viernes, 31 de agosto de 2007

Postales limeñas

La Palabra Ingenua 31/08/2007
Por runa, comunidad del río hablador

Postales limeñas

El día de Santa Rosa limeña me regaló algunas postales crudas y cotidianas.

Sube una chica a la combi en la que viajo. Una niña. Debe tener sus 12 años. “Madrecita linda, padrecito lindo, vengo a pedirte un apoyo a través de este producto golosinario...”. Repite su rollo por enésima vez en el día, de memoria y sin convicción, con la mirada fija en algún punto para no ponerse nerviosa.

No le compro. No tengo ganas. En mi caso, depende mucho del ánimo del momento. A veces compro, a veces no. Algunas personas tienen una política definida para decidir si “colaboran”. Hay quienes solo le compran a quien no habla; hay quienes esperan un caso conmovedor para meter su mano al bolsillo; están aquellos que buscan un discurso franco y no un rollo aprendido de paporreta; también están los que no le compran nunca a un niño porque piensan (y tienen razón) que detrás hay un adulto que está sacando provecho de su trabajo: en buena cuenta, que lo está explotando. Yo salto indistintamente de una justificación a otra y, en el fondo, sé que depende de mi cambiante estado de ánimo.

Esta vez, no le compro. Pero cuando no le compro, debo combatir internamente con un sentimiento de culpa que crece y crece. Es un debate apasionado, lleno de argumentos (lleno de justificaciones). “¿Qué diferencia harán mis 10 céntimos en su vida?”, me pregunto. Y me respondo con otra pregunta: “¿qué diferencia harán esos 10 céntimos en MI vida?”. El yo que no quiere “colaborar” insiste y se pone estadístico: “esta niña vende todos los días, en promedio, la misma cantidad. Hoy no le compras, quizás mañana le compres: lo que hagas no tiene importancia porque en su negocio sólo eres un potencial comprador entre tantos”. El yo altruista acepta que su poder como comprador es limitado y se arriesga: “Sé que no tiene ninguna importancia concreta el hecho de que le compre o le deje de comprar. Lo que tengo que hacer es intervenir de otra manera en la vida de esta niña: bajarme del micro con ella, conversarle, conocer su situación, ir a su casa (si la tuviera) y tratar de efectuar alguna ayuda que le sea significativa a largo plazo, no solo para parar la olla de esta tarde”. Este yo altruista no es tonto: sabe muy bien en qué consiste el debería. Pero sabe, también, que estas solo son disquisiciones de joven burgués con sentimiento de culpa. No se bajará del micro. Tiene “otras cosas” que hacer.

El yo que no tiene ánimos de comprar le ayuda a justificarse: “sabes que así logres ayudar en serio a esta niña particular, allí en la calle hay miles, millones de personas en su misma situación, sin ingresos fijos, viviendo al día, para las cuales terminar de vender su bolsa de caramelos hoy equivale a poder preparar el aguadito de mañana”. “¿Pero entonces? ¿Qué hay que hacer?”. (“Hay que” es una construcción gramatical fabulosa, porque carece de sujeto. ¿Quién se encarga de lo que “hay que” hacer?). “¿Cómo que qué hay que hacer? Lo sabes muy bien: cambiar las estructuras injustas de esta sociedad, revolucionar la manera en que está organizado el mundo, construir un país sin ricos ni pobres...”. El yo altruista ha escuchado este rollo mil veces, quizás tantas veces como ha escuchado el “madrecita linda, padrecito lindo”. Le provoca responder: “sí, pero hasta que eso ocurra... al menos podría ayudar a esta niña concreta”. Pero no lo hace. Se limita a asentir: “sí, tienes razón”.

Terminado el debate interno, casi he llegado a mi destino. “¡Semáforo baja!”. En el paradero confirmo lo que el yo intelectual había diagnosticado bien: diez o doce niños, tres viejitas y cinco muchachos vendiendo habitas, caramelos, olé olé, cañonazo, llaveritos del búho y el tumi hechos en el penal... En distintas esquinas, en distintas actitudes, con distintos rollos... Unos ya se cansaron y juegan. Igual se quedarán hasta tarde chambeando, porque tienen que devolver la bolsa vacía a la persona que los “coordina”. Eso, en el caso de los que trabajan dentro de alguna red medio informal. Los que venden por su cuenta, es lo mismo: un olé olé vendido es una papa más en el caldo del día siguiente.

