¿Quién hubiera creído posible en 1992, cuando Fujimori inauguraba su régimen dictatorial, que algún día un tribunal lo condenaría a terminar sus días tras las rejas? Lo que -como país- hemos hecho posible el martes 7 de abril es sin duda histórico en muchos sentidos.
Es poco lo que puedo agregar al respecto: solo me sumo a quienes ya han expresado que el fallo de la Sala Penal Especial nos dignifica, hace realidad aquello de que todos somos iguales ante la Ley, reivindica al Poder Judicial, es una clarísima advertencia contra tentaciones autoritarias y, por si fuera poco, es un precedente clave a nivel internacional. Nada de esto se hubiera hecho realidad sin la terca esperanza de las y los familiares de las personas asesinadas por el grupo Colina. A ellas y a ellos les debemos nuestro más grande reconocimiento, no solo por lo que significa este caso concreto, sino porque nos demuestran que luchando, lo imposible se hace posible.
Si es poco lo que puedo agregar sobre el significado y la consistencia de esta condena, quiero aprovechar que ya ha pasado el momento de la satisfacción inicial para ventilar algunas ingenuas reflexiones que me genera esta situación.
En primer lugar, la verdad más honesta es que no cabe la alegría. Porque lo que ha hecho el Poder Judicial, en cierto sentido, es dictar una sentencia condenatoria para el país. No es posible olvidar que cuatro años después de que el destacamento Colina iniciara sus acciones, una notable mayoría del electorado peruano votó por Fujimori, dándole una palmadita en la espalda cuando ya había suficientes elementos para concluir que para él los derechos humanos eran una cojudez.
Esto no es un atenuante: una persona no es más o menos culpable según cuántos votos tiene. Fujimori creó, apoyó y encubrió a un grupo de sicarios: eso está penado por la Ley y por ello se le ha sancionado. Pero el fallo es también una cachetada para los peruanos como colectividad política. Es un: “oigan, esta persona por la que votamos y volvimos a votar... ¡es un asesino! Lo sabíamos y no nos importó... ¿Qué nos pasó en ese momento?”.
En segundo lugar, debemos decir que esta sentencia no es un acto de “justicia”. Es un caso de aplicación estricta de la Ley, lo que es parecido pero no idéntico. “Justicia” tiene que ver con darle a cada uno lo que le corresponde, es decir, no se la puede medir por actos aislados sino por proporcionalidades. “Justicia” implicaría sancionar con un peso similar a los responsables de las masacres ocurridas durante los gobiernos de Alan García y Fernando Belaúnde. Y, leguleyadas a parte, yo entiendo que la responsabilidad de esos mandatarios es al menos muy similar a la de Fujimori. Nadie me va a decir que cuando Belaúnde entregó a las juntas político-militares el control del terrorismo no les dio también licencia para hacer su trabajo como ellos mejor supieran. Nadie me va a convencer de que él no tenía el dominio de la organización de la cual era Jefe Supremo mientras ésta desaparecía gente en Los Cabitos. Y exactamente el mismo razonamiento funciona para García, con el agravante de que él, también, ha sido reelegido luego de ocurridos los hechos.
La sentencia es jurídica. Sin embargo, la posibilidad de que Fujimori haya sido juzgado no es un hecho jurídico, sino político. Una afortunada correlación política de fuerzas ha permitido que esta vez, en este caso concreto, se aplique la Ley a un ex presidente. Pero correlaciones distintas han llevado, por ejemplo, a que un ministro de Defensa pueda encubrir descaradamente a los autores materiales e intelectuales de la matanza de Putis. Hoy, que nos enorgullecemos de la valentía de César San Martín y de los otros dos vocales, es importante recordar que un fallo no hace un verano. ¿En algún momento lograremos que la aplicación de la Ley no dependa del escenario político?
Por último, quiero hacer una reflexión menos políticamente correcta.
