La Palabra Ingenua 27/10/2007
Por runa, comunidad del río hablador
¡Ay Caral!
Feliz aniversario: el proyecto Caral-Supe cumple 13 años cambiando la historia del Perú
Acabo de llegar a Lima emocionado luego de conocer la ciudad de Caral, que según las investigaciones en curso es la más antigua de América. Antes que nada quiero enviar desde aquí un enorme abrazo y unas felicitaciones a todo el equipo de arqueólogos y técnicos del Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe, que el día de hoy (27 de octubre) cumple 13 años de trabajos. Los festejos tuvieron lugar este viernes y sábado, e incluyeron un pago a la tierra, danzas, actividades culturales, comida y (lo más importante para los misios como yo) ingreso y guiado gratis. Aprovecho para mandar un saludo especial a Miguel, poblador caralino y trabajador del proyecto, quien nos guió el día de hoy.
Mi emoción por haber conocido esta Ciudad de 5 mil años de antigüedad proviene, claro, del hecho de que la arqueología siempre ha sido una de mis (no tan secretas) pasiones. En la época de la elección vocacional, luego de algunas dudas, opté por dedicarme a testimoniar el presente... pero siempre me quedó el bichito por el “periodismo de la historia”, la arqueología, que es la que nos permite conocer la vida cotidiana y las cuitas de quienes pisaron esta tierra mucho antes que nosotros.
Pero más allá de esta pasión muy personal, mi vivo interés por conocer Caral y todo lo que allí se está investigando proviene del hecho de que la historia del Perú que yo estudié en el colegio y, luego, en la universidad, ha sido puesta de cabeza. Cuando yo era feliz e indocumentado, como diría Gabo García Márquez, la historia del Perú antiguo empezaba nebulosamente con un período formativo cuyas expresiones más complejas eran Sechín o Kotosh. Luego, seguía el “primer horizonte”: Chavín. Es decir, la historia de la civilización andina empezaba en la sierra y alrededor de 3400 años atrás.
Ahora, 13 años de excavaciones en Caral nos vienen a revelar que esta sociedad compleja que coordinó a 20 centros urbanos y realizó intercambios con la costa, la sierra, la selva y con poblaciones de la zona ecuatorial tiene nada menos que 5 mil años de antigüedad. La primera reacción cuando a uno le dicen que la cuna de la cultura andina había sido contemporánea a las sociedades egipcia o mesopotama responde a un natural infantilismo chauvinista: un irrefrenable orgullo con mayor sustento histórico que la declaración de Machu Picchu como “maravilla” moderna. Aún falta mucho por investigar y los arqueólogos de Caral son muy cautos en no aventurar hipótesis que no tengan cómo sostener. Falta, además, un fino trabajo para reelaborar la línea de desarrollo de la civilización andina y explicarnos cómo encaja Caral en la historia que nos habían contado. Pero a los hinchas que miramos desde la tribuna el trabajo de los investigadores no nos queda más que aplaudir con emoción y gritar apasionadamente este golazo arqueológico.
Pasada la emoción infantil, lo que me han contado hoy mientras caminaba entre las arenas del valle de Supe me provoca algunas reflexiones sueltas. Una de ellas es sobre qué significado tiene este descubrimiento en nuestra manera de ver al Perú. Nuestro país, lo sabemos, está partido en dos: por un lado está “lo andino”, “lo provinciano”, “lo serrano”; por otro, en situación de tensión y conflicto, está “lo europeo”, “lo limeño”, “lo costeño”. Como en la época colonial, “la república de indios” versus “la república de españoles”: más allá de lo compleja y dinámica que es nuestra realidad cultural (sobretodo en nuestros tiempos), esta oposición dual sigue muy presente. Las últimas elecciones así lo demuestran. Por eso, me pregunto, ¿qué efectos puede tener en nuestra autopercepción como país el saber que la civilización andina tiene su origen a 4 horas de la ciudad de Lima? Por más tonto o elemental que suene, la costa -que ha sido “reconquistada” por los pobladores de la sierra durante las últimas 4 décadas, como lo demuestra la historia de Lima, de Chimbote, de Ica y de casi todas las ciudades del litoral- es tan andina como la papa huayro. Ya las investigaciones de Cerrón Palomino nos habían mostrado que la lengua quechua había nacido en la costa central. Pero hoy tenemos una evidencia concreta, tangible -pétrea- del origen costeño del mundo andino, que tal vez ayude a des-esencializar algunos relatos nacionalistas.
