lunes, 22 de enero de 2007

¡Qué te pasa, chamo!

La Palabra Ingenua 22/01/2007
Por runa, comunidad del río hablador

¡Qué te pasa, chamo!

Espero que no sea necesario convencer a nadie de que el concepto “reelección indefinida” es un despropósito. Por supuesto, los venezolanos y cualquier pueblo tienen derecho de reelegir indefinidamente el proyecto bolivariano u otro cualquiera. Pero supongo que estaremos de acuerdo en que perpetuar a un “líder” en particular no es muy apropiado para construir un “socialismo del siglo XXI”. En todo caso es más parecido a los populismos del siglo XX o a los caudillismos del XIX. Ya me empiezo a preguntar si las referencias a Bolívar se deben a su clara visión antiimperialista o a sus arranques napoleónicos.

El mapa político latinoamericano es totalmente diferente de aquel de hace 10 años, cuando abundaban los Menems, Fujimoris, Zedillos, Sánchez de Lozadas y tantas otras joyitas. Esa era la América latina cuyas políticas se dictaban desde las oficinas del Fondo Monetario Internacional y cuyos presidentes se reunían en pleno en las “Cumbres de las Américas” para negociar cualquier cosa que Clinton les pusiera sobre la mesa. Esa época ya pasó. Soplan nuevos vientos en América latina, con Gobiernos de izquierda cercanos a Cuba en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, y otros tantos que se han distanciado del Consenso de Washington en Argentina, Brasil e inclusive, un poquito, en Uruguay o Chile (aunque esto ya puede ser mucho decir). Este no ha sido el año electoral que hubiera querido George Bush: sus candidatos han ganado apenas en México (aparentemente con fraude) y en Colombia; en Perú ganó a través de una pieza de repuesto, pero lamentablemente ésta le funciona mejor que la original. Con esto no quiero decir que EEUU ya no tenga influencia en la región: sigue teniéndola, y mucho: el antiimperialismo como tarea de construcción de un bloque latinoamericano autónomo sigue siendo urgente. Y tener muchos presidentes “anti-yanquis” no es tener un bloque.

Pero ya es hora de empezar a preguntarnos seriamente si el camino que estamos siguiendo es el que queremos seguir, muy al margen de que no sea el que la Casa Blanca quiere que sigamos. Sobretodo porque estos tiempos de hegemonía política tienen su ciclo, y dentro de algunos años los pueblos de América van a empezar a exigir resultados, tal y como lo hicieron hacia el final de los tiempos neoliberales. Los neoliberales fracasaron en términos de mejorar las condiciones de vida de la región: tras casi 20 años de monopolio del poder agudizaron la pobreza y las desigualdades. Sin embargo, en términos de sus reales objetivos fueron sumamente exitosos: las principales de sus políticas se han vuelto para la mayoría leyes universales. El libre mercado, la desnacionalización de las economías, el mito de la exportación, el equilibrio fiscal, la estabilidad jurídica y el pago de la deuda externa, por ejemplo, no son cosas que la mayoría de “izquierdistas” en el poder se atreva a cuestionar.

Por eso es tan valioso que exista un eje Chávez-Evo que sí se atreve a ir a contracorriente de los sentidos comunes neoliberales y que no se limita a hacer “obras sociales” como las de Lula en Brasil. Al parecer a este eje se le está sumando por estos días Correa, en Ecuador, quien es el primer presidente de América latina que cuestiona abiertamente el pago de la deuda externa, al menos desde las épocas del “default” de los ochenta. Pero quien está yendo más lejos es Chávez. Mencionemos algunas de las reformas que se proponen en Venezuela como parte de la “radicalización” del proceso bolivariano: la nacionalización de los sistemas de comunicación y de la energía, la apuesta por “ciudades comunales” que se autogobiernen (una especie de sistema de presupuesto participativo que trata de trasladar el poder directamente a las asambleas de pobladores) y los intentos por diversificar la economía nacional a fin de dejar de lado la dependencia del petróleo. (Para enterarse de estos proyectos no basta con leer la prensa peruana, que solo se ha referido a la “reelección indefinida”. Recomiendo buscar en www.telesurtv.net, entre otras fuentes). Aprovecho para confesar de una vez por todas que la decisión de no renovar la licencia de Radio Caracas Televisión, tan criticada por los organismos defensores de la libertad de prensa, me parece plenamente legítima. He estado en Venezuela, he prendido la televisión y he descubierto con sorpresa que todos los canales, excepto el del Estado y Telesur (que trata temas regionales) le hacen una oposición violenta y escasa de argumentos al proceso bolivariano. Para ser más gráfico: es como si todos los canales, excepto el 7, estuvieran en manos de Aldo Mariátegui. Una licencia de radiodifusión no es eterna, y si una empresa la utiliza únicamente para invocar a la insurgencia es razonable que el Estado no la renueve. Para acabar con este punto: es irritante la hipocresía de los defensores de la libre expresión que hacen un escándalo cuando se trata de Radio Caracas TV, pero que no mencionan que en los últimos años se han creado más de 200 medios de comunicación comunitarios que sin duda han expandido las posibilidades de la gente de hacer oír su voz, antes invisibilizada por los monopolios empresariales.

