que son bienes públicos y necesidades sociales. Los ríos son bienes públicos; la energía, una necesidad social. Si es posible que ese tipo de bienes sea administrado por la colectividad, es mucho mejor. Y en el caso de la energía eléctrica eso es harto posible. ¿Con qué recursos, dices? A ver, dos ideas. Unos recursos se llaman canon, regalías e impuesto a las sobreganancias. Y otros recursos se llaman cooperación sudamericana: por ejemplo, si el Perú decidiera formar parte de la excelente iniciativa del Banco del Sur podríamos invertir en infraestructura de interés regional, como están haciendo Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia... Solo son dos sugerencias, como para apoyarte, ya que parece que por la edad estás falto de ideas y no te queda más que seguir los consejos de tus amigos Julio Favre y Aldo Mariátegui.

La cosa es clara: tu plan estratégico es entregar nuestros recursos naturales en propiedad a grandes grupos económicos transnacionales. Según tú, eso va a generar desarrollo. Además, según tú, “esa es la apuesta al futuro y lo único que nos hará progresar”. Según miles de peruanos más, que apostamos por el cambio y no por la radicalización del “neoliberalismo”, sí hay otras salidas y es posible otro desarrollo, con equidad, con generación de riqueza y en un proceso de integración subregional.

Nota: este documento ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

sábado, 27 de octubre de 2007

¡Ay Caral! Feliz 13 aniversario

La Palabra Ingenua 27/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador

¡Ay Caral!
Feliz
aniversario: el proyecto Caral-Supe cumple 13 años cambiando la historia del Perú

Acabo de llegar a Lima emocionado luego de conocer la ciudad de Caral, que según las investigaciones en curso es la más antigua de América. Antes que nada quiero enviar desde aquí un enorme abrazo y unas felicitaciones a todo el equipo de arqueólogos y técnicos del Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe, que el día de hoy (27 de octubre) cumple 13 años de trabajos. Los festejos tuvieron lugar este viernes y sábado, e incluyeron un pago a la tierra, danzas, actividades culturales, comida y (lo más importante para los misios como yo) ingreso y guiado gratis. Aprovecho para mandar un saludo especial a Miguel, poblador caralino y trabajador del proyecto, quien nos guió el día de hoy.

Mi emoción por haber conocido esta Ciudad de 5 mil años de antigüedad proviene, claro, del hecho de que la arqueología siempre ha sido una de mis (no tan secretas) pasiones. En la época de la elección vocacional, luego de algunas dudas, opté por dedicarme a testimoniar el presente... pero siempre me quedó el bichito por el “periodismo de la historia”, la arqueología, que es la que nos permite conocer la vida cotidiana y las cuitas de quienes pisaron esta tierra mucho antes que nosotros.

Pero más allá de esta pasión muy personal, mi vivo interés por conocer Caral y todo lo que allí se está investigando proviene del hecho de que la historia del Perú que yo estudié en el colegio y, luego, en la universidad, ha sido puesta de cabeza. Cuando yo era feliz e indocumentado, como diría Gabo García Márquez, la historia del Perú antiguo empezaba nebulosamente con un período formativo cuyas expresiones más complejas eran Sechín o Kotosh. Luego, seguía el “primer horizonte”: Chavín. Es decir, la historia de la civilización andina empezaba en la sierra y alrededor de 3400 años atrás.

Ahora, 13 años de excavaciones en Caral nos vienen a revelar que esta sociedad compleja que coordinó a 20 centros urbanos y realizó intercambios con la costa, la sierra, la selva y con poblaciones de la zona ecuatorial tiene nada menos que 5 mil años de antigüedad. La primera reacción cuando a uno le dicen que la cuna de la cultura andina había sido contemporánea a las sociedades egipcia o mesopotama responde a un natural infantilismo chauvinista: un irrefrenable orgullo con mayor sustento histórico que la declaración de Machu Picchu como “maravilla” moderna. Aún falta mucho por investigar y los arqueólogos de Caral son muy cautos en no aventurar hipótesis que no tengan cómo sostener. Falta, además, un fino trabajo para reelaborar la línea de desarrollo de la civilización andina y explicarnos cómo encaja Caral en la historia que nos habían contado. Pero a los hinchas que miramos desde la tribuna el trabajo de los investigadores no nos queda más que aplaudir con emoción y gritar apasionadamente este golazo arqueológico.