Sí pues... ¡Qué impotencia se siente! Y el debate continúa: ¿lo estructural o lo inmediato? ¿lo concreto o los gaseosos discursos que prometen resolverlo todo? ¿la política o la asistencia? ¿la concientización y la organización o la caridad y el clientelismo? Tal y como veo las cosas, la respuesta es obvia: más vale curar la enfermedad que aliviar los síntomas. Pero “curar la enfermedad” parece demorar tanto y ser tan pretencioso, mientras la gente de carne y hueso sigue conociendo el hambre y la frustración cotidianas. También noto con náusea el tufillo jerárquico de mi discusión: los términos están planteados en base a lo que debería hacer un “yo” o un “nosotros” que parece bastante reducido a la élite “ilustrada”. ¡Qué michi importa eso! Sé que las soluciones que perduran son aquellas que surgen desde abajo y se legitiman solas en la práctica, y no las que grupitos y vanguardias de iluminados tratan de imponer. Pero, por otro lado, en mi fuero interno no puedo sino cuestionarme sobre lo que puedo hacer yo, y no sobre lo que pueden hacer los otros.

Todo el día estas ideas dieron vueltas en mi cabeza, e iban cristalizando lentamente bajo la forma “artículo”. Anochece. Ahora camino por una calle vacía. Sin darme cuenta cómo, me veo rodeado por cuatro o cinco muchachos (¿de mi edad? ¿más jóvenes que yo?). “¡Esto es un asalto!”. Celular, billetera, documentos, llaves, casaca. Respondo pacíficamente (¿qué otra cosa me queda?). “¡Pórtate bonito o sacamos la pluma!”. (Tranquilo, no tengo ganas de averiguar si tienes armas o me estás metiendo letra). “¡Y ahora lárgate rápido si no quieres que te pase nada!”.

¿Qué sentir? ¿Cólera? ¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Un incipiente odio?

No, no. Solo me he convertido en un número más dentro de una estadística. Cada día asaltan a miles de personas: esta vez me tocó a mí. Nuevamente la cabeza se llena de inquietudes.

En la onda en que va el artículo, quizás alguien crea que voy a relacionar pobreza con delincuencia. No se trata de eso. ¿Quiénes son los chicos que me asaltaron? ¿Por qué lo hicieron? Por lo que ví, no pienso que sean chicos que se encuentran en una situación de necesidad extrema. Puedo equivocarme (“nadies sabe lo de nadies”, como dice la sabiduría popular). Pero creo que, al ojo, conozco muchas personas que están en una situación de necesidad objetiva mucho más grave que la de estos muchachos y que no han pensado nunca en la opción del robo. Por el contrario, son personas legalistas y meticulosas al extremo incluso a la hora de reinvindicar derechos elementales.

No es la necesidad. Es “la plata fácil”, como dice la canción de La Sarita. Y la plata fácil es un valor que flota en el ambiente, un valor legitimado una y otra vez por los Torres Caro de la política, por la ambición inescrupulosa que pasa por encima de normas medioambientales o laborales, por la publicidad y el discurso mediático... La plata fácil es, en resumen, un valor del capitalismo o, al menos, del capitalismo post-industrial.

Inseguridad. Nuevamente, “¿qué hay que hacer?”. ¿Más policías en las calles, penas más duras, cárceles... ? Sin un cambio cultural que transforme la manera en que valoramos las cosas, miles de policías no van a hacer de ésta una ciudad más segura. Pero al igual que hace un rato, la experiencia inmediata nos hace pensar: ¿hasta cuándo vamos a esperar ese cambio? Y la sensación de inseguridad hace a muchos pedir la instauración de un Estado cuasi policial, con cámaras y vigilancia omnipresente.

Claro que hay una relación entre pobreza y delincuencia. Claro que hay una relación entre los niños vendiendo caramelos y los muchachos cuadrando a transeúntes incautos. Pero ¡obviamente! no es una relación mecánica, sino una relación estructural. Si “la plata fácil” es el valor, el mundo se divide en dos: los vivos que saben aprovecharse (desde presidentes hasta choros de poca monta, pasando por empresarios reconstructores) y los tontos que creen en la legalidad, la buena fé y la solidaridad. Si la vida es una competencia, ¡a competir! Cualquier medio es legitimo.


Esos muchachos se quedaron con mi casaca y mi celular. Objetos sin mayor importancia... solo objetos. Además, se llevaron algunas cosas con valor sentimental: un llavero que usaba hacía tal vez 15 años, la navaja que me regalaron unas viajeras, una estampita de Sarita Colonia. Pero no me pudieron quitar la convicción de que la vida no es una competencia. No lograron que mi preocupación sea defender “mis” cosas. Lo que estas postales limeñas me hacen pensar una y otra vez es cómo hacemos para construir un país en el que no haya de quién defenderse y no haya con quién ser caritativos. Y, sobretodo, cómo hacemos eso atacando al mismo tiempo los efectos concretos y las causas de fondo, es decir, chambeando al mismo tiempo con quienes la sufren hoy y para que nadies la sufra mañana. Preguntas que siguen dando vueltas...


Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

miércoles, 29 de agosto de 2007

El sismo de arriba y el sismo de abajo

La Palabra Ingenua 29/08/2007
Por runa, comunidad del río hablador

El sismo de arriba y el sismo de abajo
No hay terremoto que dure mil años

Y ya la catástrofe va pasando. Desde arriba, la prensa lentamente va regresando a sus frivolités de toda la vida, los políticos vuelven a la carga con sus mañas, los empresarios aprovechan el pánico para promover el sentido común acerca de que el sector privado es la voz y el Estado es ineficiente por naturaleza... Desde abajo, los afectados ven cómo la ayuda inmediata y asistencialista tiende a acabar mientras que la ayuda para la reconstrucción demorará o, para muchos, no llegará jamás. Así que, como siempre, la misma gente empieza a resolver el problema como buenamente puede. Aquellos a los que nunca llegaron las carpas del Ejército o de Defensa Civil y a quienes no llegarán las casas que construirá Julio Favre ya empezaron a reconstruir sus viviendas de manera tan precaria como antes, o a mudarse a donde algún familiar, en muchos casos en Lima.

En Tambo de Mora, por ejemplo, una de las zonas más afectadas de la ciudad de Chincha, ya dos poblaciones se cansaron de dormir entre las ruinas de sus barrios y resolvieron invadir terrenos privados vacíos. Para estas familias, se inicia el vía crucis por el que han pasado miles de peruanos en los últimos 30 o 40 años: juicios, órdenes de desalojo, negociaciones, inseguridad en la tenencia. Y, por supuesto, comenzar una nueva vida desde cero y sin ningún tipo de “apoyo”, construyendo con mucho esfuerzo y poco criterio casas que se volverán a caer cuando llegue el próximo sismo. Es solo un caso: podemos estar seguros que se inicia una nueva ola de invasiones y desplazamientos, pues la gente no va a esperar la lenta respuesta de este Estado para que le indiquen dónde reubicarse.

El Gobierno, por su parte, ha mostrado una enorme sensibilidad frente a la tragedia, desde el primer día en que Alan García agradeció a Dios porque no había ocurrido una desgracia (sic) hasta el acertado nombramiento de empresaurio Julio Favre, que se caracteriza por su comprensión y capacidad de diálogo con los sectores populares (?), pasando por la encomiable muestra de gratitud del ministro de la Producción, Rafel Rey, a través de su pisco “7.9”. De Favre diré poco. En el blog Desde el tercer piso encontramos una deliciosa recopilación de sus sesudas opiniones sobre diversos temas de la realidad nacional: suficiente para pintarlo de cuerpo entero. De los disparates de Alan y los afanes pisqueros de Rey... ¡qué más se puede comentar que no se haya dicho ya!

Es espectacular la rapidez del Gobierno y el sector privado para instalar en el proceso de reconstrucción un sentido común privatista. ¡Aplausos para ellos! La agilidad que no mostraron durante la emergencia la han mostrado para convecernos de que el Estado no sirve. En su versión minimalista neoliberal, el Estado tiene como única función organizar la respuesta ante situaciones que pongan en riesgo la seguridad interna. Pero el gran partido de la izquierda democrática (según Mulder) ya no cree ni siquiera en eso. Pude escuchar hace pocos días la explicación del ministro de Vivienda, Garrido Lecca, sobre por qué era buena la forma en que está planteado el Fondo de Reconstrucción para el Sur, Forsur: porque se trata de una alianza público-privada y su Director no tendría el estatus de “funcionario público”. Lo notorio es que esta percepción sobre la incapacidad de los funcionarios públicos la tiene ¡un funcionario público! Afortunadamente en la negociación en el Congreso este aspecto fue modificado Pero el énfasis privatista está intacto. Sobre el punto, es sintomático que la Ley que crea el Forsur establezca que en su directorio participarán “cuatro representantes de la actividad privada, de reconocida solvencia moral”. Más allá del detalle acerca de que “sociedad civil” tendría una connotación más simpática que “actividad privada”, me parece curioso que lo de la “solvencia moral” no sea requisito para el Director. Quizás en ese caso no hubieran podido nombrar a Favre.

Para Alan reconstrucción significa convertir Pisco en un megapuerto y facilitarle el negocio a los agroexportadores que, como quedó claro con el sismo, no han tenido mucho impacto en la mejora de las condiciones de vida de los pobladores. Ayer, nuestro querido Presidente pidió a los empresarios “desde Piura hasta Loreto o Lima” adelantar sus inversiones proyectadas para este año, y solicitó que informen al Gobierno “qué leyes o reglamentos constituyen un obstáculo”. Ya veo a los chinos de Marcona planteando nuevamente que la flamante ley sobre los “services” no les permite “dar trabajo” y a los mineros de Majaz proponiendo “flexibilizar” las normas ambientales para poder invertir.

