viernes, 8 de junio de 2007

La tele: a "nacionalizar", pero no como en los viejos tiempos

La Palabra Ingenua , 09/06/2007
Por runa, comunidad del río hablador

La tele: a “nacionalizar”, pero no como en los viejos tiempos

Ayer Jesús Martín Barbero, uno de los más influyentes teóricos latinoamericanos de la comunicación, habló en un seminario organizado por la UARM. Al final de su intervención, Barbero se refirió al fin de la licencia del canal venezolano RCTV, diciendo a grandes rasgos que estaba radicalmente en contra de la medida adoptada por el gobierno de Hugo Chávez... pero que la verdadera amenaza contemporánea contra la pluralidad es la hiper-concentración de la propiedad de los grandes medios de comunicación. Pero que quede claro: “no creo que la mejor solución sea andar cerrando canales”.

Es la tercera vez en la semana que escucho o leo a un intelectual progresista utilizar la misma forma de argumentar al respecto. Primero fue Alberto Adrianzén, quien en La República el domingo pasado afirmó que “lo que viene sucediendo en Venezuela con los medios de comunicación refuerza una tendencia autoritaria” y luego dedicó el resto de su artículo a mostrar con cifras demoledoras cómo en nuestro mundo “globalizado” no existe pluralidad informativa porque “solo 5 agencias de prensa distribuyen el 96% de las noticias mundiales”. Santiago Pedraglio hizo algo parecido en Perú.21, cuestionar el “silenciamiento” de RCTV para, acto seguido, desnundar la cultura del espectáculo y el amarillismo de los medios como uno de los graves problemas de la libertad informativa contemporánea.

En resumen: “ojo, lo que hizo Chávez está pésimo... pero el problema de fondo con la libertad de expresión reside en otra parte”. Hoy, yo voy a seguir un camino inverso para llegar exactamente al mismo punto. Como sugerí en mi ingenua palabra de la semana pasada, considero que la no renovación de la licencia que RCTV explotó durante más de 50 años es una decisión no solo legal sino legítima, porque este canal se zurró en la verdad y la ética periodística, manipulando la información para apoyar un golpe de Estado. Es decir, el caso RCTV no me parece problemático. Pero (siempre hay un pero)... ¡esta decisión tampoco resuelve el problema! No ha habido un cambio en la manera en que se administra el espectro radioeléctrico, ese preciado bien escaso y público. El otorgar y quitar licencias sigue siendo una función en manos del Ejecutivo, sin criterios claros que digan cuándo se procede de manera justa y cuándo de manera injusta. En el blog www.uterodemarita.com puede leerse textualmente un fragmento del discurso de Chávez pocas horas antes del fin de la emisión de RCTV: “He renovado las concesiones de cientos de radios y de otros canales. Pero yo, haciendo una evolución específica de esa televisora y de su atropello a la moral pública, decidí no renovarle la concesión, porque se convirtió en una amenaza para el país”. ¡He ahí el problema! El autor del blog comenta sarcástico: “El Rey Sol del Caribe. El Estado es Él y al carajo, pendejos”.

Dejemos por un rato a Venezuela y sus procesos internos, revolucionarios, sí, y asentados en un preocupante caudillismo, también. Aquí en el Perú estamos expuestos a las mismas arbitrariedades porque la administración del espectro sigue estando en las mismas manos: el Ejecutivo. No hace la diferencia el hecho de que el Gobierno tenga una relación conflictiva (como en Venezuela) con medios manejados por sectores que sienten sus intereses amenazados, o que tenga una excelente relación con los dueños de los medios, como en el Perú actual o en la década de Fujimori. Ni que tenga una mala relación pero se muera de miedo de enfrentarse con su omnímodo poder, como le ocurrió a un Toledo que no se atrevió a sancionar a los canales que vendieron su línea editorial a Montesinos.

Así que ahora retomo el punto donde me quedé la semana pasada: ¿qué hacemos? ¿Cuál debe ser el rol del Estado en la cautela de que la televisión, que utiliza el escaso espectro radioeléctrico, dé voz a todos los sectores? Esta claro que el modelo privatista, que ahora nos venden casi como “lo natural”, es un fracaso para garantizar la pluralidad y la democratización del derecho a la comunicación. Si un bien tan pero tan escaso es sometido a la “ley” de la oferta y la demanda, es lógico que se convierta en un recurso carísimo al que solo pueden acceder los grandes inversionistas y los grandes anunciantes, como de hecho hoy ocurre. Supongo que no es necesario demostrar a nadie que los sectores sin poder solo aparecen en las pantallas de TV en tanto sean funcionales al negocio, es decir, cuando venden, cuando generan rating porque les ha ocurrido una tragedia o porque son avezados delincuentes a los que la ciudadanía debe temer.

Pues bien, la buena noticia es que el modelo neoliberal del televisión no es el único que ha existido... y, por lo tanto, no es el único que puede existir. Los otros dos modelos paradigmáticos han sido el estatista soviético y el público europeo. Naturalmente que no vamos a proponer reconsiderar el fracaso de la televisión totalmente en manos de un Estado supuestamente revolucionario. Espero, por otro lado, que nuestros hermanos venezolanos no permitan que su socialismo del siglo XXI transite ese camino ya recorrrido por los socialismos del siglo XX. No puedo aún juzgar a TVes, la estación que reemplaza a RCTV, porque no la he visto. Pero según la propaganda oficial, será una televisora pública inspirada en el modelo europeo, “en el cual, a pesar de que la señal del canal pertenece al Estado, la programación es realizada por productores nacionales independientes, con total libertad y sin línea editorial”, según se lee en la página de Vive TV. Por supuesto, ver para creer.