Pasada la emoción infantil, lo que me han contado hoy mientras caminaba entre las arenas del valle de Supe me provoca algunas reflexiones sueltas. Una de ellas es sobre qué significado tiene este descubrimiento en nuestra manera de ver al Perú. Nuestro país, lo sabemos, está partido en dos: por un lado está “lo andino”, “lo provinciano”, “lo serrano”; por otro, en situación de tensión y conflicto, está “lo europeo”, “lo limeño”, “lo costeño”. Como en la época colonial, “la república de indios” versus “la república de españoles”: más allá de lo compleja y dinámica que es nuestra realidad cultural (sobretodo en nuestros tiempos), esta oposición dual sigue muy presente. Las últimas elecciones así lo demuestran. Por eso, me pregunto, ¿qué efectos puede tener en nuestra autopercepción como país el saber que la civilización andina tiene su origen a 4 horas de la ciudad de Lima? Por más tonto o elemental que suene, la costa -que ha sido “reconquistada” por los pobladores de la sierra durante las últimas 4 décadas, como lo demuestra la historia de Lima, de Chimbote, de Ica y de casi todas las ciudades del litoral- es tan andina como la papa huayro. Ya las investigaciones de Cerrón Palomino nos habían mostrado que la lengua quechua había nacido en la costa central. Pero hoy tenemos una evidencia concreta, tangible -pétrea- del origen costeño del mundo andino, que tal vez ayude a des-esencializar algunos relatos nacionalistas.

Por otro lado, pensaba en cuánto tenemos aún que aprender de la forma en que nuestros abuelos (en el sentido más amplio) se organizaron. Con Caral confirmamos que la civilización andina tenía 5 mil años (o más) aprendiendo a dominar nuestra difícil geografía. Esta ciudad fue ocupada durante mil años, así que podemos imaginar la cantidad de fenónenos del Niño, sismos y friajes que habrá tenido que soportar. Los caralinos supieron muy bien cómo responder a los desafíos que les puso nuestra pachamama, gracias a técnicas como la construcción sismo-resistente. Pero, además de la “tecnología”, hay una clave en el desarrollo del mundo andino: la cooperación. Como John Murra ya señaló, la posibilidad de acceder al máximo de recursos de diversos pisos ecológicos es fundamental en una geografía como la nuestra, que nos ofrece diversidad pero no extensión de terrenos cultivables. Los caralinos producían algodón, pallares, calabazas y frutas; pero gracias al intercambio obtenían pescado, ají, mullu, material combustible y otros bienes desde el litoral, la sierra, la selva y el norte. Un detalle muy importante: aún no se han encontrado (al menos no en una cantidad relevante) armas. Es muy probable que la violencia haya jugado un rol en esta sociedad. Pero la evidencia indicaría que no fue un rol determinante. Como es recurrente en otras culturas andinas, la guerra era un instrumento, pero las alianzas políticas y la cooperación recíproca eran un mecanismo mucho más exitoso para el desarrollo de las sociedades complejas.

¡Ah! Lo que sí se ha encontrado es vastos juegos de instrumentos musicales de viento: flautas, antaras y silbatos en hueso de pelícano y de venado. Una ciudad alegre, musical y festiva, ¡claro que sí!

Por último, he quedado muy impresionado porque, al menos desde fuera, Caral parece funcionar como debería ocurrir con todos los proyectos arqueológicos. El Estado (gracias a Paniagua) se puso las pilas y le asignó un presupuesto propio que les ha permitido ampliar sus perspectivas. Además, se ve rigor y cariño por el proyecto y, quizá más importante aún, un vínculo con la localidad. Aparentemente la apuesta es que los pobladores del valle de Supe sean los primeros en reconocer el valor de la ciudad, y que por lo tanto la defiendan y la cuiden. Hay un énfasis especial en involucrar y capacitar a la población local, la mayoría de técnicos y guías son de la zona y el proyecto busca insertarse en el plan de desarrollo del valle como un elemento estratégico.

¡Bravo por los responsables del proyecto y por cada uno de los trabajadores que lo sacan adelante! ¡Feliz 13 aniversario!

Aquí termino. Solo recomiendo que se animen a conocer la cuna de la civilización andina. Es muy fácil llegar: en Abancay o en Fiori salen unos carros que cobran en promedio 10 soles hasta Supe y demoran 3 horas. En Supe se toman unos colectivos que por s/. 3.50 y en una hora de viaje dejan en el camino a Caral. De allí son solo 15 minutos a pie. Se recomienda llegar por la mañana, porque hay mucho por conocer y los carros de regreso solo salen hasta las 4 de la tarde. ¡Ah! Normalmente se cobra ingreso y guiado, pero ¡vale la pena! Para mayores informes, nada mejor que visitar la propia página web del proyecto: http://www.caralperu.gob.pe

Nota: este documento ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!


+Bonus track: algunas fotos de la visita:

Fogón ritual, circular, con canaleta para la entrada del aire y alimentado con "pumpush", una planta combustible traída de la sierra.








Miguel, un excelente trabajo de guiado.







El "anfiteatro" circular, donde se realizaban reuniones, ceremonias y, también, tocadas con instrumentos de viento.








La Pirámide mayor, con sus cuatro grandes y enigmáticos monolitos.

martes, 23 de octubre de 2007

Desde arriba y desde abajo

La Palabra Ingenua 23/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador

Ecología política: desde arriba y desde abajo
En la resaca del Foro y del día de acción del Blog...