Por supuesto, reconozco que la sentencia me alegró... ¡Cómo no me va a alegrar, si estamos hablando del criminal al cual echamos del poder desde las calles! Sin embargo, si le doy una vuelta más debo reconocer que encuentro una contradicción conmigo mismo. Creo, como muchos, que en general la cárcel no es una solución ni útil ni aceptable. Según nuestras leyes, el objetivo del sistema penitenciario es la “rehabilitación” del reo. Sabemos que esto no se cumple casi nunca, especialmente porque las condiciones carcelarias son pésimas. Las condiciones carcelarias de Fujimori son un lujo, pero ¿eso cambia las cosas?
Es evidente que esta pena no busca la “rehabilitación” del dictador, sino castigarlo de una manera ejemplar con las herramientas que les hemos entregado a los jueces. Si la Ley dice que el asesinato está prohibido, eso debe cumplirse independientemente de que el infractor tenga poder o no lo tenga. La crítica a la carcelería tiene un parentesco con la crítica a la criminalización de la pobreza y con el hecho de que el encierro resta aún más oportunidades a los excluidos de siempre. Por eso, satisface que esta vez la Ley se aplique con todo rigor inclusive a una persona que tiene poder político y (nuestro) dinero. Por eso decimos que se ha fortalecido el principio de igualdad...
Sin embargo, no deja de quedarme un sabor amargo al sentir que también se ha fortalecido la legitimidad social del Estado como aparato represor y la cárcel como sanción socialmente aceptada. No está de más masticar esta contradicción que, estoy seguro, muchos tenemos, y pensar en cómo nos construimos como una sociedad de seres humanos libres que no requieren recurrir a la guerra para imponer sus puntos de vista ni a la cárcel para regular el comportamiento colectivo.
Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!
7 comentarios:
A lo largo de tu comentario solo se aprecia un juicio político sobre el tema. Unicamente se ve un odio visceral al chino. En ningún momento te ocupas de la verdad o falcedad de lo que se le imputa. Magicamente aceptas el juicio del juez, un juez que dice que está completamente probado sin entregar pruebas, porque los fiscales nunca pudieron entregarlos, razón por la cual se habla hasta el astío de AUTORÍA MEDIÁTICA. Avergüenza el fallo, más a los que dominamos la lógica, nos desprestigia. Haber si eres ddemocrático y ddejas ver este comentario.
Claro que hago un juicio político compañero, el juicio jurídico ya lo realizó la Sala Penal Especial y no tengo que agregar nada a él. Si se habla "hasta el hastío" de "autoría mediata" es porque ese es el cargo contra Fujimori, ¿de qué más querías que se hablara? Y basta ya de esa monserga de que "no hay pruebas", en el proceso se ha demostrado suficientemente que la estrategia antisubversiva de Fujimori incluía la existencia de un destacamento regular del Ejército destinado a matar sospechosos: eso en el Perú está prohibido y por eso Fujimori está condenado.
En tu último reporte clamas por DEMOCRACIA en sentido real. Pero no dudan en llamar dictador a quien trabajó a favor del pueblo viendo por esas minucias para la visión de los poderosos. El mismo Hildebrandt insultaba al pueblo por dejarse encantar por un gobierno que le ponía agua, luz, caminos, escuelas, hospitales, PAZ, y un gran ETC.
De otro lado, el derecho es una entidad formal y guste o no, la prueba es su herramienta básica y clásica, hasta los juristas más reputados afirman que la sentencia no se ajusta a ley, que es una sentencia política, un juez no puede darse ese lujo y lo ha hecho. Es lo que están llamando "CRIMEN JURÍDICO".
Finalmente, se que toda esta verborrea es pura ingenuidad. Nunca importa la verdad, sólo importa el poder y lograr los beneficios que de ella se deriva.
Es muy raro encontrar a alguien comprometido con su país y lograr la superación de la misma. Soy un hombre de ciencia en un país del tercer mundo; y no tienen ni idea lo que es convivir con la mediocridad, tanto en el sector privado como estatal, el Perú es terrible, y es sumamente admirable que Alberto fujimoria haya logrado tanto en un entorna tan deprimente.
