domingo, 13 de mayo de 2007

4 ideas sobre la izquierda

La Palabra Ingenua
Por runa, comunidad del río hablador

4 ideas sobre la izquierda

La “izquierda”, hoy día, está de moda. Tras 15 o 20 años de haber sobrevivido al borde de la inexistencia, hoy la “izquierda” es nuevamente protagonista de la escena contemporánea. En el mar Latinoamericano navegan confusamente “izquierdas” nuevas y viejas, oficiales y populares, gobernantes e insurgentes, “democráticas” y “autocráticas”, “modernas” y “arcaicas”, “responsables” e “irresponsables”.

Tratando de aclarar la ruta, los ideólogos encuentran respuestas para todos los gustos a la pregunta sobre “qué es ser de izquierda hoy”. Para unos, la “izquierda” debe saber “insertarse” en la globalización de manera pragmática; para otros, debe ser una fuerza “antiglobalización” o a favor de “otra globalización”. Para unos, la “izquierda” debe ser profundamente democrática; para otros, debe ser principalmente antiimperialista. Para unos debe buscar mayor “justicia social” regulando los excesos del capitalismo; para otros, debe luchar en contra del capitalismo. Algunos hablan ya de construir un “socialismo del siglo XXI”, sin que quede muy claro en qué se diferenciaría este de los socialismos de los siglos XIX y XX.

Pese a la creciente fuerza de las izquierdas y al intenso debate que existe al respecto, las respuestas a la pregunta sobre “qué es ser de izquierda” se encuentran lamentablemente confinadas a unos cuantos ejes, importantes pero insuficientes. Si se está a favor o en contra de los TLC, o qué tipo de relación se establece con el sistema formal de la democracia liberal, no son criterios suficientes para identificar a una postura “de izquierda”. Más aún: este tipo de elementos programáticos no definen qué cosa es “la izquierda”: son debates que se dan al interior de fuerzas políticas que ya se consideran a sí mismas como “de izquierda”.

Quiero enumerar de manera libre 4 elementos que considero centrales para definir lo que sería una “actitud de izquierda” previa a las posturas propiamente programáticas. Estas 4 preocupaciones iniciales de toda inquietud política de “izquierda” pueden ayudar a aclarar un poco el panorama, y a encontrar la brújula que parece perdida en este mar de “izquierdistas” de todo tipo.

La anomalía. Primero que nada, la izquierda es una anomalía. La izquierda es la mano alternativa en un mundo en el que casi todos utilizan la mano derecha en su vida cotidiana. En una época, ser zurdo era visto casi como una “enfermedad” y a los niños se les obligaba a aprender a escribir con la mano derecha. Es una enorme casualidad de la historia que a la postura política crítica se la haya terminado por llamar “izquierda”. Esto es así probablemente desde que los franceses más radicales se sentaron en los asientos ubicados a la izquierda durante las asambleas de la revolución de 1789. Más de 300 años han pasado desde entonces, y hoy en día las críticas radicales al sistema siguen sentadas “a la izquierda”.

El punto de partida de lo “izquierdista” es una actitud crítica, una profunda insatisfacción con la lógica que ordena el mundo y que aparece como “normal” ante los ojos de la mayoría. La izquierda es el virus de la computadora, es una falla que el sistema busca limpiar, eliminar. Un izquierdista es un crítico ácido de las cosas que ve a su alrededor, es un burlón, un irrespetuoso, un irreverente. Un jodido.

La crítica no basta. Hay muchos niños críticos por allí, ácidos cuestionadores de las costumbres sociales y valientes que se atreven a vivir la vida que se les viene en gana. Jaime Bayly, Alfredo Bryce y Beto Ortiz son excelentes ejemplos de burlones y críticos. Pero a nadie se la va a ocurrir ubicarlos a la “izquierda” del espectro político sólo por eso. Su crítica, muy aguda y divertida siempre, es hábil para reírse de las verrugas del sistema social pero no tiene capacidad para transformarlo de manera significativa, porque no ve el todo, solo sus partes. Por su parte, Le Pen y la derecha europea son críticos radicales del sistema: se oponen a la Constitución Europea, a la apertura comercial y a muchas cosas a las cuales los izquierdistas europeos también se oponen. Esto es así porque la crítica no basta para definir a “la izquierda”. Hay otros elementos.

