La Palabra Ingenua 13/11/2008
Por runa, comunidad del río hablador
¿Estado o Mercado? Bah...
“(Los críticos están) identificando el sistema de libre empresa con ambición, explotación y fracaso, (pero) la respuesta es no tratar de reinventar ese sistema (sino) hacer las reformas que necesitamos y marchar hacia adelante con los principios del libre mercado que han llevado prosperidad y esperanza a gente de todo el mundo”. Ese es el mensaje teledirigido del cowboy de América, George W. Bush, antes de la reunión del G20 que él ha convocado para pedirle al mundo que le ayude a desfacer los entuertos que él mismo ha contribuido a crear. Bush teme que la crisis lleve a los países emergentes a caer en el “proteccionismo estatal”, tal como ocurrió en los años 30.
"Míster Danger" parece haber “aprendido” de la crisis que algunas regulaciones y reformas son buenas, aunque sigue siendo “un tipo orientado al mercado”, en sus propias palabras. Ya es algo. Más radical parece el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien desde la derecha se ha vuelto el abanderado de las reformas, decretando prácticamente la muerte del neoliberalismo y de las instituciones de Bretton Woods y abogando por un sistema en el que el Estado tenga un mayor rol. Se ha armado un pretendido debate entre ambas figuras, pero si lo vemos con franqueza nos daremos cuenta que la disputa es antes que nada sobre el rol de EEUU en el nuevo panorama mundial.
Ahora bien, desde buena parte de las izquierdas las conclusiones parecen ir en un sentido parecido: más Estado frente a los excesos del mercado. Por ejemplo, Oscar Ugarteche (uno de los mejores economistas que tiene el Perú) afirmaba en un reciente evento que “el mercado no es perfecto, el Estado tiene un rol redistributivo e integrador de mercados”. En la misma ocasión Raúl Wiener comentaba que la pregunta no es si más Estado o más mercado, sino cuánto Estado y cuánto mercado.
Temo que estas posturas, aparentemente correctas y constructivas, hagan perder el filo de la crítica. Porque la pregunta no es cuánto Estado y cuánto mercado, sino qué Estado y qué mercado, y para qué. Si algo me queda claro en medio de esta crisis es que el enorme debate Estado-Mercado que nos vendieron en los 80 y 90 era un debate un tanto falso. Cuando el capital necesita libertad para expandirse, impondrá el Mercado como dogma; cuando necesita regulaciones para consolidarse, aparecerá el Estado para salvarlo. Ambas son instituciones de la modernidad capitalista y se necesitan la una a la otra como la tierra al sol, para usar una frase del Grupo 5.
Si nos quedamos con la mirada fija en la crisis financiera, corremos el riesgo de contentarnos con reformas al Fondo Monetario Internacional, impuestos a los movimientos de capital, reglas de juego más estrictas... Y, al final, no cambiar nada. La crisis es múltiple, pero su aspecto financiero es el único que ha hecho saltar hasta el techo a los inversionistas y a sus medios de comunicación. La crisis es también social. En EEUU, por ejemplo, hay 10 mil desalojos semanales en estos tiempos. ¡10 mil desalojos semanales! ¡Es inconcebible! Eso significa, entre otras cosas, que los banqueros reciben su rescate pero no le perdonan su hipoteca a nadie. Ahora bien, en todo el mundo mueren 13 mil niños diarios por enfermedades curables, y no entiendo cómo los titulares hablan recién de un sistema global en crisis. Pero la crisis también tiene que ver con que la sostenibilidad energética, alimentaria y medioambiental del propio sistema. En su discurso de que el libre egoísmo humano traerá el máximo beneficio para todos, el capital está destruyendo los recursos que son de todos: las fuentes de energía, la comida y nuestro entorno natural. Así que la pregunta no es si este sistema puede sobrevivir con más salvatajes, regulaciones e intervención estatal. El sistema, en tanto lógica económica, claro que puede sobrevivir: ya ha pasado por otras crisis antes. La pregunta es si tenemos la posibilidad de imaginar que otro mundo es posible, o si vamos a rendirnos ante el dogma que dice que el ser humano busca “naturalmente” su beneficio individual, como si el mundo de lo humano no fuera el mundo de lo cultural, de lo aprendido, de lo perfectible.
Alternativas, hay. Solo hace falta apertura de mente para entenderlas como apuestas civilizatorias. Muchas de esas alternativas están naciendo en nuestra Latinoamérica. Allí está el ALBA, un alucinante esquema de trueque geopolítico con criterios de solidaridad y complementariedad. Allí están todas las experiencias de producción y convivencia comunitaria del MST en Brasil y del EZLN en México, las fábricas bajo gestión obrera en Argentina, la propia economía cooperativa que incluso en EEUU, Europa y Japón sostiene miles de puestos de trabajo de manera silenciosa, sin salir en los noticieros. Están las Constituciones de Bolivia y Ecuador, que consagran el “buen vivir”, un concepto filosófico distinto del “progreso”. ¿Qué tienen en común todas estas respuestas creativas? En general, se caracterizan porque no son burocráticas y, más bien, buscan el protagonismo de las comunidades y movimientos, con un rol modesto -o ningún rol- del Estado; además, no tienen al lucro individual como motor pero, a pesar de eso, sirven para satisfacer las necesidades de las personas. En fin, el que diga que más allá del capitalismo no hay vida sufre de un grave problema de ceguera, quizás producido por ese fenómeno llamado “ideología”. Vuelvo a recordar a Zizek, quien un poco en broma dice que los norteamericanos han fantaseado con el fin del mundo en todas sus películas, pero nunca se han podido imaginar el fin del capitalismo. Quizás ha llegado el momento.
La cumbre del G20 es importante sobretodo porque nos permitirá ver qué rol pretenden jugar los países llamados “emergentes” ante esta “invitación” que les ha caído para estar junto con los grandotes. ¿Qué van a hacer Brasil, México, Sudáfrica, la India? ¿Van a ir detrás de Bush a aceptar su ridículo “liderazgo” frente a una crisis que él incubó y alimentó? ¿Van a limitarse a formar parte de la nueva collera, a sonreír con la noticia de que el club de Tobi ha crecido? ¿O van a aprovechar la coyuntura para cuestionar las bases del modelo? Esta semana, movimientos de América Latina enviaron una carta a Lula, único sudamericano que estará presente en esa reunión, para exigirle que esté a la altura de las circunstancias. Ojalá que cumpla.
Lastimosamente y para variar, el Perú casi no pinta en este debate. La semana que viene vamos a ser anfitriones de un Foro que promueve más libre comercio y más beneficios corporativos, y somos mudos testigos del discurso monolítico pro-APEC y de las sonrisitas e inauguraciones a las que asisten Alan García y Giampietri, que se han pasado el año aplaudiendo acríticamente la llegada de “las inversiones”. A pesar de la grandilocuencia que caracteriza a nuestro Presidente, es muy probable que la posición oficial del Perú no aporte ningún elemento relevante y que los visitantes solo recuerden de su estadía el ceviche y Machu Picchu.
Nota: el documento original ha sido elaborado con OpenOffice.org Writer como procesador de textos. Utilice y difunda software libre: ¡No al monopolio corporativo de Microsoft y compañía!
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