Estoy orgulloso que sea un peruano como yo, pues constituye la energía anímica que muchos innovadores necesitamos para segir bregando en nuestra querida patria que trata tan mal a sus hijos.
todos los que hemos sio victimas de "el chino" si, lo odiamos. yo lo odio porque creci en miedo, creci pensando ese grupo colina nos iba a matar. creci viendo a ese chino reconcha de su madre todo el dia en la television regalando arroz. creci viendo como mi pais se sigue yendo a la mierda y ningun presidente decide poner su corazon en cambiar el pais y deciden venderlo al mejor postor a cambio de los millones que les cae de coima. el peru duele, y ese japones de mierda robo y mato y a cambio nos hizo colegios que se caen a pedazos con maestros mal pagados. si lo odio, si quiero que se pudra en la carcel. porque era su responsabilidad construir un pais justo, donde nadie se muera de hambre y a cambio nos dejo neoliberalismo canibal y miles de muertos. me cago en el argumento juridico y huevadas. cualquier idiota se da cuenta de que el grupo colina era de su total conocimiento y control. el y montesinos eran uña y mugre.
Estimado Luis...
No sé si cabe decir que Fujimori es "un peruano como yo", como dices. Acuérdate que en su último intento por huir postuló al Parlamento japonés. El colmo de la verguenza si quieres que te diga lo que pienso.
Por otro lado, ¿no te parece un poco arrogante de tu parte eso de "soy un hombre de ciencia en un país del tercer mundo y tengo que convivir con la mediocridad etc etc"?.
Saludos,
P.
La doble nacionalidad permite esos privilegios. Una persona inteligente sabe emplear sus privilegios, recien ahora hay quienes ya entienden de la cacería de brujas sobre él, y sobre el particular, no suena coherente que sientas vergüenza por lo hecho, no olvides que tu lo odias. Y quienes no lo odiamos sabemos que son armas a emplear en la batalla.
Talvés parezco algo arrogante o simplemente lo soy. Eso le costó a Fujimori ser llamado dictador.
Creo en la meritocracia, algo muy poco arraigado en nuestro país. Tu artículo me llamó gratamente la atención, del cual puedo disentir,pero igual reconozco tu buena preparación, no eres un improvisado. Me alegra que no bajas el nivel de la conversación, y sé que como tú hay muchos peruanos que dan la talla.
El tercermundismo de nuestro país y con ello la mediocridad que lo describe es a la mentalidad de las personas del sector privado y estatal que ejercen un poder. En nuestro país hay talento, pero esas mentalidades retrógradas bloquean toda posibilidad de desarrollo.
Hoy en La Hora N en su espacio de Ciencia y Tecnología el invitado habla de premios otorgados a personas que han contribuido en ese campo, cada uno de los cuales sólo hacen docencia para sorpresa del conductor, ninguno hace investigación. Entonces si soy arrogante, porque no permito esos niveles de mediocridad enquistada en las toma de decisiones.
Finalmente, felicito tu trabajo. Gracias. Un abrazo
Gracias a tí, en efecto es bueno poder disentir sin bajar el nivel del debate.
Solo te haría notar que eso no era posible durante el régimen de Fujimori, cuando todos los opositores recibían el ataque sincronizado de la prensa amarilla y eran ridiculizados unos como terrucos, otros como "maricones" y otros como "pitucos".
Por cierto, algo que sí está recontra comprobado es que esos periódicos eran pagados mensualmente por el SIN con dinero del Estado, es decir nuestro. El Gobierno de Fujimori, al que tanto defiendes, gastaba nuestro dinero para envilecer el nivel del debate. ¿Crees que eso no es verdaderamente mediocre?
Pronto comenzarán los juicios por ese tema (corrupción de medios de comunicación). Será muy interesante.
Un último asunto: yo no odio a Fujimori. No lo conozco ni tengo ningún tipo de relación con él. Solo rechazo el tipo de régimen político que él encabezó.
Saludos,
Paul
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