El problema aparece cuando al lado de proyectos que llevan a la práctica la consigna de “la imaginación al poder” nos meten de contrabando arranques caudillistas inaceptables. Corremos el peligro de que Chávez se convierta para la izquierda en algo así como lo que Fujimori fue para la derecha. Nuestro querido extraditable (querido por la Justicia, se entiende) ejecutó de la manera más radical todas las reformas que la derecha regional proponía. Todos lo aplaudían, recomendaban seguir sus pasos y estaban tan contentos que le perdonaban que tuviera a su lado a Montesinos y que postulara a la reelección dos, tres o cuantas veces se le antojara. Los militares de entonces decían muy orondos que este era un proyecto para 20 o 30 años. ¿No suena parecido al lema “Chávez hasta el 2030” que mucha gente lleva impreso en sus camisetas en Venezuela? Lastimosamente este simpático chamo que diciéndose socialista ha logrado ganar las elecciones con 60% de los votos está empezando a cruzar líneas que van a obligar a las izquierdas regionales a decidir entre seguir aplaudiéndolo o atreverse a cuestionarlo. Lula la tiene clara: en la última cumbre del Mercosur, ya con reelección indefinida y todo, le ha renovado su apoyo. Pero al margen de los presidentes, que siempre tienen su propio juego, son los movimientos sociales y los activistas los que van a tener que empezar a discutir en serio el asunto. Un amigo argumentó hace poco de una forma notoriamente posmoderna: “es la heterogeneidad de los procesos”. Lo decía como una valor. No estoy de acuerdo. No somos verdaderamente fraternos si no le decimos abiertamente nuestra opinión a nuestros compas venezolanos. Si el proceso que están construyendo no los lleva a que cualquiera pueda cumplir el pasajero rol de “líder”, entonces ¿a dónde los está llevando?

Las “izquierdas” en el poder tienen una oportunidad única, y tienen que saberla aprovechar. Por un lado, el panorama geopolítico es inédito: innumerables Gobiernos “anti-yanquis” en Latinoamérica y un Bush empantanado en Irak y con problemas políticos internos. Luego del fracaso militar y de pésimas decisiones económicas que han llevado a EEUU a tener una deuda enorme con China, parece cierto que dentro de 20 o 30 años el poder mundial se va a haber reconfigurado y el rol de los norteamericanos va a ser menos decisivo. La pregunta es: ¿qué papel va a jugar América latina en ese nuevo orden? Mucho depende de estos Gobiernos el que se sienten las bases para una región autónoma e integrada. Pero el reto no es solo geopolítico: el reto es dejar establecidas lógicas de solidaridad y fórmulas económicas alternativas al capitalismo depredador y avanzar en modelos que pongan el poder en manos de los pueblos. De lo contrario este proceso servirá únicamente para que algunos países poderosos, como Brasil y Venezuela, se conviertan en nuevos imperialismos regionales. Por supuesto, no le podemos dejar la tarea a los Gobiernos: son los movimientos sociales y las organizaciones populares las únicas que pueden presionar a los Estados, transitoriamente en manos de “compañeros”, para que sigan un camino distinto.

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

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