La Palabra Ingenua 23/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador
Ecología política: desde arriba y desde abajo
En la resaca del Foro y del día de acción del Blog...
El lunes 15 de octubre tuvo lugar el “día de acción del blog”, una convocatoria para que todos los internautas del mundo dediquen su espacio a tratar un mismo tema: el medio ambiente. La Palabra Ingenua se había sumado a dicha convocatoria, pero al final estuve de cabeza en el Foro de Villa El Salvador y no pude cumplir con el comprosimo asumido. El martes 16 el eje temático del FCS fue “ecología y medio ambiente”, así que mi plan original era escribir de inmediato algunos apuntes sobre las mesas centrales de esa noche. Sin embargo, luego de las conferencias y de su respectivo caldo de gallina (sin presa) ya no encontré cabinas de Internet abiertas... y así pasó el tiempo hasta hoy.
La mesa central de aquella noche se llamaba “Naturaleza, Sociedad, Política y Utopía: Hablando de Ecología Política desde lo Popular”. Pretencioso nombre, sin duda (y, en este caso, una pretención digna de aplauso). Participaron un ex funcionario de la Municipalidad de Villa El Salvador, que puso en contexto la problemática medioambiental en el distrito; una actual funcionaria del Consejo Nacional del Ambiente, que confesó abiertamente que ese organismo está pintado en la pared porque no existe voluntad política para hacer cumplir las leyes en este campo; Renán Gallo, dirigente de la Confederación Campesina del Perú (CCP); Carlos Franco, técnico de la Campaña por el Derecho Humano al Agua; y Tito Espinoza, actualmente ligado a los movimientos indígenas de la selva peruana.
La mayoría de exposiciones fueron sobrias y algunas hasta sosas, hasta que Tito recogió el título de la conferencia y puso en el centro de la discusión la dimensión política del problema medioambiental. De inmediato el auditorio reaccionó y se armó un interesante debate sobre si la crisis que atraviesa el planeta es de naturaleza principalmente política o principalmente cultural, y por lo tanto si las soluciones pasan por una lucha de poder -por una lucha anticapitalista- o por un cambio en nuestras costumbres cotidianas. De un lado estaban las posturas que le achacaban todo a las transnacionales y al imperialismo, y también las que le echaban la culpa a la “civilización” occidental y por lo tanto criticaban también la crudo-adicción del chavismo bolivariano. Del otro lado, se planteaba que los culpables son nuestros patrones de consumo cotidiano -por lo tanto, “todos nostros”.
Hacia el final de la conversa una de las organizadoras, Diana, resumió el peligro que encierran ambas posturas: el discurso “no bote papeles a la calle y estará salvando el mundo” neutraliza las dimensiones políticas del problema y nos hace olvidar, por decir, que EEUU emite alrededor del 35% de los gases que producen el calentamiento global; pero al mismo tiempo el discurso “quienes están destruyendo nuestro mundo son los poderosos, las corporaciones, las minas” ubica el problema siempre afuera, siempre en “los otros”, sin reconocer que las soluciones también pasan por una revisión de nuestros patrones de consumo cotidianos.
Ya está suficientemente probado que nuestra pachamama está sufriendo transtornos inéditos por culpa de la acción humana. Al Gore (flamante Nobel de la Paz, un aliado político clave por más que provenga del stablishment norteamericano) muestra en “La verdad incómoda” que casi el 100% de los informes científicos considera el cambio climático como un dato objetivo, mientras que son los medios de comunicación (fácilmente manipulables) los únicos que problematizan esta información. Esto responde a una estrategia de las corporaciones por presentar el calentamiento global como “una teoría” y no como un hecho. Un descaro. No nos dejemos engañar: el clima está cambiando y es por culpa nuestra.
“Nuestra”. Eduardo Galeano, en “Úselo y tírelo”, explica con claridad que la otra estrategia usada por las corporaciones es hacernos creer que “todos somos culpables”. Cuando “todos” son culpables, nadie lo es: nadie en particular debe asumir alguna responsabilidad.
Pero no todos somos culpables de la misma manera. Es cierto que son las corporaciones transnacionales las que se han encargado de saquear los recursos naturales destruyéndolo todo a su paso y las que han convertido a la “civilización” occidental en adicta al petróleo. Es cierto que la responsabilidad de que el mundo se esté calentando recae sobre los hombros de EEUU, en primer lugar, y de los países industrializados en general. Es cierto que George Bush, el mismo que hoy día sigue matando iraquíes por quinto año consecutivo, también está matando las posibilidades de acuerdos globales sobre reducción de emisiones contaminantes al no ratificar el protocolo de Kyoto. Es cierto que a gobiernos sumisos como el peruano, que dependen del gran poder minero y petrolero, no les interesa hacer que se cumplan las reglas medioambientales por más que Doe Run inyecte plomo en los pulmones de la población oroína, o que el tubo de TGP produzca derrames a cada rato en el río que da de comer a los Matsiguengas, o que miles de truchas mueran a causa los niveles de acidez de las aguas que Yanacocha canaliza hacia los ríos de Cajamarca. Es cierto, por último, que el capitallismo necesita del consumismo como el bebe de la teta, y por lo tanto que una lucha por hacer que pachamama recupere su salud es una lucha eminentemente anticapitalista.
Todo esto es cierto. Por eso la lucha verde es una lucha política. No se trata (solamente), como se ha ridiculizado a veces, de ponerse entre el árbol y la sierra mecánica para evitar la deforestación, o de denunciar la matanza de focas en Canadá. Se trata de una lucha de poder, por supuesto que sí: quienes están tomando hoy las decisiones políticas están al servicio del gran capital, y solo les interesa el crecimiento de la producción -es decir, la buena salud de los negocios- y no la sostenibilidad ecológica del modelo de globalización neoliberal.