El lunes 15 de octubre tuvo lugar el “día de acción del blog”, una convocatoria para que todos los internautas del mundo dediquen su espacio a tratar un mismo tema: el medio ambiente. La Palabra Ingenua se había sumado a dicha convocatoria, pero al final estuve de cabeza en el Foro de Villa El Salvador y no pude cumplir con el comprosimo asumido. El martes 16 el eje temático del FCS fue “ecología y medio ambiente”, así que mi plan original era escribir de inmediato algunos apuntes sobre las mesas centrales de esa noche. Sin embargo, luego de las conferencias y de su respectivo caldo de gallina (sin presa) ya no encontré cabinas de Internet abiertas... y así pasó el tiempo hasta hoy.

La mesa central de aquella noche se llamaba “Naturaleza, Sociedad, Política y Utopía: Hablando de Ecología Política desde lo Popular”. Pretencioso nombre, sin duda (y, en este caso, una pretención digna de aplauso). Participaron un ex funcionario de la Municipalidad de Villa El Salvador, que puso en contexto la problemática medioambiental en el distrito; una actual funcionaria del Consejo Nacional del Ambiente, que confesó abiertamente que ese organismo está pintado en la pared porque no existe voluntad política para hacer cumplir las leyes en este campo; Renán Gallo, dirigente de la Confederación Campesina del Perú (CCP); Carlos Franco, técnico de la Campaña por el Derecho Humano al Agua; y Tito Espinoza, actualmente ligado a los movimientos indígenas de la selva peruana.

La mayoría de exposiciones fueron sobrias y algunas hasta sosas, hasta que Tito recogió el título de la conferencia y puso en el centro de la discusión la dimensión política del problema medioambiental. De inmediato el auditorio reaccionó y se armó un interesante debate sobre si la crisis que atraviesa el planeta es de naturaleza principalmente política o principalmente cultural, y por lo tanto si las soluciones pasan por una lucha de poder -por una lucha anticapitalista- o por un cambio en nuestras costumbres cotidianas. De un lado estaban las posturas que le achacaban todo a las transnacionales y al imperialismo, y también las que le echaban la culpa a la “civilización” occidental y por lo tanto criticaban también la crudo-adicción del chavismo bolivariano. Del otro lado, se planteaba que los culpables son nuestros patrones de consumo cotidiano -por lo tanto, “todos nostros”.

Hacia el final de la conversa una de las organizadoras, Diana, resumió el peligro que encierran ambas posturas: el discurso “no bote papeles a la calle y estará salvando el mundo” neutraliza las dimensiones políticas del problema y nos hace olvidar, por decir, que EEUU emite alrededor del 35% de los gases que producen el calentamiento global; pero al mismo tiempo el discurso “quienes están destruyendo nuestro mundo son los poderosos, las corporaciones, las minas” ubica el problema siempre afuera, siempre en “los otros”, sin reconocer que las soluciones también pasan por una revisión de nuestros patrones de consumo cotidianos.

Ya está suficientemente probado que nuestra pachamama está sufriendo transtornos inéditos por culpa de la acción humana. Al Gore (flamante Nobel de la Paz, un aliado político clave por más que provenga del stablishment norteamericano) muestra en “La verdad incómoda” que casi el 100% de los informes científicos considera el cambio climático como un dato objetivo, mientras que son los medios de comunicación (fácilmente manipulables) los únicos que problematizan esta información. Esto responde a una estrategia de las corporaciones por presentar el calentamiento global como “una teoría” y no como un hecho. Un descaro. No nos dejemos engañar: el clima está cambiando y es por culpa nuestra.

Nuestra”. Eduardo Galeano, en “Úselo y tírelo”, explica con claridad que la otra estrategia usada por las corporaciones es hacernos creer que “todos somos culpables”. Cuando “todos” son culpables, nadie lo es: nadie en particular debe asumir alguna responsabilidad.

Pero no todos somos culpables de la misma manera. Es cierto que son las corporaciones transnacionales las que se han encargado de saquear los recursos naturales destruyéndolo todo a su paso y las que han convertido a la “civilización” occidental en adicta al petróleo. Es cierto que la responsabilidad de que el mundo se esté calentando recae sobre los hombros de EEUU, en primer lugar, y de los países industrializados en general. Es cierto que George Bush, el mismo que hoy día sigue matando iraquíes por quinto año consecutivo, también está matando las posibilidades de acuerdos globales sobre reducción de emisiones contaminantes al no ratificar el protocolo de Kyoto. Es cierto que a gobiernos sumisos como el peruano, que dependen del gran poder minero y petrolero, no les interesa hacer que se cumplan las reglas medioambientales por más que Doe Run inyecte plomo en los pulmones de la población oroína, o que el tubo de TGP produzca derrames a cada rato en el río que da de comer a los Matsiguengas, o que miles de truchas mueran a causa los niveles de acidez de las aguas que Yanacocha canaliza hacia los ríos de Cajamarca. Es cierto, por último, que el capitallismo necesita del consumismo como el bebe de la teta, y por lo tanto que una lucha por hacer que pachamama recupere su salud es una lucha eminentemente anticapitalista.

