La Palabra Ingenua 18/05/2008
Por runa, comunidad del río hablador
¿Después de la Cumbre... qué?
La V Cumbre de Jefes de Estado de América Latina, El Caribe y Europa fue, a juicio de La República, un saludo a la bandera. Mientras tanto, la Cumbre de los Pueblos ha sido el hecho político más importante de los últimos 20 años para la izquierda peruana.
Según me dicen, 13 mil personas inscritas, unos 750 medios de prensa acreditados, un centenar de actividades y un mitin de cierre con entre 5 y 10 mil participantes son los números de “la otra cumbre”. Pero la Cumbre de los Pueblos ha sido importante no solo por sus cuatro días de actividades, sino por lo que nos deja.
En primer lugar, nos deja un nuevo escenario político. La torpeza del Gobierno nos ha evitado el mayor peligro que las cumbres alternativas enfrentan en todo el mundo: la invisibilidad. Los medios de comunicación comerciales, incluída la tele, se han visto obligados a poner “las dos cumbres” al mismo nivel, aunque con distintos enfoques y en algunos casos burlándose tontamente. La “opinión pública”, mal que bien, sabe que ha habido un encuentro de gente que tiene críticas a las políticas que impulsan los presidentes en sus cumbres. Los medios ya han tomado nota de que existe un movimiento mundial de “perros del hortelano” y que quienes protestan en el país no son “las tribus”, como dice despectivamente Alan García, sino organizaciones que debaten y presentan propuestas alternativas al modelo de desarrollo que nos quieren imponer.
Ver el viernes la cobertura del canal 5 (sí sí, el mismo del honesto Genaro Delgado Parker) y encontrarme con un enlace en vivo y en directo desde el coliseo de la UNI donde el Tribunal de los Pueblos estaba leyendo su sentencia “ética”, ha sido una sorpresa. Alejandro Guerrero comentando que “hay que reconocer” que efectivamente “algunas empresas no respetan los derechos de las comunidades” es más de lo que esperaba. El discurso neoliberal monolítico se ha resquebrajado y hay cosas que ya no se pueden seguir callando.
En segundo lugar, la Cumbre nos deja un actor político nuevo: el movimiento indígena peruano. Durante cuatro días, la UNI ha sido de los indígenas. Su participación ha sido masiva. Todos los días se integraban nuevas delegaciones: era común escuchar que “han venido 60 asháninkas y hay que buscarles alojamiento”, “acaban de llegar 40 personas de Andahuaylas que no tienen donde quedarse”... Si siempre hemos lamentado que no existiera un movimiento indígena peruano de la magnitud del ecuatoriano o del boliviano, parece que las cosas han empezado a cambiar.
Pero su participación no ha sido clave solo por los números: el discurso indígena ha sido el protagonista de la Cumbre. El roce con los compañeros de Ecuador y Bolivia ha tenido mucho que ver en eso, pues el nivel del debate en ambos países es realmente muy alto. Tuve la oportunidad de entrevistar a dirigentes de la CONAIE y de la CONAMAQ y pude darme cuenta de que ellos ya están en otra cosa, discutiendo cómo construir un modelo de vida distinto y no cómo resistir el (neo)liberalismo.
Quiero resaltar el concepto de “sumak kawsay”: el “buen vivir” o “vivir bien” , que en ambos países hermanos está siendo incluído en los nuevos textos constitucionales y que es producto de años de trabajo del movimiento indígena. Los compañeros me explicaron que “buen vivir” es un concepto alternativo al de “desarrollo”. El pensamiento occidental, capitalista o socialista, nos ofrece “desarrollo”, “progreso”, “crecimiento”... es decir, “vivir mejor”. “Vivir mejor” es producir y acumular riqueza y comodidades. Si yo “vivo mejor”, es porque alguien está viviendo peor. Si yo acumulo riquezas en exceso, es porque estoy apropiándome del trabajo de otros o extrayendo recursos naturales de una forma que no es sostenible. Los indígenas nos ofrecen un modelo fundado en el “buen vivir”, es decir, en un consumo colectivo razonable de los recursos según criterios de justicia y necesidad, en armonía entre seres humanos y con la naturaleza.
En tercer lugar, la Cumbre ha sido la excusa perfecta para que nos juntemos. Por fin ha nacido un espacio de diálogo y trabajo conjunto entre organizaciones y gentes que somos críticas al modelo (neo)liberal. Por fin oenegés, organizaciones sociales, partidos, movimientos, colectivos y toda una variedad de participantes pudimos ponernos de acuerdo y sacar adelante algo, juntos. No ha dejado de haber sus problemas. A la típica disputa entre “las oenegés” y “los movimientos sociales” se ha sumado una cierta fractura intergeneracional, y muchos hemos (re)descubierto lo difícil que es trabajar con compañeros que aún tienen prácticas burocratistas, verticales y tradicionales. Sin embargo, este espacio tiene muchas posibilidades de consolidarse como una plataforma de lucha, en momentos en que es urgente fortalecernos para enfrentar la represión y la radicalización del modelo de privatización de la vida. Seguramente muchos consideran que es un espacio potable mirando a las elecciones del 2011, y sin duda lo es. Pero más allá de lo electoral, hay que sacarle el jugo a este naciente diálogo para impulsar un verdadero proceso de transformación. Como queda claro en los procesos de los países hermanos, eso va mucho más allá de “llegar al Gobierno” y tiene que ver, más bien, con organización popular y con cambios en los sentidos comunes.
Una primera tarea en ese esfuerzo es sumarse al Paro Nacional del 8 y 9 de julio, que fue convocado anoche en el mítin de clausura. El Paro va a ser contundente en todas las regiones, que ya han demostrado de sobra estar hartas del modelo. Es nuestra tarea que sea igual de contundente en Lima.
Nota: este documento ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!