Por otro lado, pensaba en cuánto tenemos aún que aprender de la forma en que nuestros abuelos (en el sentido más amplio) se organizaron. Con Caral confirmamos que la civilización andina tenía 5 mil años (o más) aprendiendo a dominar nuestra difícil geografía. Esta ciudad fue ocupada durante mil años, así que podemos imaginar la cantidad de fenónenos del Niño, sismos y friajes que habrá tenido que soportar. Los caralinos supieron muy bien cómo responder a los desafíos que les puso nuestra pachamama, gracias a técnicas como la construcción sismo-resistente. Pero, además de la “tecnología”, hay una clave en el desarrollo del mundo andino: la cooperación. Como John Murra ya señaló, la posibilidad de acceder al máximo de recursos de diversos pisos ecológicos es fundamental en una geografía como la nuestra, que nos ofrece diversidad pero no extensión de terrenos cultivables. Los caralinos producían algodón, pallares, calabazas y frutas; pero gracias al intercambio obtenían pescado, ají, mullu, material combustible y otros bienes desde el litoral, la sierra, la selva y el norte. Un detalle muy importante: aún no se han encontrado (al menos no en una cantidad relevante) armas. Es muy probable que la violencia haya jugado un rol en esta sociedad. Pero la evidencia indicaría que no fue un rol determinante. Como es recurrente en otras culturas andinas, la guerra era un instrumento, pero las alianzas políticas y la cooperación recíproca eran un mecanismo mucho más exitoso para el desarrollo de las sociedades complejas.
¡Ah! Lo que sí se ha encontrado es vastos juegos de instrumentos musicales de viento: flautas, antaras y silbatos en hueso de pelícano y de venado. Una ciudad alegre, musical y festiva, ¡claro que sí!
Por último, he quedado muy impresionado porque, al menos desde fuera, Caral parece funcionar como debería ocurrir con todos los proyectos arqueológicos. El Estado (gracias a Paniagua) se puso las pilas y le asignó un presupuesto propio que les ha permitido ampliar sus perspectivas. Además, se ve rigor y cariño por el proyecto y, quizá más importante aún, un vínculo con la localidad. Aparentemente la apuesta es que los pobladores del valle de Supe sean los primeros en reconocer el valor de la ciudad, y que por lo tanto la defiendan y la cuiden. Hay un énfasis especial en involucrar y capacitar a la población local, la mayoría de técnicos y guías son de la zona y el proyecto busca insertarse en el plan de desarrollo del valle como un elemento estratégico.
¡Bravo por los responsables del proyecto y por cada uno de los trabajadores que lo sacan adelante! ¡Feliz 13 aniversario!
Aquí termino. Solo recomiendo que se animen a conocer la cuna de la civilización andina. Es muy fácil llegar: en Abancay o en Fiori salen unos carros que cobran en promedio 10 soles hasta Supe y demoran 3 horas. En Supe se toman unos colectivos que por s/. 3.50 y en una hora de viaje dejan en el camino a Caral. De allí son solo 15 minutos a pie. Se recomienda llegar por la mañana, porque hay mucho por conocer y los carros de regreso solo salen hasta las 4 de la tarde. ¡Ah! Normalmente se cobra ingreso y guiado, pero ¡vale la pena! Para mayores informes, nada mejor que visitar la propia página web del proyecto: http://www.caralperu.gob.pe
Nota: este documento ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!
+Bonus track: algunas fotos de la visita:
Fogón ritual, circular, con canaleta para la entrada del aire y alimentado con "pumpush", una planta combustible traída de la sierra.
Miguel, un excelente trabajo de guiado.
El "anfiteatro" circular, donde se realizaban reuniones, ceremonias y, también, tocadas con instrumentos de viento.
La Pirámide mayor, con sus cuatro grandes y enigmáticos monolitos.
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