La crítica no basta… Pero es imprescindible. Cuando un izquierdista pierde la irreverencia, lo pierde todo. Cuando pierde la capacidad de burlarse y reírse, deja de ser una fuerza de transformación y se convierte en una fuerza conservadora. Cuando un izquierdista ya no puede criticar a su líder, o ya no puede criticar sus propias ideas o autocriticar su propia acción política, es porque ha empezado a utilizar la mano que todos usan. “La izquierda” es la fuerza que cuestiona, y debe serlo siempre porque siempre hay cosas que cuestionar.

Lo popular: el componente “de clase”. Un crítico jodido empieza a construirse como “izquierdista” cuando entiende que el protagonismo de las luchas que hay que librar lo tienen los sectores populares. Que la prioridad la tienen los sectores marginados y explotados, los que no tienen voz. Un rasgo inseparable de la actitud izquierdista es la cercanía al mundo popular, a sus maneras de ver el mundo, a sus preocupaciones cotidianas Una frase acuñada por la izquierda católica de Latinoamérica fue la “opción preferencial por los pobres”. Una manera más ortodoxa de decir casi lo mismo es la marxista “visión de clase”.

Quizás alguien puede pensar que este es un elemento que no sirve para definir a “lo izquierdista” sino a los izquierdistas que tienen un origen acomodado o “pequeñoburgués”, como se decía antes. Pero no es así. Por supuesto: para los “izquierdistas” que provienen de los sectores sociales más favorecidos el acercamiento con lo popular es fundamental. Es el elemento que puede convertir a un Jaime Bayly en un Javier Heraud, por decirlo de alguna manera. Pero la visión de clase es mucho más importante para los “izquierdistas” que provienen de los mismos sectores populares. Una creencia “izquierdista” muy extendida antiguamente era aquella fe casi religiosa en la orientación natural de los sectores populares hacia la izquierda. Lenin decía que “las masas siempre avanzan” pensando en lo mismo: en la sabiduría política de los pueblos. La historia ha terminado demostrando que no es así. Nadie nace “izquierdista”: es muy común hoy en día en sectores populares una actitud acrítica y pragmática de progreso individual.

Mucho izquierdista hay por ahí que sabe muy bien utilizar su ubicación en partidos, organizaciones sociales o puestos del Estado para tejer redes de influencia que le permitan mejorar su posición personal o familiar. Hay veces que los más radicales a la hora de hablar son los que con más eficiencia cautelan sus intereses personales en la arena política. Por esto es importantísimo el compromiso con lo popular: para “la izquierda”, la mejora de las condiciones de vida no es una apuesta individual, sino colectiva.

La injusticia y la utopía. Para la actitud “izquierdista”, el origen de la pobreza, la exclusión y la explotación no está en la voluntad divina, en la naturaleza humana o en las reglas de la economía: está en la injusticia. La lucha por la igual dignidad entre los seres humanos pasa por una búsqueda de justicia. Es aquí donde alguien que se preocupa por los pobres se convierte en un agente de transformación social: cuando comprende que en lugar de regalos para los pobres o “buenas obras” el mundo necesita organizarse de otra manera.

Y cuando cree que puede organizarse de otra manera. Cuando se convence de que la estructura social, como cualquier otra creación histórica, puede ser modificada porque no depende de la naturaleza humana. Si la injusticia tuviera su origen en la naturaleza humana, entonces no sería injusticia: si algo es natural, no puede ser calificado con criterios éticos o morales. Saber que no es así es indispensable para tener esperanza; y sin esperanza es imposible imaginarse que otro mundo es posible.

La utopía, el diseño de mundos mejores, la libertad para que la mente vuele y la imaginación llegue al poder, son elementos indesligables de la “izquierda”. Es otro rasgo que diferencia a las “izquierdas” de los muchachos críticos y de los que tienen inquietudes sociales básicas. Si la estructura social es natural, entonces no se puede hacer nada. Por ello, unos se limitan a pasarla bien y burlarse de las cosas que miran; otros, queriendo hacer algún tipo de bien social pero sin fe en una transformación general, simplemente se dedican al asistencialismo y de esa forma tranquilizan su conciencia.