Todo esto es cierto. Por eso la lucha verde es una lucha política. No se trata (solamente), como se ha ridiculizado a veces, de ponerse entre el árbol y la sierra mecánica para evitar la deforestación, o de denunciar la matanza de focas en Canadá. Se trata de una lucha de poder, por supuesto que sí: quienes están tomando hoy las decisiones políticas están al servicio del gran capital, y solo les interesa el crecimiento de la producción -es decir, la buena salud de los negocios- y no la sostenibilidad ecológica del modelo de globalización neoliberal.

Pero la lucha es tanto más política porque va mucho más allá de las decisiones que se toman a nivel “institucional”. Una ley, un tratado o muchos tratados no van a cambiar las cosas. Tampoco van a cambiar las cosas gracias a la elección de un presidente o de unos mejores congresistas, o por la incursión de un partido verde -los verdes cogobiernan en Europa hace muchos años. Así como es cierto que un enorme peso de responsabilidad recae sobre los poderosos -sobre los países industriales-, también es cierto que necesitamos revolucionar nuestros patrones de consumo.

Un ejemplo: el agua. Estamos matando ríos y mares a través de nuestro sistema de desagüe que por primera vez en la historia de la humanidad vincula las heces (antes relacionadas a la tierra) con el agua limpia. Las aguas negras van a desembocar sin ningún tratamiento a ríos que luego riegan nuestros campos y al mar donde viven los peces con los que luego hacemos ceviche. Cuando hablamos de la “escasez del agua”, hablamos no de que el H2O se esté acabando, sino de que las fuentes de agua limpia se hacen cada vez más difíciles de encontrar. Y las empresas mineras (que sí contaminan) tienen un punto cuando argumentan que también le hace daño a los ríos el desgüe que lleva heces y químicos.

Hay alternativas al sistema de desgüe. El que enfrenta el problema de manera más directa es “sanitario seco”, que retoma una vieja tradición romana y “quema” las heces con cal, convirtiéndolas en tierra que incluso puede usarse para fertilizar los campos. Sin embargo, cuando este sistema ha sido implementado en poblaciones urbano-marginales en Lima, la población ha solido verlo como una solución temporal, “mientras llega SEDAPAL”. Y es que el modelo social nos presenta el baño clasemediero como aspiración (por no hablar del jacuzzi). Pero para que las aguas negras dejen de ser un problema es necesario que TODA la ciudad -y no solamente “los pobres”- cambien de sistema. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dejar atrás el water?

Este es un buen ejemplo porque se trata de un daño grave al medio ambiente, pero del cual no se beneficia ninguna corporación transnacional. No hay “poderosos intereses” de las empresas que fabrican waters saboteando el cambio: solo hay una resistencia social producto de una cultura del confort. Podríamos poner muchos otros ejemplos. Compramos y usamos plástico para todo, sin percatarnos que su origen es la industria petroquímica y su destino... una lentísima descomposición. Por toda la ciudad circulan camionetas 4x4 muy pintonas... que consumen mucho más combustible que un vehículo normal. La aspiración de un ciudadano promedio -cualquiera sea su origen- cuando empieza a ganar buen billete es tener un carro particular, sin considerar que el transporte público es la mejor manera de ahorrar petróleo. Prácticamente nadie segrega los residuos sólidos en su casa, y nadie impulsa campañas para que su Municipio implemente sistemas de reciclaje. En fin...

¿Es menos político el tema medioambiental porque involucra nuestras costumbres cotidianas? Por el contrario: es más político aún. El campo fundamental de la lucha política no es quién gobierna o qué políticas se implementan desde el Estado -ese es uno de los campos importantes. Pero la disputa política primordial es por colonizar nuestras mentes, nuestros sentidos comunes, nuestra vida cotidiana. Quien lo logra, puede sentarse a descansar o dedicarse a sus negocios... Puede también reducir el aparato represivo al mínimo y reemplazarlo por la publicidad. Es lo que han hecho el capitalismo y nuestras democracias demoliberales. Su cultura del confort y su intencionada confusión entre libertad y consumo han calado hasta lo más profundo de nuestras almas. La principal lucha política, la “lucha final” (para ponernos clásicos) es la lucha por descolonizar nuestras vidas cotidianas.

¿Por dónde debemos empezar: un trabajo político urgente por controlar a las transnacionales que están destruyendo el planeta o un cambio cultural “de largo plazo”? Con esta duda terminamos la conferencia. Pero si las cosas son como parecen y ya estamos embarcados en un cambio climático inédito en la historia del planeta, nada puede ser “de largo plazo” y ambas cosas, la revolución en las políticas y la revolución en nuestras vidas cotidianas, deben ir de la mano y a paso ligero.