Pero la lucha es tanto más política porque va mucho más allá de las decisiones que se toman a nivel “institucional”. Una ley, un tratado o muchos tratados no van a cambiar las cosas. Tampoco van a cambiar las cosas gracias a la elección de un presidente o de unos mejores congresistas, o por la incursión de un partido verde -los verdes cogobiernan en Europa hace muchos años. Así como es cierto que un enorme peso de responsabilidad recae sobre los poderosos -sobre los países industriales-, también es cierto que necesitamos revolucionar nuestros patrones de consumo.
Un ejemplo: el agua. Estamos matando ríos y mares a través de nuestro sistema de desagüe que por primera vez en la historia de la humanidad vincula las heces (antes relacionadas a la tierra) con el agua limpia. Las aguas negras van a desembocar sin ningún tratamiento a ríos que luego riegan nuestros campos y al mar donde viven los peces con los que luego hacemos ceviche. Cuando hablamos de la “escasez del agua”, hablamos no de que el H2O se esté acabando, sino de que las fuentes de agua limpia se hacen cada vez más difíciles de encontrar. Y las empresas mineras (que sí contaminan) tienen un punto cuando argumentan que también le hace daño a los ríos el desgüe que lleva heces y químicos.
Hay alternativas al sistema de desgüe. El que enfrenta el problema de manera más directa es “sanitario seco”, que retoma una vieja tradición romana y “quema” las heces con cal, convirtiéndolas en tierra que incluso puede usarse para fertilizar los campos. Sin embargo, cuando este sistema ha sido implementado en poblaciones urbano-marginales en Lima, la población ha solido verlo como una solución temporal, “mientras llega SEDAPAL”. Y es que el modelo social nos presenta el baño clasemediero como aspiración (por no hablar del jacuzzi). Pero para que las aguas negras dejen de ser un problema es necesario que TODA la ciudad -y no solamente “los pobres”- cambien de sistema. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dejar atrás el water?
Este es un buen ejemplo porque se trata de un daño grave al medio ambiente, pero del cual no se beneficia ninguna corporación transnacional. No hay “poderosos intereses” de las empresas que fabrican waters saboteando el cambio: solo hay una resistencia social producto de una cultura del confort. Podríamos poner muchos otros ejemplos. Compramos y usamos plástico para todo, sin percatarnos que su origen es la industria petroquímica y su destino... una lentísima descomposición. Por toda la ciudad circulan camionetas 4x4 muy pintonas... que consumen mucho más combustible que un vehículo normal. La aspiración de un ciudadano promedio -cualquiera sea su origen- cuando empieza a ganar buen billete es tener un carro particular, sin considerar que el transporte público es la mejor manera de ahorrar petróleo. Prácticamente nadie segrega los residuos sólidos en su casa, y nadie impulsa campañas para que su Municipio implemente sistemas de reciclaje. En fin...
¿Es menos político el tema medioambiental porque involucra nuestras costumbres cotidianas? Por el contrario: es más político aún. El campo fundamental de la lucha política no es quién gobierna o qué políticas se implementan desde el Estado -ese es uno de los campos importantes. Pero la disputa política primordial es por colonizar nuestras mentes, nuestros sentidos comunes, nuestra vida cotidiana. Quien lo logra, puede sentarse a descansar o dedicarse a sus negocios... Puede también reducir el aparato represivo al mínimo y reemplazarlo por la publicidad. Es lo que han hecho el capitalismo y nuestras democracias demoliberales. Su cultura del confort y su intencionada confusión entre libertad y consumo han calado hasta lo más profundo de nuestras almas. La principal lucha política, la “lucha final” (para ponernos clásicos) es la lucha por descolonizar nuestras vidas cotidianas.
¿Por dónde debemos empezar: un trabajo político urgente por controlar a las transnacionales que están destruyendo el planeta o un cambio cultural “de largo plazo”? Con esta duda terminamos la conferencia. Pero si las cosas son como parecen y ya estamos embarcados en un cambio climático inédito en la historia del planeta, nada puede ser “de largo plazo” y ambas cosas, la revolución en las políticas y la revolución en nuestras vidas cotidianas, deben ir de la mano y a paso ligero.
Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!
3 comentarios:
y que el bono verde que se esta dando en los mercados de Villa El Salvador? q se puede decir de eso, a mi parecer esa era una iniciativa muy interesante de reciclaje donde salen beneficiados tanto la gente de los mercados como la empresa privada..en fin me parecio un buen tema de debate ya que se esta hablando de villa, es importante tambien hablar de las acciones q se estan desarrollando por el bien de la ecologia y no solo q no se esta haciendo nada
Queridx anónimo:
Sí! También se comentó brevemente sobre el Bono Verde. Es una excelente iniciativa, porque al mismo tiempo enfrenta un problema medioambiental (la basura) y uno económico, formalizando y dando oportunidades a los recicladores. Además, incentiva la participación del vecino a través de descuentos en los tributos.
Gracias por introducir el tema.
Saludos,
runa
Mi querido Paul recien paso a leer tu artículo, mira que he estado perdida en el ciber, y bueno he leído blogs con todas las posturas y todas las opiniones y eso que sólo algunos, porque todos es imposible, pero yo diría que depende de las grandes corporaciones, de los gobiernos y de nosotros mismos el solucionar el problema..Pero los "grandes intereses" querrán dejar sus guerras por el petróleo, y cambiar sus ganancias por mejor planeta, y nosotros consumistas cambiaremos nuestras costumbres.Habría que trabajar en eso..Y bueno el tema dá para mucha polémica, ojalá no se nos vaya de la mano el problema y luego sea demasiado tarde..
Saludos cariñosos..Denise
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