El trabajo colectivo y la distribución del poder. ¿Dónde está la raíz de la injusticia? ¿En la desigual distribución de qué? ¿De cosas? ¿De dinero? ¿De conocimientos? ¿De beneficios sociales como salud, educación o pensiones? Una actitud “izquierdista” encuentra que la raíz de la injusticia está en la desigual distribución del poder. Otros elementos sólo pueden entrar en juego en la medida en que son formas de poder, como el conocimiento o los recursos económicos.

¿Por qué esto es así? Porque la injusticia del sistema reside en que unos tienen el poder para organizar el sistema social (es decir, las actividades económicas, las estructuras políticas, los canales de comunicación social, entre otras cosas) y otros con las justas pueden adaptarse y sobrevivir, siendo fichas que los otros utilizan para su beneficio. La utopía “izquierdista” es la de un mundo construido entre todos y todas para beneficio de todos y todas. Es decir, la utopía izquierdista es un mundo radicalmente democrático, donde las decisiones que tengan repercusiones colectivas sean también tomadas colectivamente. Por ello decíamos más arriba que la emancipación no es una apuesta individual, sino colectiva.

Este elemento está directamente relacionado con las formas de la lucha “izquierdista”. Si la meta es que el poder sea un bien social y no un privilegio de elites, mal podría un “izquierdista” querer acumular todo el poder en las manos de su grupo creyendo que esa es la única forma de llevar a cabo las verdaderas transformaciones. Si la “izquierda” es un amplio espectro de fuerzas movidas por las inquietudes que estamos enumerando, podríamos considerar “más de izquierda” a quien propone mecanismos democráticos más amplios para tomar decisiones, y menos de izquierda a quienes quieren mantener el poder en pequeñas camarillas o en la figura de un gran líder.

***

Estas cuatro condiciones son imprescindibles cada una por sí misma. De poco sirve un izquierdista comprometido pero sin capacidad de criticar sus líderes. De poco sirve un crítico ácido que no comprenda que el sistema es medularmente injusto. De poco sirve un intelectual que desarrolle una compleja teoría del cambio social, si no tiene ninguna cercanía con los actores de ese cambio, es decir, con su propio pueblo. De poco sirve una revolución izquierdista exitosa si no viene de la mano con la participación popular más amplia en las decisiones colectivas que son las que van a ir diseñando ese otro mundo que queremos.

runa, junio del 2006
Comunidad del Río Hablador

(artículo escrito en junio pero que recién ve la luz)

2 comentarios:

javiera g dijo...

Claramente no entinedes nada acreca de SER de izquierda. No se trata de una insignia, de una palabra al aire, del individualismo. Se trata de la preocupación por la sociedad, tratar de que todos tengan oportunidades para ser.
Se trata de una conciencia social que no excluye a nadie, no como en este sistema en donde todo depende de donde vives y cuanto dinero tienes.
Es el espíritu izquirdista lo que se define como izquierda, y no un montón de palabrerías y contratos idiotas que dicen preocuparse por la gente, cuando la única preocupación que exite es la cantidad de dinero con el que se llenan los bolsillos.

Anónimo dijo...

Claremente no entiendes nada acreca de SER de izquierda. NO se trata de palabrerías al aire. Se trata de una conciencia social, de la preocupación por que todos tengan igualdad de condiciones. Dices que siempre estamos preocupados de los sectores más pobres, y con razón. Vivimos en un sistema en que todo depende de donde vives, y cuanto dinero tienes.
Es un espíritu de preocupación por mejorar la sociedad, y dejar este sistema en que todo gira en torno al dinero. Promover la cultura, la sabiduría, crear una sociedad en que no quede nadie marginado mientras los ricos se llenan cada vez más los bolsillos a costa de los explotados.

Espero que quede claro, que ser de izquierda nos incluye a todos para una sociedad mejor.

Javiera

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