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

viernes, 12 de octubre de 2007

Maravilla El Salvador

La Palabra Ingenua 12/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador

Maravilla El Salvador
¡Otras culturas son posibles!

Esta semana empieza el cuarto Foro de la Cultura Solidaria que se realiza en Villa El Salvador y, a partir de este año, también en Villa María del Triunfo. En medio de las locuras propias de la organización (que explican nuestra ingenua mudez de esta semana), quiero darme un tiempito no para difundir este evento, sino para compartir rápidamente algunas reflexiones sobre lo que éste significa.

¿Qué es un “Foro” y, encima, uno de la “cultura” y, más específicamente, “solidaria”? Para decirlo en sencillo, el FCS es una semana repleta de actividades artísticas y culturales en el más amplio sentido de la palabra. A la volada menciono algunas de las actividades inscritas este año, solo para hacernos una idea de la diversidad que acoge este espacio. El martes 16, el grupo Ukumari narrará sus cuentos por la No Violencia. El miércoles 17, dentro del eje “economía solidaria”, la Federación Popular de Mujeres de VES organiza una conversa sobre banquitos comunales y comedores autogestionarios. El martes 16 nuestra querida Chalena Vásquez ofrecerá un concierto en la casa teatro Vichama. El lunes 15, varias experiencias de comunicación local y alternativa se darán encuentro en un taller en el Centro de Comunicación Popular y Desarrollo. El jueves 18, Gabriel Coutu desarrollará un laboratorio de improvisación teatral. El domingo 14 la Casa Alternativa Joven será escenario de un “encuentro de jóvenes militantes de izquierda” que promete juntar a perro, pericote y gato para reflexionar sobre nuestra acción política. El sábado 20, el Movimiento de Niños y Adolescentes Trabajadores hará una intervención callejera en el Óvalo de la Mujer: el “muro de la opinión”. El viernes 19, el colectivo ContraNaturas promueve el conversatorio “Arte, transformación social y sexualidades”.

El Foro es una oportunidad para que los vecinos -en particular los más jóvenes- de Lima Sur puedan acceder a un montón de manifestaciones artísticas e informarse sobre una serie de temáticas a las cuales, por esas cosas de la vida, no tienen acceso comúnmente. En realidad, para cualquiera que viva en cualquier distrito es poco común acceder a este tipo de expresiones, pues el arte, la cultura y la reflexión política no suelen ser tan promovidos que digamos. Pero no es solo “acceso”. Más importante aún, es un espacio para el diálogo y la libre expresión. Villa El Salvador es una ciudad que tiene una vida cultural muy activa, con decenas de grupos juveniles y artísticos. Así que la semana de arte libre que promueve el FCS busca ser solo un momento cumbre que reúna y potencie esta dinámica propia del distrito. Además, la voz de los pobladores es recogida a través de los talleres e intervenciones en la calle, que son momentos de intercambio entre trabajadores del arte y vecinos.

Pero, ¿a dónde apunta todo esto? Las y los personas y grupos que impulsamos este espacio creemos que es posible generar procesos de transformación social desde la cultura. Y por eso este año asumimos el lema “otras culturas son posibles” y, por si las moscas, dejamos claro que nos referimos a culturas “solidarias”. Aquí es a donde quería llegar. A los materialistas dialécticos puede resultarles por lo menos curioso escuchar que se puede “transformar la realidad” desde el campo que ellos normalmente identificarían como “superestructural”. En la misma línea, a algunos les suena demasiado “light” esto de la cultura “solidaria”, que se asocia demasiado a la “caridad”, a ser “buena gente”. Para poner un ejemplo, en Villa El Salvador funciona uno de los tantos “hospitales de la solidaridad” que promueve la Municipalidad de Lima. ¿Es nuestro concepto de “solidaridad” el mismo que el de Luis Castañeda?

No creo. Creo que, por el contrario, poner en relieve el valor “solidaridad” es una apuesta altamente subversiva cuando la cultura hegemónica es la del “sálvese quien pueda”, la del beneficio individual y la acumulación privada. Dicho en una palabra: la cultura hegemónica es el capitalismo. Porque (nuevamente a despecho de los materialistas ortodoxos), el capitalismo es una cultura, es una matriz cultural. Al menos, tal como entendemos hoy la cultura, esta no es (solamente) el arte -el arte es una de sus manifestaciones. La cultura, en términos amplios, es más bien una gramática construida socialmente que nos hace comprensible el mundo y, también, nos ayuda a saber qué comportamientos son legítimos y cuáles no. En el capitalismo, es legítimo acumular a toda costa riqueza -es decir, poder-sobre-otros. Así, en el mismo distrito autogestionario de Villa El Salvador podemos observar en cualquier calle unas casas de tres pisos en material noble al lado de humildes covachas de madera o, aún, esteras. Los ganadores y perdedores de la competencia.

