sábado, 21 de junio de 2008

¡Kusi mosoq wata!

La Palabra Ingenua 21/06/2008
Por runa, comunidad del río hablador

¡Kusi mosoq wata!

Ayer, 20 de junio, tuvo lugar el solsticio de invierno del 2008, según el calendario gregoriano, y se inició el año nuevo 5516 en el mundo andino. Antes que nada, ¡kusi mosoq wata!, es decir, ¡feliz año nuevo! Vamos a aprovechar esta excusa perfecta para hablar de un tema que aunque no es de coyuntura, sí es de enorme actualidad: los aportes que el pensamiento andino ha sembrado para ser cosechados por la humanidad en momentos en que la histórica revolución occidental ha llegado, por así decirlo, a sus “límites máximos permisibles”.

No puedo escribir nada exhaustivo sobre el pensamiento andino porque mis conocimientos al respecto son aún muy escasos. ¡Eso es un escándalo! Soy un hombre andino, que ha crecido al pie de los andes y que ha sido criado, como todos los peruanos, en el marco de culturas que permiten ver por todas partes la influencia andina. Sin embargo, en el colegio nadie me enseñó que existía algo así como un “pensamiento” andino: había un folklore andino, eso sí, con danzas muy bonitas. En la universidad tampoco estudié esta vertiente, ni siquiera en mis cursos de filo-sofía, que en griego significa, si no me han engañado, “amor por la sabiduría”. No comprendo qué tipo de amor es este que hace que ciertas sabidurías permanezcan invisibles.

Lo que sí puedo hacer es contar los motivos por los que estoy convencido que el pensamiento andino tiene respuestas para las principales preguntas que la humanidad se está haciendo hoy día. En este artículo solo pretendo resaltar algunos de estos motivos.

Y en primer lugar, vamos a decir cómo es esto de que existe un año nuevo andino. El “año” es un ciclo. El “año nuevo”, que tiene un origen agrícola, es el reinicio de ese ciclo marcado por el solsticio de invierno: es el momento en que vuelve a empezar la siembra. Pero ojo: no estamos hablando “solo” del mundo campesino. Como dice Armando Marileo, autoridad del pueblo mapuche, es un momento en el que “somos testigos de uno de los episodios más relevantes que acontece en la madre tierra, que permite que se inicien nuevas vidas en la naturaleza”.

En el hemisferio norte, esto ocurre hacia el final de aquel mes que llamamos diciembre. Pero es un error pensar que este ciclo se produce al mismo tiempo en todo el planeta. Para el hemisferio sur, es decir, la otra mitad de La Tierra, el solsticio de invierno ocurre, dependiendo del ciclo lunar, en algún momento entre el 18 y el 24 del junio gregoriano. Entre esas fechas hay celebraciones tradicionales en América, África, Asia y Oceanía. Pero son “folklore”, porque el año nuevo “verdadero”, es decir, el nórdico, es en enero: ese es el extremo del eurocentrismo disfrazado de globalización multicultural. Marileo, en su artículo publicado este 18 de junio, llama a reivindicar esta fecha: “ya es tiempo de dar otro paso y anunciar al mundo que el Hemisferio Sur tiene su propio Año Nuevo acorde con los ciclos naturales de éste lado del planeta”.

Los maestros del mundo andino han reconstruido una contabilidad según la cual este año sería el 5516. El origen de esta cifra: 516 años desde la hecatombe de la conquista, más un supuesto de 5 mil años de historia... que tras descubrimientos como Caral no ha hecho sino confirmarse. Este mundo andino, amazónico, quechua, aymara, maya, mapuche, guaraní, este mundo indígena cuyos filósofos, pensadores, sacerdotes, curanderos, astrónomos y sabios de todo tipo han sido perseguidos durante 500 años, tuvo cinco mil años previos para hacerse las mismas preguntas que todos nos hacemos a lo largo de nuestras vidas: ¿qué miércoles hacemos en este mundo? ¿hemos venido para algo? ¿qué debemos hacer? ¿en qué debemos creer? Solo el racismo más puro, disfrazado de academicismo, puede pretender que las respuestas que se han trabajado desde este marco cultural son menos válidas o menos interesantes que las que se trabajaron en Europa. Sin embargo, aún resulta “polémico” para algunos hablar de una filosofía indígena.

Solo voy a reseñar dos conceptos que, estoy seguro, tienen mucho que decirle a un occidente que ya no sabe para dónde debe caminar. Estos conceptos son el dualismo como piedra angular de toda la construcción filosófica indígena, y el “buen vivir” o sumak kausay como aspiración ético-política.

Los pueblos andinos, y en general los de toda la América indígena, entienden el mundo como el resultado de la interacción de dos fuerzas opuestas y complementarias, de “pares proporcionales”, como lo explica Javier Lajo. Arriba-abajo, hombre-mujer, frío-caliente, ácido-alcalino, vida-muerte, son los ejemplos con los que la naturaleza nos habla para explicarnos este principio básico. Las palabras quechuas con las que los andinos trabajaron esta noción son “Pachacamaq” y “Pachamama”. Podríamos decir algo así como que Pachacamaq es el espíritu que da vida (camaq significa “animar”) y Pachamama es la materia: es decir, son conceptos metafísicos, no “dioses” como me enseñaron en el colegio.