Por arriba, negocios; por abajo la misma necesidad de antes. El fenómeno se nos presenta una y otra vez bajo diversas formas: un sismo, un friaje, un fenómeno del niño, una guerra interna, unas elecciones presidenciales, una ola de protestas... El mensaje es siempre el mismo: un país fracturado en el cual las élites y el Estado (independientemente de la buena voluntad que puedan tener muchas personas particulares) quedan atrapados en su lógica privatista, jerárquica, paternal y antidialógica, mientras masas de gente empiezan a resolver las cosas de forma muchas veces incoherente e improvisada, pero útil a corto plazo. El resultado se llama migración, invasiones de terreno, construcciones sin asistencia técnica, piratería, caótico transporte urbano, linchamientos ante la inoperancia de la Justicia, rejas por doquier... El resultado también se llama Sendero Luminoso, violencia y odio de clase (que no es lo mismo que lucha de clases). El resultado también se llama, cómo no, ollas comunes, comedores populares, autogestión, cooperación y redes de solidaridad: la creatividad popular tiene décadas aprendiendo a agenciárselas al margen del famoso Estado paternal.

En mi ingenuidad de la semana pasada había sugerido que “solo una población sólidamente organizada puede definir ella misma cuáles son sus necesidades urgentes, quiénes son los vecinos más afectados y cuál es la mejor manera en que el Estado o privados pueden contribuir con la solución”, y que era necesario “empezar por el diálogo con los pobladores y la organización de los mismos”. ¿Qué pensará Julio Favre de una sugerencia tan descabellada? Haciendo un gran esfuerzo, logró aceptar que se sienten en su directorio los alcaldes y presidentes regionales de las zonas afectadas. ¿Se decidirá a conversar con los pobladores pobres de los asentamientos de Pisco o Ica, o con los campesinos de Huancavelica o Yauyos, que son los principales afectados? ¿O solo le preocupará echar a andar nuevamente el aparato productivo iqueño y recosntruir la misma exclusión de antes?


Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

lunes, 20 de agosto de 2007

Desastres que no son tan naturales

La Palabra Ingenua 20/08/2007
Por runa, comunidad del río hablador

Desastres que no son tan naturales

La mañana del domingo estuve, junto con un enorme grupo de voluntarios, distribuyendo algunos de los víveres y artículos de emergencia que se están haciendo llegar a la zona sur luego del terremoto del pasado miércoles 15. Estuvimos en Chincha, donde aún la “ayuda” del Estado es mínima y el principal trabajo es de la Iglesia y de algunas ONG. Al organizar las colas, entregar las donaciones, conversar con los pobladores y ver el rostro de cientos personas que esta noche van a volver a dormir a la interperie, yo no podía dejar de pensar: esta noche, voy a dormir en mi cama.

Luego de esta visita relámpago a una de las zonas más afectadas por el sismo, apunto a la volada algunas reflexiones o, con mayor propiedad, algunas sensaciones que me asaltaron este fin de semana.

La labor de emergencia que tiene lugar en estos días es el reparto puro y simple de productos de primera necesidad. El más urgente es el agua. En Chincha aún no hay agua corriente, pese a que Jorge del Castillo anunció el sábado que ese mismo día iban a reactivarse las conexiones eléctricas y, por lo tanto, los pozos iban a volver a funcionar. 4 días sin agua potable son 4 días de sed y, además, el probable origen de futuras enfermedades. Pero hay otras urgencias: colchones, frazadas y ropa para las familias que han perdido sus casas y sus pertenencias entre los escombros, que son la mayoría. Sin abrigo y durmiendo en la calle, estas personas están empezando a sufrir de resfriados, bronquitis y otros males relacionados con el frío y la humedad. La otra gran necesidad es el alimento. La distribución de alimentos tardará todavía unas semanas en normalizarse, y mientras tanto miles de personas que no están percibiendo ingresos no tienen manera de asegurarse el rancho diario. Las raciones que se les entregan no durarán más de dos o tres días. ¿Cómo comerán estas familias pasado mañana?