Otras culturas solidarias posibles significan exactamente lo contrario. La apuesta por construir solidaridad está presente (o busca estarlo) en todo el proceso del Foro. Desde lo más evidente: los artistas no cobran por sus presentaciones, y la entrada a los eventos no es gratis, pero tampoco se cobra: al ingreso los asistentes entregan donaciones que luego son derivadas a organizaciones sociales del distrito. Pero más allá de este símbolo, la misma organización de la semana de arte libre es un proceso de solidaridad y colaboración, en el cual se lucha concientemente contra cualquier tipo de acumulación de poder, se hacen esfuerzos (quizás agotadores, pero indispensables) para que el liderazgo y la responsabilidad sean colectivizados, y se trabaja (y este año se ha avanzado mucho en eso) para que los gastos que se tengan que hacer se autogestionen en la medida de lo (im)posible.

Es decir, desde la práctica concreta tratamos de demostrar que otras culturas organizacionales y políticas sean posibles. Uno de los principios que considero con mayor carga revolucionaria es el que define al Foro como un espacio de “querencia” (¿en qué proyecto político o cultural se ha planteado como elemento central que los que lo promueven “se quieran”? Pero, por otro lado, sin ese detalle, ¿cómo se podría proponer un modelo social que se construya sobre el mismo principio?). A veces las dificultades naturales dentro de un proceso de este tipo han puesto en tensión este espíritu, pero creo que nadie deja de reconocer que conservarlo es central para hacer realidad estas otras culturas posibles.

Desde la práctica concreta significa también que el Foro hace énfasis en elementos de la “cultura” cotidiana que a veces pasan desapercibidos pero que son esenciales si queremos hacer algo distinto. Uno de ellos, quizás el más gráfico -y el menos importante en muchos programas políticos- es el de la alimentación. Promover una “cultura alimentaria andina” y, en general, otros patrones de consumo (no de consumismo) tiene efectos directos sobre la economía, la salud, el medio ambiente y, también, sobre la autoestima de las personas. En otra parte escribí unas reflexiones sobre el tema luego de una actividad que organizamos el año pasado con madres de familia, y que repetiremos este año con chicos de colegio. Pero ahora quería insistir en que para plantear que otros mundos son posibles y que otras culturas también lo son, el primer requisito es afirmar que es posible vivir de otras maneras, y eso interpela directamente nuestra cotidianidad.

El Foro tiene retos, por supuesto. Como experiencia humana que es, es recontra perfectible. Algunos de sus retos (y las agrupaciones que en este momento están cabezonas con los ajustes a la programación lo saben más que nadie) son muy logísticos. Suele ser complicado combinar voluntariado, horizontalidad y eficiencia. Pero el mundo que queremos no puede ser menos eficiente -al contrario, debe serlo más- que el capitalismo, así que hay que chambear duro en ese aspecto. Otros de los retos son mucho más organizacionales, sobretodo en lo que se refiere a construir colectivamente reglas de juego que funcionen y al mismo tiempo respondan a los principios que se propone el Foro. Otros de los retos son mucho más políticos y tienen que ver con la capacidad que tenga el Foro de insertarse dentro de la dinámica local y articularse al mismo tiempo con espacios metropolitanos que pueden considerarse hermanos -como la FITECA de Lima Norte-. Más aún, el FCS tiene mucho que decir, desde su especifidad peruana y enfáticamente cultural, en el movimiento alterglobalización y en el proceso de los Foros Sociales Mundiales en los cuales se inspira y de los cuales ha recogido el lema de que “otro mundo es posible”. Otros de sus retos tiene que ver con su naturaleza: esta especie de mixtura entre “organización” y “espacio” está buscando dejar de ser un evento de una semana de duración para convertirse en un “proceso”, al mismo tiempo de articulación y de transformación, al mismo tiempo local y global. ¿Qué significa eso, exactamente? Es una pregunta aún abierta.

¡Y seguramente que esta semana nos ayudará a intuir algunas respuestas!

¡Nos vemos en Villa El Salvador y Villa María del Triunfo esta semana!

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

martes, 2 de octubre de 2007

¡Feliz cumpleaños!

La Palabra Ingenua 02/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador

¡Feliz cumpleaños!

Nuestra ingenuidad de esta semana está dedicada a rendir un homenaje a Mohandas Karamchand Gandhi, tal vez el más grande ingenuo de todos los tiempos, aquel que creyó y nos demostró que es posible transformar la realidad sin violencia. El Alma Grande nació un día como hoy hace 138 años, con su patria sometida y dividida por el imperialismo inglés, y murió asesinado un 30 de enero de 1948 en una India que, no sin conflictos, se hacía libre y autónoma. No pretendo ni de lejos condensar el sentido de lo que su vida nos enseña. Simplemente quiero compartir algunas reflexiones sobre aspectos, que, desde mi lectura, son particularmente relevantes para quienes de una u otra forma insistimos en una política de la transformación.

