lunes, 17 de diciembre de 2007

No se hagan los wones

La Palabra Ingenua 18/12/2007
Por runa, comunidad del río hablador

No se hagan los wones
El capital no tiene patria

Carlos Ferrero dijo: “Lamento que la familia Wong, tan identificada y emblemática (...), haya aceptado esta propuesta que nos despoja (...) de algo que era muy nuestro (...) Poco a poco lo que los chilenos esperan es que el Perú se convierta en una colonia".

Varios años antes, su tocayo Carlos Marx había dicho: “La burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo (...). Con gran sentimiento de los reaccionarios, le ha quitado a la industria su base nacional”.

¡Qué buen ojo! La compra de la tradicional cadena de supermercados Wong por parte de la chilena Cencosud muestra con claridad que el capital no tiene patria. Pero en vez de rasgarnos las vestiduras y de preguntarnos si el Corso de Fiestas Patrias del próximo año será a ritmo de cueca, debemos decir que no hay nada de qué lamentarse.

La ruptura de las barreras nacionales (aquello que en tiempos de Kant y Marx se llamaba “cosmopolitismo” y que ahora llamamos “globalización” como si acabáramos de descubrir el fuego) es una buena noticia. ¿Cómo así? Pues resulta que al atreverse a actuar de forma tan “antipatriótica”, el capital realiza un movimiento de vanguardia que establece condiciones inmejorables para destruir aquella fantasía ideológica que se llama “nacionalismo”. (Sí, sí, ya sé: “fantasía ideológica” es casi una redundancia, pero solo es para que quede clara la idea).

Las patrias no existen: las naciones no existen. Esas son construcciones ideológicas, cuentos que nos han contado para que cantemos los mismos himnos y desfilemos en las mismas fechas. Ahora, con el nuevo negocio de los Wong, los trabajadores que durante años se han visto obligados a vestir como chalanes por 28 de julio tienen motivos para pensar que, en realidad, no había mayor vínculo entre ellos y el señor Erasmo que el estrictamente laboral. El hecho fortuito de haber nacido del mismo lado de la frontera solo servía como excusa para crear una supuesta identidad “nacional” que cohesionara a la organización empresarial. Ahora ellos pasan a ser compañeros de los trabajadores chilenos de Cencosud y de los 85 mil empleados que la empresa tiene en Latinoamérica.

Esta conciencia de que hay un vínculo entre los trabajadores sea cual sea su país de origen es lo que antes se llamaba “internacionalismo proletario”. Es a la reacción (léase, a la derecha “nacionalista”) a la que le interesa que nos creamos que todos los que nacimos en un mismo país tenemos los mismos intereses (que suelen ser los suyos). De esta manera, invisibilizan todo conflicto de clase, de género, étnico, etc, bajo el argumento de la “unidad nacional”. Pues no señores: las luchas son latinoamericanas (y globales) porque los problemas, y las contradicciones sociales, también lo son. Con esto no niego que existen elementos progresivos en el nacionalismo, sobretodo en regiones que han sido (y siguen siendo) sometidas por un poder colonial. Pero son eso: elementos. El nacionalismo, en términos generales, es una corriente reaccionaria.

Una gran pregunta ronda en las cabezas de las y los amas y amos de casa que el día de mañana deberán hacer, inevitablemente y más allá de estas exquisiteces ideológicas, sus compras de la semana: ¿dónde michi compro? Aquellos que no quieran comprarle “a los chilenos” porque de esa manera alientan la “chilenización” de nuestra economía, sí que se encuentran en un grave problema. Cencosud es chilena y ahora es dueña de Wong, Metro y Eco; y Falabella, la dueña de Tottus, también es chilena. Nos quedan Plaza Vea, Vivanda y Santa Isabel, de los banqueros Rodríguez Pastor (dueños de Interbank). Pero, desde nuestra ingenuidad de siempre, pensamos que la mejor alternativa es simple: ¡comprar en los mercados!