El reparto asistencialista es inevitable en una emergencia conmo esta. Sin embargo, no por ello deja de ser un tipo de situación que envilece a las personas, tanto al receptor como al donante. Más aún en un país en el que la igualdad entre los ciudadanos no pasa de ser una declaración escrita en un papel llamado Constitución, pero en el cual sigue habiendo personas “más iguales” que otras. La mayoría de organizaciones, tanto estatales como privadas, no se acerca a la población en actitud de diálogo, sino en la actitud paternal de quien viene a manifestar amablemente su “solidaridad”. "Los regalos siempre se reciben con gratitud", escuché una y otra vez. ¿Regalos? Y, por supuesto, los damnificados conocen el juego: los ojos lagrimeando, el “gracias mamita”, “gracias papito”, el “por favor, por favor, a mí no me han dado nada ”. Saben que deben cumplir con su papel de “pobres” para que les caiga al menos un poco de aquello que con tanta urgencia requieren y de lo cual no pueden proveerse por sus propios medios. Por aquí y por allá, algún reclamo amargo o incipientes señales de agresividad de los que no confían en la mansedumbre porque sospechan (y tienen razón) que lo que hay en el camión no va a alcanzar para todos.

Nadie está cumpliendo con un deber, nadie está siendo satisfecho en su derecho. El Estado y la sociedad en conjunto no parecen asumir que tienen el deber de proveer a los ciudadanos que sufren un desastre natural de recursos básicos hasta que se supere el momento de la emergencia. No. Los de arriba (autoridades, empresas, instituciones y personas particulares) son “solidarios”, “caritativos”, paternales con los de abajo. Los de abajo extienden la mano a ver qué les cae o, en muy pocos casos, tratan de asegurarse su parte mediante el saqueo. No consideran que tienen un derecho: consideran o bien que los demás son “buenos” por “ayudarles”, o bien que estamos en la selva y sálvese quien pueda.

Además, la lógica del centralismo impera. Casi toda la ayuda se está concentrando en el departamento de Ica. Yauyos, Huancavelica y otras zonas afectadas están “pasando piola”. Dentro de Ica, ocurre algo similar: la parte principal de los recursos está siendo invertida en Pisco y en la capital de la región: Chincha y otras localidades no están siendo priorizadas. Pero lo mismo se repite en pequeño: lo poco que hay en Chincha se distribuye en la zona urbana; en la zona rural, los principales beneficiados son los del poblado central, mientras que los caseríos y anexos están en el olvido.

El principal problema que tienen los pobladores de Grocio Prado, San Benito, Florida, El Carmen, Hoja Redonda, Tambo de Mora, Chincha Baja y otras localidades que recorrimos no es el terremoto. El terremoto es solo el causante de la emergencia de hoy, pero el problema de fondo es la pobreza. Pretender “solidarizarse” solo distribuyendo productos básicos hasta que todo se normalice, reconstruyendo las viviendas y reconectando el agua y la luz es como contentarse con ponerle un yeso a un tuberculoso que se ha quebrado una pierna. La tuberculósis segurá matando al enfermo aunque su hueso sane. La pobreza seguirá destruyendo el tejido social aunque “todo vuelva a ser como antes” en Chincha, Pisco o Ica. ¡Las cosas no tienen que volver a ser como antes! ¡Antes ya estaban muy mal!

Y es que, como dicen, los desastres naturales no tienen nada de naturales. En todo caso, lo único natural es que se derrumben las casas de adobe construídas sin ninguna asistencia técnica. Es natural que un Estado para el cual las regiones solo son una molestia o una fuente de recursos no pueda actuar con rapidez para restablecer los servicios básicos en Ica. Es natural que el único rol del ejército de un país de mentalidad militarizada sea evitar saqueos y no instalar por todas partes sus carpas de campaña para que los afectados puedan dormir abrigados. Es decir, lo único natural es que los desastres afecten principalmente a los mas pobres y muy poco a los más ricos, y que un Estado que solo sabe cautelar los intereses de los segundos no sea capaz de reaccionar oportunamente. El hecho de que existan pobres y ricos, en cambio, es enteramente artificial: eso ya es culpa nuestra.

Por cierto: ¿no era que en Ica hay pleno empleo y varios años de crecimiento económico constante? Además, ¿no que se trataba de un crecimiento que no depende de la extracción de recursos naturales, como sí ocurre en los engañosos casos de Cajamarca, Áncash o Cusco? ¿No que Ica es el reino de la agrindustria exportadora? De hecho, varias de las mujeres con las que pude conversar trabajan en eso. Una, en la fábrica de alcachofas; otra, en la plantación de espárragos; una más, en el negocio de las frutas. Pero al final de cuentas, este supuesto desarrollo termina siendo tan engañoso como el de la minería. Sin derecho a sindicalizarse, sin reparto de utilidades, sin seguro social, sin contratos estables y sin ninguno de los derechos que las organizaciones de trabajadores le han arrancado al capital, estas señoras no se benefician cuando las cifras macroeconómicas engordan. Reciben un pequeño sueldo que les permite comer y seguir trabajando pero, como he podido observar, no les permite ni siquiera tener ahorros o algún tipo de previsión para las emergencias.