Y por ello lo primero que quiero es reivindicar la figura política de Gandhi, un personaje que luego de su muerte ha solido ser desinfectado de toda carga política y “reducido” al papel de patriarca “ético”. ¡Vaya que resulta curioso que hoy en día podamos escribir una frase como la anterior! En nuestros tiempos ética y política no solo se han divorciado: se han vuelto incluso antónimos. Pero dentro de la concepción de Gandhi, debemos entender que la política no es otra cosa que el campo en el cual uno lucha para que las maneras en las que la sociedad se organiza tengan correspondencia con nuestros criterios éticos y valorativos. Política y ética no solo están íntimamente vinculadas, sino que la primera vendría a ser una de las maximas expresiones de la segunda: la política como exigencia se deriva de la voluntad de ser éticamente consecuente.

Pero Gandhi no fue solamente un activista éticamente motivado que se involucró en política. Pablo Neruda lo conoció brevemente durante un Congreso Pan-Hindú realizado en 1929. En su autobiografía “Confieso que he vivido” lo describe: “una cara fina de sagacísimo zorro; un hombre práctico; un político parecido a nuestros viejos dirigentes criollos; maestro en comités, sabio en tácticas, infatigable”. Las posteriores descripciones y homenajes lo congelan en su imagen de viejito semidesnudo, con su bastón, sonriendo con rostro de santo. Así, se invisibiliza que durante cuatro décadas fue un genio de la estrategia y de la táctica que supo hacer coincidir fines y medios sin quitarle efectividad a estos últimos.

¡Cuánto debemos aprender aún los que jugamos a hacer la revolución! Sin comprender los significados contextuales de las tácticas propuestas por Gandhi, nos limitamos a copiar sus acciones y las convertimos en inocuas expresiones de nuestro descontento. Para leer a Gandhi es necesario darnos cuenta que, dentro de una estrategia general no-violenta, sus acciones políticas estuvieron siempre diseñadas para atacar el centro del poder imperialista, con una agresividad simbólica y práctica quizás mayores que las de cualquier atentado violento.

Pongo dos ejemplos. En la película “Gandhi”, de Richard Attenborough -que es bastante fiel al mensaje gandhiano- vemos una escena en la que los principales líderes independentistas discuten qué acciones tomar ante ciertas leyes represivas que ha dictado el gobierno colonial. La propuesta “radical”, sostenida por el musulmán Jinnah, es declarar la huelga general. Gandhi lanza una contrapropuesta: convocar al pueblo indio a una semana de oración y reflexión. Jinnah se burla afirmando que es el momento de tomar acciones directas y contundentes. La réplica de Gandhi es precisa: “nunca he propuesto una cosa diferente”. En efecto, la “semana de oración y reflexión” tiene efectos equivalentes a la huelga general -ningún ciudadano irá a trabajar, con lo que se afecta el corazón de la economía: el aparato productivo- pero está mucho más enganchada con el contexto cultural indio y, además, brinda un paraguas religioso que protege a los que se sumen a la protesta de eventuales represalias inglesas. La “semana de oración” se convirtió en una masiva protesta contra la dominación imperialista, que marcó uno de los momentos de auge de la lucha por la independencia.

El segundo ejemplo: la marcha de la sal. En 1930, luego de algunos años de reflujo en el movimiento anticolonial, Gandhi decide salir a “recoger sal”, una actividad que estaba prohibida para particulares pues el gobierno colonial tenía el monopolio sobre este producto de primera necesidad. A su partida desde Ahmedabad lo acompañan 78 personas. Luego de recorrer a pie 400 kilómetros de distancia, descansando y predicando en cada pueblito, llega a los yacimientos de sal en Dandi junto con miles de personas. En su desesperación, Gobierno cometió el enorme error táctico de encarcelar (por enésima vez) a Gandhi. Los ingleses pensaban que “muerto el perro, muerta la rabia”. Pero a estas alturas el mensaje de Gandhi había calado en el movimiento de tal forma que la producción autónoma de sal continuó en jornadas masivas y pacíficas, cubiertas ampliamente por la prensa internacional (el movimiento por la independencia de la India fue, además, uno de pioneros en utilizar inteligentemente los medios de comunicación, abriendo un camino que posteriormente ha retomado, entre otros, el subcomandante Marcos). Cientos de personas fueron encarceladas hasta que el Gobierno, rebasado por la realidad, se vio obligado a retroceder y dio por terminado el monopolio sobre la sal. Este capítulo marcó el inicio del fin del dominio colonial sobre la India.