Un mercado es la mejor opción. Por un lado, la relación productor-comprador es mucho más cercana que la que se da en un supermercado: si bien no deja de ser importante el rol de los intermediarios, estos son menos, de manera que también es menor la tajada que se llevan del precio final que pagamos. Por otro lado, los productos son más variados y más sanos: en el mercado encuentro papa huayro, chuño, coca y frutas que jamás soñaré encontrar en Wong. Hay quien se queja de que el mercado no es tan limpio ni tan seguro como el “súper”. Pero esto no tiene por qué ser así. Allí donde la cooperativa se pone las pilas y sabe que la competencia es dura, las cosas funcionan muy bien. Por ejemplo, el mercado Ciudad de Dios en San Juan de Miraflores, que recién conocí hace pocas semanas, no tiene nada que envidiar a ningún supermercado; por el contrario, tiene mucho más que ofrecer.

Pero el modelo “mercado cooperativo” es mejor que el modelo “mall” por un motivo adicional: es más democrático. En una cooperativa, todos son dueños; en un súper, uno es dueño y los demás son empleados (muchas veces eventuales...). Hace pocos años privatizaron el mercado municipal de Barranco (¡el colmo!). Recién aquella vez me dí cuenta en toda su magnitud de la diferencia: si allí antes trabajaban un centenar de familias cada una sacando adelante su negocio propio, ahora trabajan quizás un centenar de muchachos sacando adelante el negocio de los dueños de Metro (es decir, ahora, de los “amigos” de Cencosud).

A esta idea podrían darle vueltas los trabajadores del Grupo Wong (por cierto, ¿alquien sabe si tienen un sindicato? He buscado en Internet y parece que no). Tal vez con el tiempo, si se consolida aquello que antes se llamaba “conciencia de clase”, podrían llegar a reclamar la propiedad cooperativa de aquello que ellos mediante su trabajo, y no solamente los señores Wong, han forjado durante décadas.


Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo. Aunque siempre encuentro alguna línea de la que debo discrepar (ya parece un hobby gratuito): a excepción de la coca, ¡también en los súper hay papa huayro, chuño y frutas muy exóticas, hombre! Creo que el modelo de mercado cooperativo que planteas debe incorporar estándares de calidad que sí tienen los "súper" (si no, no se daría la lógica de que un puesto vende mejores naranjas que el del costado). Al fin y al cabo y sea donde fuere, para el que tiene plata, siempre comprar será un placer.

LuchinG dijo...

¿A qué estándares de calidad te refieres? Mucho de eso, por lo que yo percibo, son simplemente frivolidades.

Anónimo dijo...

buen comentario. me parece casi de sentido comun saber o reconocer que los capitales (sobre todo si son corporativos) no tienen nacionalidad. pero luego 4 de cada 5 personas está ideologizada con la patraña nacionalista. recuerdo NO LOGO de naomi klein, cuando decia que el mayor triunfo de una marca (como "wong") es involucrarse a nivel profundamente emotivo, AFECTIVO, con el consumidor.

Nativa dijo...

Oh tierra del sol! suspiro por verte...ahora que lejos encuentro comprando en un supermercado. Todo está tan friamente ordenadito,limpiecito,funcionalito,q me horroriza.Siempre me pregunto cuál es la razón oculta detrás de todo este sistema de compras.Tal parece que el presentar los productos alimenticios de esta manera,tiene como objetivo entumirnos la voluntad y la alegría. Al ver las zanahorias,las lechugas y hasta el culantro maquillados para parecer reales qunque tengan meses congelados,siente uno que todo esto es sólo parte de una gran escenografía de una película. Que estamos actuando dentro de un superproducción, dentro de la cual hacemos como que escogemos, compramos y comemos esto alimentos,pero todo es un simulacro.Yo acostumbrada a ir a diario al mercado, a platicar con mis marchantes,a que me diera una probadita de fruta (delas de a deveras) en cad uno de los puestos, a encontrarme con los vecinosy conversar entre olores y colores mágicos que solo se dan aquí,acostumbrada a la vida...esta es mi humilde opinion sobre lo supermercados NatalìDg

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