En suma, los problema de fondo que el terremoto desnuda son la pobreza, la exclusión, la injusticia y la desigualdad. Es decir, los mismos problemas que la Comisión de la Verdad nos hizo ver que eran causantes de 20 años de violencia. ¡Paradójico! El sismo ha ocurrido pocos días antes de un nuevo aniversario de la entrega del informe de la CVR. ¿Necesitamos un terremoto para removernos en serio y entender por fin de qué va el asunto?

Ahora bien, estos problemas estructurales están relacionados con otra carencia grave que encontramos en Chincha: la organización. En la mayoría de sitios a los que pude ir no había una organización del barrio, que es un instrumento básico para conquistar derechos y servicios. En aquellos en los que sí había “dirigencia”, esta no contaba con la confianza de la población. Abundaban las denuncias de donaciones que habían sido entregadas a los representantes pero que se habían “perdido” en el camino. Las mismas corruptelas se atribuían también a los alcaldes. En medio de la desorganización, la emergencia se transforma en caos, la ayuda en caridad y la desesperación en pillaje. Solo una población sólidamente organizada puede definir ella misma cuáles son sus necesidades urgentes, quiénes son los vecinos más afectados y cuál es la mejor manera en que el Estado o privados pueden contribuir con la solución.

Nuestra principal preocupación debería ser que las labores de emergencia no se limiten a ponerle un yeso al tuberculoso. Se tiene que desarrollar un trabajo de largo plazo que necesita empezar por el diálogo con los pobladores y la organización de los mismos, y que busque no solo paliar la necesidad de hoy, sino conseguir que en circunstancias normales la torta se reparta equitativamente. Podría decir lo mismo respecto de la urgente prevención en Lima, otra ciudad de muy probable actividad sísimica. Como ya dije en un anterior artículo, si en Lima tuviéramos un sismo de grado 7 no estaríamos contando cientos sino miles o decenas de miles de muertos. Y, casi si dudas, la mayoría de ellos serían de las zonas más empobrecidas de la ciudad. Es urgente invertir en muros, vías de acceso y otras obras de mitigación de riesgo. Pero lo principal es evitar que “los pobres” se vean empujados por la ciudad hacia los cerros y las partes más peligrosas. No, digo mal: ¡lo principal es que no haya pobres ni ricos! Un país con verdadera igualdad de oportunidades puede resistir cualquier terremoto, sea en sentido geofísico o metafórico. Pero un país injusto y excluyente se puede venir abajo al primer soplido.

No quiero terminar este artículo sin felicitar al Movimiento de Vida Cristiana, a ASPEM y a otras organizaciones de voluntarios que han sabido ponerse las pilas y canalizar rápidamente la ayuda hacia las zonas más afectadas de Chincha, cuando aún el Estado o la prensa no se habían acordado de la tierra de Melchorita. Agradezco al MVC la oportunidad de viajar este fin de semana, ver la magnitud del desastre con mis propios ojos y meter mano en lo poco que pudo hacerse en estos dos días.

Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

jueves, 16 de agosto de 2007

Lima no tuvo un terremoto

Lo que ha ocurrido el día miércoles 15 de agosto en el departamento de Ica ha sido devastador. Un sismo de 7 grados en la escala de Richter, alrededor de medio millar de muertos, decenas de miles de personas que han perdido sus casas, los sistemas de transporte, agua, electricidad, comunicaciones y salud colapsados.

Como es natural, hoy por hoy la prioridad es atender a quienes han sufrido los estragos del terremoto. Y está muy bien que así sea. Es en estos m
omentos cuando vemos que, a pesar de todo, no somos un país de indiferentes. Desde ciudadanos anónimos hasta empresas e instituciones: por todas partes se siente un gran movimiento de solidaridad dirigiéndose hacia el sur. Y como suele pasar cuando ocurren tragedias de esta magnitud, lo mejor del ser humano sale a flote y los abundantes buenos ejemplos nos dan fuerzas para seguir adelante.

PERO siempre hay un PERO.

En Lima hemos tenido muchísima suerte. Para todo efecto práctico, en Lima no hemos sufrido un terremoto. En el epicentro, frente a Pisco, el sismo ha sido de 7 grados. Pero en Lima, la magnitud ha sido ya solo de 5,2 grados, a causa de la distancia.
¿Alguien se imagina qué ocurrirá cuando un sismo de igual fuerza tenga su epicentro frente a las costas de Chorrillos o de El Callao?

Lima no está preparada.

El centro de Lima, el Rímac y Barrios Altos; las poblaciones precarias de los cerros en todos los conos; las casas construídas sin sustento técnico piso tras piso, generación tras generación; las zonas comerciales tugurizadas; el cableado eléctrico dispuesto de cualquier manera; los edificios más pitucos construídos sobre las fofas tierras del acantilado; la propia Costa Verde; La Punta y los Barracones de El Callao; las casas al borde del río Rímac... Es inútil enumerar todas las zonas expuestas a un altísimo riesgo en caso de un terremoto.