Y este capítulo nos habla también de cómo Gandhi supo convertir el contenido de su prédica en táctica, en acción política. Su razonamiento es muy simple: es injusto que nos prohiban la producción de sal; por lo tanto, puedo producir sal libremente porque nadie está obligado a obedecer una ley que considera injusta. Pero la desobediencia va de la mano con la disposición a aceptar el castigo que el marco legal injusto establece. La resistencia se vuelve ilegítima si emplea la violencia porque la violencia es, también, obligar a otro a algo que no desea. La no cooperación pacífica no busca “derrotar” al adversario para que se vea obligado a aceptar nuestro criterio de justicia, sino demostrarle la superioridad moral del mismo para que la acepte voluntariamente -o, en su defecto, hacerlo realidad en la práctica de una manera tan generalizada que cualquier intento de represión resulte inútil.

Esta doctrina ha sido “traducida” para el mundo occidental como “no violencia”, lo que es problemático al definir por negación, y como “resistencia civil”, que es la frase que usaba Gandhi para explicarla a los ingleses. Pero los conceptos de la tradición india que él recogió y actualizó eran swaraj y satyagraha. Swaraj significa “reinar sobre sí mismo”: cada individuo está obligado a obedecer únicamente las reglas que su propia conciencia la impone. Desde este punto de vista, Gandhi puede ser visto como un libertario, casi un anarquista. En 1942 el Partido del Congreso lanzó un llamamiento para emprender la lucha final para la liberación de la India. En ese manifiesto leemos la influencia de la doctrina del swaraj: “todo indio amante de la libertad y dispuesto a luchar por ella tiene que ser su propio dirigente”.

El satyagraha, por su parte, es la “fuerza de la verdad” o, para los occidentales, la “resistencia pasiva” o “civil”. Así la define en el libro “Su civilización y nuestra independencia”: “Dejamos de cooperar con nuestros jefes cuando nos desagradan. En eso consiste”. Y continúa: “Los que poseen la fuerza bruta no conocen el coraje que demanda la resistencia pasiva. ¿Cree usted que un cobarde pueda negarse a obedecer una ley que desaprueba? Se considera a los extremistas como los abogados de la fuerza bruta; ¿por qué entonces hablan de obediencia a las leyes? Cuando hayan conseguido arrojar a los ingleses y sustituirlos en el poder, nos exigirán a todos que obedezcamos a sus leyes”.

A estos dos conceptos debemos sumar el de swadeshi, que podríamos traducir como “autarquía” y que proviene de la concepción de que todo cuanto no podamos hacer con nuestras propias manos es superfluo. En esa línea, Gandhi promovió a nivel local la constitución de numerosas comunidades que se autoabastecían de alimentos, ropa y de todo cuanto requerían. En 1912, hizo un voto solemne para renunciar a toda forma de propiedad privada: desde entonces solo conoció la propiedad comunitaria de los bienes que eran producidos y apropiados colectivamente en su ashram.

Swaraj, satyagraha y swadeshi. Tres conceptos recogidos de la tradición india y reformulados con la pasión de la lucha concreta y a través de muchos años de lecturas y discusiones con intelectuales y compañeros reformistas y revolucionarios. La doctrina de Gandhi nace cuando él, luego de estudiar en Inglaterra y verse influenciado por el progresismo occidental, decide volver a beber de las aguas de la tradición y redescubre en su India natal estos conceptos que encuentra mucho más útiles e intensos. Además de político sagaz y éticamente comprometido, Gandhi significa una poderosa respuesta al monopolio occidental de las ideas y de la política, que era indiscutible en la primera mitad del siglo XX, mucho antes de la aparición de los culturalismos y de la posmodernidad.

No quiero extenderme mucho más, pero tampoco quiero terminar sin decir algo sobre el elogio de la vida simple. Nuestros tiempos de catástrofe medioambiental nos obligan a recordar a un Gandhi que buscaba reducir el consumo al mínimo indispensable, llamaba a abandonar las fábricas, no admitía más que la medicina natural, adoptó el vegetarianismo y renunció al estilo de vida inglés “moderno” para instalarse en una comunidad agrícola. Sin haber tenido el cambio climático como un tema de agenda, la figura de Gandhi también es una crítica a la manera en que la “civilización” occidental, enferma en su afan de consumo y confort, se ha convertido en enemiga de la vida sostenible sobre la tierra.

¿Debemos seguir al pie de la letra todas las enseñanzas de Gandhi? Él mismo nos dice que no en “Su civilización y nuestra independencia”: “Ningún ser humano puede pretender con certeza que solo él está en lo cierto, o que una cosa es falsa porque él la considera tal; lo más que puede decir es, simplemente, que dicha cosa es falsa para él, según su libre enjuiciamiento”. Y, sin duda, conservo muchas distancias con Gandhi: ciertos rasgos de fundamentalismo religioso, el poco interés por la democratización del poder y por la opinión de las mayorías y, en general, un tono pasadista y romántico que rechaza cualquier “modernización” y cualquier elemento proveniente del mundo occidental. Pero estas distancias no me impiden encontrar en Gandhi la figura de un padre y un maestro.

¡Feliz cumpleaños!

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

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