El otro modelo, pues, es el público. Los canales públicos son los grandes canales europeos: la BBC, la RAI, la Deutsche Welle, etc. La idea general es la siguiente: la señal está en manos del Estado pero la administración concreta de los canales es responsabilidad de consejos autónomos. Este modelo estuvo en plena vigencia durante medio siglo, con el Estado de Bienestar... y aún hoy funciona, pero no sin problemas. Si bien la señal brinda contenidos de muy alta calidad y no es pro-gobiernista, tampoco es tan fácil que todos los sectores tengan voz en la misma. Esto llevó al surgimiento de un vigoroso movimiento de emisoras comunitarias promovidas por el propio Estado, y también de estaciones piratas en manos de grupos sociales, culturales o políticos que no tenían espacio en el “gran canal” hegemónico.

Estos son los tres paradigmas tradicionalmente mencionados por los “expertos”. Pero modelos hay muchos, muchísimos. Por ejemplo, en el Perú Velasco intentó poner la prensa en manos de sectores de la sociedad: los campesinos, los obreros, etc. La propoganda anti-Velasco, hoy día, ha reducido ese experimento (que puede haber tenido sus errores) a una narración plana de la “confiscación” de la prensa. Por otro lado, hace ya un tiempo la Asociación de Comunicadores Sociales -Calandria propuso una Ley de Radio y Televisión que buscaba regular la utilización del espectro radioeléctrico, retirando al Ejecutivo la potestad de dar y quitar licencias y tranfiriéndola a un Consejo autónomo formado por colegios profesionales, gremios, etc. Esa Ley era bastante buena y su aprobación hubiera sido una excelente manera de cerrar el capítulo de la mega-corrupción televisiva de Fujimori. Pero los canales llevaron a cabo una asquerosa campaña mediática en la que bautizaron esta propuesta como “la mordaza”. Al final, se aprobó una nueva Ley que deja todo como estaba... o peor.

Pero hay un modelo más que me gustaría mencionar: el colombiano. Es uno de los modelos más interesantes en Latinoamérica, por el rol que le asigna al Estado pero también por la clara visión de que el espectro radioeléctrico es un bien público que debe estar al servicio de todos. Su primera legislación sobre la televisión, que data de 1954, empieza diciendo que “todos los canales radioeléctricos que Colombia utiliza o pueda utilizar (...) son de propiedad exclusiva del Estado”, y continúa afirmando que “las telecomunicaciones son un servicio público que el Estado brindará directamente”. Por supuesto, establece la posibilidad de que se otorguen licencias a privados, licencias que no pueden durar más de 20 años. Pero según tengo entendido, durante mucho tiempo la figura más recurrida fue el “alquiler” de licencias por horas. Es decir, un productor podría adquirir licencia para transmitir una telenovela todos los días de 7 a 8 de la noche... sin necesidad de invertir en poner al aire ¡todo un canal de televisión! Hoy, con Álvaro Uribe en el poder, muchas cosas están cambiando en este marco legal, y se viene debatiendo una ley que repite 21 veces la palabra “competencia” y en cuya sustentación se expresa que el objetivo es impulsar “la inversión en el país, para que la industria de telecomunicaciones de Colombia se adecúe a un ambiente pro-competitivo”.

Ahora, ingenuamente, propongo: ¿Por qué no instituimos ese Consejo autónomo que proponía Calandria (lo que es indispensable) y le damos la facultad para administrar no la entrega de 7 licencias de TV, sino el 100% del espectro? ¿Por qué no “nacionalizamos” nuestro espectro radioeléctrico y le sacamos el máximo provecho posible, cediendo en uso espacios específicos (pero eso sí, sin censura previa)? Si se otorgan licencias por 20 años a grandes empresas o a grandes instituciones públicas que puedan sostener una inversión de esa magnitud, lo que se logra es subdividir el espectro y crear 7 nuevos reyezuelos que, al final, terminan cobrando un excesivo poder y coaligándose con otros poderes de facto. Esa es nuestra situación actual. A estos barones de la tele, a lo mucho, se les puede obligar a “no violar” determinadas normas. Pero este mecanismo no sirve si lo que se quiere es garantizar la pluralidad de las voces que acceden a este escaso recurso. Con la figura de licencias mucho más específicas podremos multiplicar las posibilidades de “salir en la pantalla”, dando oportunidad a pequeños productores, a asociaciones civiles, a organizaciones sociales, a estudiantes de escuelas de comunicación, a aficionados... y, por qué no, a empresarios que quieran vender sus productos audiovisuales.

En fin... una propuesta al aire. Déjenme soñar que hay salidas más allá de los monopolios estatistas y del neoliberalismo. Déjenme soñar... porque solo si soñamos podemos luego actuar y transformar la realidad.
________________________________________________________________________________________________

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

No hay comentarios.:

Contador

Blog

Peru Blogs