Estamos advertidos. Es responsabilidad PRINCIPALMENTE de la Municipalidad Metropolitana de Lima invertir todo lo que sea necesario en prevenir esta MUY PROBABLE desgracia. Quizás no este año, quizás no el próximo, pero tarde o temprano nuestra ciudad va a sufrir un sismo que la afecte directamente. Precisamente el martes 14 una marcha de 40 asentamientos humanos exigía frente a la Municipalidad inversión urgente para construir muros, escaleras y diversas obras de mitigación de riesgos. Como sabemos, hasta ahora Castañeda Lossio ha priorizado piletas y obras viales que le aseguran muchos votos, pero la inversión en las zonas marginales ha sido mínima. Esperemos que lo ocurrido el miércoles haga que el Alcalde de nuestra ciudad evalúe sus prioridades de gasto.

Para hacernos una idea del peligro al que está expuesta la mayoría de limeños, cuelgo estas 4 fotos tomadas el día jueves 16, luego del sismo, en Bayóvar (San Juan de Lurigancho).

FOTO 1: Parte de la pirca que sostiene una casa del AH Siglo XXI cedió durante el sismo. De haber sido en Lima el epicentro, toda la pared se hubiera derrumbado, lo que además de afectar la casa significaría un grave riesgo para los vecinos de las casas de abajo.


FOTO 2: La misma casa, vista desde adentro. Como vemos, la esquina inferior derecha se encuentra... ¡al aire! Al haber caído el muro, toda la casa corre serio peligro. Aquí habitan una pareja joven y sus hijos pequeños.














FOTO 3:
Podemos observar
el piso rajado a causa del sismo de ayer. Si esta rajadura se produce por un sismo que en Lima ha sido de 5,2 grados... ¿qué ocurriría si la magnitud en nuestra ciudad fuera de 7 grados?








FOTO 4: En la primera zona de Bayóvar, al menos 200 familias se encuentran permanentemente expuestas a estos peligros. ¿Qué hacen las autoridades para prevenir una probable desgracia en una región sísmica como la nuestra?

lunes, 13 de agosto de 2007

Jugando con plomo / 3 paradojas de agosto

La Palabra Ingenua 13/08/2007
Por runa, comunidad del río hablador __________________________________________________________________

Jugando con plomo
3 paradojas de agosto

En el caso de los juguetes con plomo de la empresa Fisher-Price salta a la vista que, como siempre, hay distintas varas para medir situaciones que son parecidas. ¡Los niños que compran sus juguetes en Ripley o Saga Fallabella corren peligro! ¡Podrían tener contacto con muñecos cuyo contenido de plomo supera los niveles máximos permisibles! De inmediato el Estado actúa y, con ayuda de la siempre colaboradora empresa privada y de la prensa, identifica los juguetes malvados para evitar que caigan en manos de las inocentes víctimas. ¡Los niños de La Oroya TIENEN niveles de plomo en la sangre mucho mayores de los límites máximos permisibles! Oh, vamos, eso es discutible, hay gran polémica científica al respecto, se necesitan más estudios, no hay que alarmar a la población ni espantar a la empresa privada porque gracias a la inversión minera el país está creciendo, pobrecitos los de Doe Run que necesitan que se amplíe su Plan de Adecuación y Manejo Ambiental...

Un millón y medio de juguetes retirados del mercado estadounidense por no cumplir con los estándares de calidad requeridos. Una pérdida de 30 millones de dólares para la norteamericana Mattel, dueña de Fisher-Price. Un golpe para el modelo de exportaciones baratas con el que China está invadiendo el mundo. Cientos de incautaciones en Reino Unido, España, México, Argentina y muchos otros países entre los que se encuentra, por supuesto, el Perú. Rápida respuesta del Estado peruano. (Cabe preguntarse, claro está, si DIGESA, Aduanas o alguna institución pública se hubiera interesado en el tema si no hubiera estallado la noticia internacional... ¿Alguien controla la calidad de los productos que ingresan al país? Pero bueno, de que actuaron, actuaron...). ¡Oh! ¡Dios! ¿Entonces el Estado sí puede intervenir y afectar los intereses de la empresa privada en función de una cosa llamada bien común?