Occidente también es dualista: Cuerpo-espíritu, racional-irracional, cielo-infierno, Dios-Diablo, son conceptos con los que los Europeos trataron de comprender el hecho de que el mundo está organizado en pares opuestos. El problema es que, al asociarse al par Bueno-Malo, dejan de ser complementarios y se considera que una de las dos fuerzas debe prevalecer, mientras que la otra debe ser derrotada. Esta es la falla de fábrica del pensamiento occidental. Échele un poquito de tecnología, retire la prudencia griega y la culpa cristiana, y ¡listo! tiene usted el capitalismo: el sueño fantástico de que el placer vencerá sobre el dolor, la belleza sobre la fealdad, la riqueza de las naciones sobre la pobreza de la vida sencilla y el Estado o el mercado sobre todas las contradicciones. Las doctrinas de matriz europea, ya sean liberales, conservadoras o socialistas, aún no han podido deshacerse de este esquema.

Sin embargo, no es que el pensamiento andino carezca de un cierto concepto del “bien” y el “mal” o, mejor aún, no es que no haya una noción del “deber-ser” o de lo que sería una vida buena. Nunca me ha gustado la metafísica, así que vayamos de frente a las implicancias éticas y políticas de esta manera de entender el mundo.

Si el mundo es producto de la constante pugna de fuerzas opuestas, el estado deseable es aquel en el que ambas se encuentran en armonía. La ética andina, como explica Josef Estermann, no está centrada en elaborar una especie de código de conducta para el individuo, sino en mantener el equilibrio y la reciprocidad en la colectividad; “la colectividad” se refiere en este caso al conjunto de relaciones entre seres, que incluye a la naturaleza.

Por eso la apuesta política es la de construir colectivamente el “buen vivir”, que no es sino el buscar y crear las condiciones materiales y espirituales para construir y mantener la vida armónica con la naturaleza. El sumak kausay es una aspiración, un “deber ser” social que es muy diferente de los conceptos occidentales de “desarrollo”, “progreso” o “modernización”. Como me explicó la ecuatoriana Magdalena León, “desarrollo” es “vivir mejor”: pero “vivir mejor” significa tener más bienes y comodidades, es decir, acumular riquezas generadas por otros o extraer recursos de la naturaleza en una forma que no es sostenible. Está lógica lleva a romper el equilibrio. La miseria y la opulencia conviviendo en una misma ciudad y la catástrofe medioambiental son los resultados de un modelo que es desequilibrado hasta un punto enfermizo.

La filosofía andina nos llama a una vida sencilla, sin un derroche consumista, sin desigualdades insultantes, sin acumulación de riquezas a costa del trabajo de otros. El pensamiento andino nos llama a saber equilibrar armónicamente las necesidades del individuo con el rol regulador de la comunidad. El mundo andino, qué duda cabe, tiene algunas de las respuestas que estamos buscando para construir el post-capitalismo, el post-desarrollo, para salir de esta “modernidad” que nos tiene atrapados.

Por supuesto, no se trata de ir a beber de las aguas puras y cristalinas de la filosofía pre-hispánica, pues ellas no existen. Lo que ahora podemos conocer como pensamiento indígena ha sido actualizado una y otra vez, reformulado, adaptado, como todo pensamiento. Además, como vemos, los andinos que caminaron por aquí antes que nosotros llegaron a conclusiones parecidas a las que encontraron otros pueblos: el ying-yang chino, la vida comunitaria en el ashram hindú o la búsqueda aristotélica de la “virtud” del justo medio nos lo demuestran. Por último, no se trata de botar al bebe con el agua sucia de la modernidad europea, pues por ahí que hay algunos aportes interesantes que provienen de occidente. ¿De qué se trata, entonces? De atrevernos a iniciar un verdadero y desprejuiciado diálogo entre culturas.

Y eso es lo que están haciendo hoy los propios pueblos indígenas. La Asamblea Constituyente de Ecuador acaba de aprobar, hace menos de un mes, el capítulo referido al “régimen de desarrollo” de la nueva Constitución. Allí, establece como objetivo del mismo lograr el “buen vivir”. Además, por primera vez en la historia consigna una declaración de derechos de la naturaleza. Es interesante ver que aquí se están usando conceptos de varias fuentes. Se continúa con la palabreja “desarrollo” para referirse al régimen por el cual la sociedad organiza sus recursos en torno a ciertos objetivos comunes; y se utiliza una fórmula que un amigo abogado calificó de “aberración jurídica” para darle a la naturaleza el mismo estatus de sujeto de derechos que tienen los seres humanos. Pero la noticia es que ¡eso está muy bien! Recoger lo mejor de todos los marcos culturales: eso es lo que nos corresponde hacer, y es otra cosa que nos enseñan los indígenas, siempre prestos a adaptarse y reinterpretar las cosas nuevas que les traen otros pueblos.

Nota: este documento ha sido elaborado con Ubuntu como sistema operativo y OpenOffice como procesador de textos y ha sido colgado en Internet usando Firefox como navegador. Todos son sistemas de software libre con código abierto y elaborados colectivamente por la comunidad de usuarios a nivel mundial. Otra economía, cooperativa, libre y solidaria, no solo es posible: ¡ya está siendo construida!

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente artículo
puede que para algunos leer esto les resulte incómodo
adelante!!!

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