¿Y por qué no puede hacer lo mismo en La Oroya? ¿Por qué Doe Run tiene patente de corso para contaminar, amenazar y comprar dirigentes? Un estudio realizado por la Universidad de Saint Louis encontró que el 97% de niños menores de 6 años en La Oroya tiene niveles de plomo en su sangre muy superiores a los permitidos internacionalmente. Además de plomo, se encontraron concentraciones alarmantes de cadmio, arsénico y otras sustancias cancerígenas. A pesar de todo esto, el 23 de diciembre del 2004 (vísperas de navidad, como para darle su regalo a Doe Run y de paso evitar mayores protestas) el gobierno de Toledo emitió un decreto que abría las puertas a la ampliación del plazo para la construcción de una planta de tratamiento de ácido sulfúrico cuyo plazo original vencía este año. ¿Acaso los pobladores del valle del Mantaro son menos prioritarios para el Estado que los potenciales compradores de juguetes en Lima?

No es la única hipocresía que el debate político nos ha ofrecido esta semana, pero sí la más alucinante. Otra muy divertida es la ausencia total de suspicacias frente a la llegada del buque norteamericano “Confort”, que se encuentra en estos momentos en Trujillo para proporcionar al pueblo de esta ciudad “servicios de cuidado de la salud, los que incluyen cuidado primario para niños y adultos, cuidado dental, optometría y otros”. Lo curioso en este caso es que... ¡nadie se pregunta si por alguna casualidad de la vida podría haber algún interés político oculto en esta misión a cargo de los marines de EEUU! No, no, ellos vienen en misión humanitaria. En cambio esos cubanos, esos venezolanos y esos bolivianos que promueven el “Alba”, ellos sí que deben tener alguna intención subalterna porque son comunistas y, pues, eso se presta a sospechas, ¿no? Los marines norteamericanos, los mismos que en Irak torturan y se toman fotos con los prisioneros, aquí vienen a pintar colegios y medir la vista de los peruanos. ¡God bless America!

Otra paradoja de la semana: los alcaldes del interior son unos irresponsables por gastar miles de dólares en obras suntuarias cuando su población sufre necesidades básicas; pero Castañeda es un tipo fantástico y con muy buen gusto, que le ha regalado a la ciudad unas carísimas piletas cantarinas. En efecto, en los últimos días se puso de moda cuestionar una serie de obras inútiles que son producto de la estupidez de ciertas autoridades de distritos que están recibiendo enormes ingresos gracias al canon minero. El momumento a la maca, la estatua de la libertad y el gran sombrero cajamarquino son solo algunos de estos gastos innecesarios en zonas donde hace falta mejorar la infraestructura de educación, salud, transporte y servicios básicos. Sin embargo, la Municipalidad de Lima ha gastado 13 millones de dólares en remodelar el Parque de la Reserva... ¡y solo ha recibido elogios! Se trata de un parque que ya existía, en una ciudad con un enorme déficit de áreas verdes. ¿No sería más urgente invertir dinero en crear nuevos parques o enverdecer los que ya existen y están inutilizados? Además, se trata de un parque en el que el principal atractivo son las piletas, en una ciudad en la que se calcula que un millón de personas no tiene acceso al agua potable domiciliaria. ¿No se podría usar parte de esos recursos para llevar agua a estas zonas? Justamente esta semana se prepara una marcha de organizaciones barriales hacia la Municipalidad de Lima, en protesta por la falta de recursos para obras y gestiones urgentes para los cerca de 600 asentamientos humanos ubicados en zonas de riesgo (laderas de cerros, por ejemplo). ¿Cual es la prioridad: el ornato del centro o la seguridad de los vecinos de las zonas más pobres de Lima?

Estas tres paradojas nos permiten ver cómo los limeños vamos construyendo nuestra imagen del mundo, con ayuda, claro que sí, de la prensa y de los “líderes de opinión”. El Estado puede intervenir en el mercado retirando juguetes de una empresa privada, pero siempre y cuando lo hagan primero en EEUU. ¿No ven que todo lo que se hace en EEUU debe ser bueno, como mandar a sus soldados para medirnos la vista? En cambio todo lo que haga Hugo Chávez debe ser malo, como financiar el trabajo de médicos cubanos para operar gratis a la gente con problemas en la vista. Eso suena medio raro, algún interés político debe tener. Ah pero eso sí: si el Estado se mete en algo, es para cuidar a los niños de Lima, que al fin de cuentas son los que importan. La gente de la sierra, finalmente, ya tiene mucho plomo en la sangre y es bruta y deja que sus alcaldes hagan monumentos a la maca cuando lo que ellos requerirían es cubrir sus necesidades básicas porque son muy pobres. Felizmente que los pobres están allá, lejos, porque aquí en Lima nadie tiene sus necesidades insatisfechas y podemos gastar nuestro dinero en piletas y obras costosas que no tienen ninguna utilidad.

¿Sobreinterpreto las noticias? No sé... Pero lo que queda clarísimo es que hay varas distintas para considerar a los niños de un lado y de otro de la cordillera, a los Gobiernos de unos países o de otros, a los alcaldes del interior y al de la capital...
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Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!

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